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CÁMARA OCULTA
Columna
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El desprecio

Este país olvidadizo ha debido de tomar rabitos de pasa, que fortalecen la memoria. En poco más de un mes, un teatro en Madrid ha sido rebautizado como Teatro Fernán-Gómez; otro ha cambiado su denominación por la de Adolfo Marsillach; en Barcelona han puesto el nombre de Pilar Miró a una plaza a petición de los vecinos, y en Madrid se ha colocado una placa conmemorativa en la casa donde nació el montador de cine Pablo del Amo. Por otro lado, este mes comenzará en Málaga la conmemoración del centenario del nacimiento de Miguel de Molina, aquel imaginativo cantante de la copla de los años cuarenta, y en el festival de cine español de esa ciudad se ha creado el Premio Eloy de la Iglesia para destacar la valía de nuevos valores... Ocasiones, pues, para el recuerdo y homenaje a personas que destacaron para bien en sus quehaceres.

A ver qué se dice si Bardem no gana el Oscar. O si lo gana, que puede sentar peor

Ah, pero la admiración dura poco, se administra con cuentagotas y, en todo caso, mejor tras la muerte de la persona admirada. En vida, ni pan ni sal. Lo cuenta maravillosamente Fernán-Gómez en La silla de Fernando. "Cuando el español cree que envidia a otros, no es en realidad envidia lo que siente, porque envidiar es querer hacer lo que el otro hace, por ejemplo escribir las 1.200 páginas que tiene El Quijote. Lo que nosotros llamamos envidioso no es el tipo que dice con gesto de asco que a fin de cuentas el Quijote no es para tanto. Eso no es envidia, sino desprecio. Las ganas que se tienen de que Raúl falle un gol porque ya está bien de Raúl, ¿es que no hay más que Raúl?, es desprecio. No hay lugar para la excelencia. Creo que el pecado que más puede definir al común de los españoles es el del desprecio".

A Marsillach se le rebajaban méritos para con ello ensalzar a Fernando, y al revés. La Miró era insultada como choriza, por aquella trampa que le tendieron los suyos y que la llevó a los tribunales. A Pablo del Amo le privaron del Premio Nacional de Cine, por rojo, aunque años después se lo acabaron dando. Miguel de Molina tuvo que huir de España tras la paliza de muerte que le dieron unos fachas en la primera posguerra. Eloy de la Iglesia murió sin un duro, en parte también, eso sí, por su mala cabeza...

Bienvenidas sean estas celebraciones. Para no olvidarles. Pero no estaría mal ir ensayando con los vivos. Por ejemplo, Bardem. A ver qué se dice si no gana el Oscar. O si lo gana, que nunca se sabe qué puede sentar peor. Fernán-Gómez lo veía clarísimo... Por cierto, de La silla de Fernando se ha editado en DVD una nueva versión con dos horas más de charla con el maestro. Una gozada.

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