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Columna
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Socialdemocracia sin emoción

Andrés Ortega

La socialdemocracia en Europa está en horas bajas. Quizás por eso su gran esperanza, si gana el 9 de marzo, es Zapatero, a quien fuera se le ve un poco como un Obama español, según se dijo en un reciente seminario organizado en Londres por Policy Network, una red que se puso en marcha en tiempos de Blair. Aunque lo que más gusta de Obama es que ha logrado inyectar en las primarias una carga emocional que los socialdemócratas consideran que, en general, les falta.

En Alemania, no parece que el SPD vuelva a gobernar en coalición con los democristianos; en Italia, la izquierda está en crisis y Veltroni es, además de una incógnita, otra cosa, más a lo demócrata americano; en Francia los socialistas están hundidos (aunque se pueden falsamente recuperar en las municipales), y entre los británicos, Brown, que participó en esa reunión, no despierta pasiones siquiera entre los suyos. La presentación por Carlos Clotas del programa socialista español desde tres ejes -segunda modernización, extensión de los derechos civiles y sociales, y nuevas respuestas para los problemas globales- despertó interés. Si gana, y el socialismo español desarrolla un pensamiento propio -doble condición-, ZP tiene la ocasión única de convertirse en la referencia de la socialdemocracia en Europa. Se le espera en la cumbre en Londres en abril sobre Gobernanza Progresista, que debería lanzar mensajes más positivos.

La socialdemocracia ha perdido votos en la clase trabajadora y entre los sindicatos

¿Por qué esta crisis general de la socialdemocracia? Para empezar, en Europa y en EE UU el debate político se sitúa aún en el terreno marcado por los conservadores desde Reagan y Thatcher. La izquierda no ha logrado salir de él, mientras crece el sentimiento antiglobalización y el temor a la inmigración, lo que la derecha populista sabe explotar bien. Además, según Edgar Grande, catedrático de Política Comparativa de Múnich, el espectro político se está moviendo hacia la derecha en Europa. En el terreno de la política cultural e identitaria, la derecha populista domina el discurso. No hay una cultura en la socialdemocracia sobre cómo pensar la cuestión de la identidad, la inmigración y otras dimensiones. De hecho, según Grande, la globalización ha cambiado las bases de la política en Europa Occidental, generando nuevas divisorias. Hay nuevos partidos populistas de extrema izquierda y de extrema derecha.

De las divisiones que cruzan a través de la tradicional visión entre izquierda y derecha, el también alemán Gero Neugebauer ve tres dimensiones esenciales en cuanto a conflictos de valores: libertarios frente a autoritarios, justicia social frente a libre mercado, y religión frente a secularismo. Están, así, surgiendo lo que Neugebauer llamó nuevos "milieus políticos". El problema para la socialdemocracia es que, si quiere conseguir los votos necesarios para gobernar, debe situarse a la vez en todos ellos.

Otro factor que complica la situación para los socialdemócratas es que éstos han estado sobre todo dirigiéndose en los últimos años a los ganadores de la globalización; mientras que su granero potencial de votos está también entre los perdedores. La socialdemocracia ha perdido votos en la clase trabajadora y entre los sindicatos, un terreno que, según Roger Liddle, vicepresidente de Policy Network, ha ocupado en parte la extrema derecha. Entre los perdedores ha surgido una nueva categoría que ya no se llama el proletariado, sino el precariado, formado sobre todo por jóvenes. Pues la desigualdad que genera no es sólo entre capas sociales, sino entre generaciones. Según el francés Bernard Spitz, "la generación pobre es la generación joven".

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Si Brown habló de la necesidad de "liberar las potencialidades de todos", la educación es una respuesta, siempre que reconozca la pérdida de valor de los diplomas, y de que la igualdad de oportunidades que genera deba darse a lo largo de toda la vida. Al cabo, la desigualdad mayor es "entre los que tienen control sobre su futuro y los que no".

Los socialdemócratas, según Grande, han sufrido además en casi toda Europa "el declive de una oposición responsable". Y un creciente abstencionismo en lo que se llama la "era del escepticismo", en el que votar o no ya no es una decisión derivada del sentido del deber. En todo caso, hubo un cierto acuerdo en que la renovación desde el Gobierno es más difícil de llevar a cabo que desde la oposición.

La gran esperanza para los socialdemócratas es el debate sobre el cambio climático, pero no son ellos los que lo han planteado, aunque lo hayan asumido. De hecho, se dijo, esta izquierda ha perdido capacidad a la hora de "poner temas sobre la mesa". Quizás deba volver a mirar más hacia los demócratas en EE UU.

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