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Tregua para la noche de los Oscar

Los actores amenazan ahora a las productoras con una nueva huelga

Gregorio Belinchón

En cualquier bar o tienda de la ciudad del cine, la respuesta parece ser estos días la misma: "Preferimos ni planteárnoslo; otra huelga sí que nos asusta". Porque en la semana previa a los Oscar que se salvaron por los pelos de la amenaza de la huelga de los guionistas, una nueva sombra se cierne sobre la industria.

El 30 de junio vence el convenio entre el sindicato y los productores
Los guionistas sumaban 12.000 asociados; los intérpretes, 120.000
"Empezaremos a negociar cuando mejor nos venga", dice un portavoz
Ningún intérprete hablará sobre el tema en la gala del domingo
Especial Oscar

Si el paro de los escribas hizo temblar Holly-wood durante sus 100 días de duración, el 1 de julio podrían ser los actores quienes decidieran salir a la calle con las pancartas. Y las cifras asustan en Estados Unidos: frente a los 12.000 escritores asociados que hicieron perder a la economía californiana unos 14,5 millones de euros, el Screen Actors Guild (SAG), el sindicato de actores, cuenta con 120.000 asociados. Los intérpretes sí paralizarían por completo la industria audiovisual. Un presentador puede improvisar sin guión, pero ¿y si no hay actores en la pantalla?

Más allá de las señales de optimismo -como la escena compartida el lunes entre Jack Nicholson, Chris Rock o Tobey Maguire, que animaron a Pau Gasol en su debú en casa como jugador de Lakers con el todopoderoso productor Joel Silver (Matrix)-, los actores ya han empezado a mostrar sus recelos en público. La fecha fatídica es el 30 de junio, día en que concluye el convenio firmado entre el SAG y la Alliance of Motion Picture and Television Producers (AMPTP), la asociación que engloba las grandes productoras de cine y televisión.

En una esquina del cuadrilátero, el presidente de los actores, Alan Rosenberg, un sindicalista a la vieja usanza, el hombre que arruinó la ceremonia de los Globos de Oro cuando dijo que "ningún actor" cruzaría los piquetes de los guionistas, y que fue reelegido en su cargo en septiembre. En la otra, gente como George Clooney, Robert de Niro, Meryl Streep y Tom Hanks, que el pasado jueves pagaron un anuncio en The Hollywood Reporter y en Daily Variety urgiendo a sus dirigentes a negociar desde ya, como hizo con éxito el sindicato de directores. Una petición que Clooney ya había expresado en el tradicional almuerzo de los candidatos a los Oscar: "Existe la creencia popular en el sindicato de que el poder de negociación crece cuanto más esperemos. Pero en este caso creo que ya hay mucho cansancio con la huelga y que en realidad comenzamos a perder poder de negociación". Y con eso se refiere a maquilladores, tramoyistas, regidores... gente que sufrió con el otro paro. En Beverly Hills o West Hollywood, y en realidad por todo el valle de San Fernando, que es donde realmente viven los trabajadores de los estudios de televisión y cine de Los Ángeles, la huelga repercutirá en la gente que se dedica a los servicios, los que ganan su salario con propinas, tiques de aparcamiento, gastos de tintorería... Ésos sí están hartos.

Sin embargo, Rosenberg y su mano derecha, Doug Allen, director ejecutivo del sindicato y el portavoz encargado de la negociación, no opinan igual. "Comenzaremos a negociar en el momento que más beneficie a los intereses de nuestros afiliados", declaró Allen. Primero han pactado con la AFTRA, la otra gran asociación de intérpretes, especializada en radio y televisión, ir juntos a la mesa con los productores y han asegurado que lo logrado por los guionistas en su intrincado convenio en el porcentaje de beneficios de los filmes en Internet les parece poco. Después, han recabado el apoyo de esos guionistas, y lo han recibido públicamente, por si acaso. Y por supuesto, cierran un frente común de silencio: la SAG rehúsa hacer todo tipo de declaraciones ("No hacemos comentarios salvo por escrito y cuando lo estimemos oportuno", decían ayer). Ese silencio se percibirá en la gala de los Oscar del domingo, cuando ningún actor hable sobre el tema, salvo para repetir "lo que diga el sindicato".

Pase lo que pase, Nicholson y Rock seguirán disfrutando de sus abonos anuales de primera fila, esos que les permiten comentar la jugada entre la mesa de anotación y el banquillo rival. Vistas sus sonrisas el martes -el partido ayudó, con Gasol y Bryant en plan Terminator y los Lakers ganando de 29- y la charla amistosa al final entre Maguire y Silver, ellos aún no están preocupados.

Un operario prepara la alfombra roja de los Oscar.
Un operario prepara la alfombra roja de los Oscar.REUTERS

Daños colaterales en la sombra

Si la huelga de los actores de Hollywood se hace realidad, hay un gremio que va a sufrir serias consecuencias. Es el de los entrenadores de voz o acento, ese dialect coach que aparece en los títulos de crédito de las películas, y que son los responsables del tono empleado por muchos de los intérpretes candidatos este año a los Oscar. Javier Bardem es uno de ellos. El actor español estuvo durante dos semanas con Howard Samuelsohn, grabando todos sus diálogos, a la búsqueda de un acento alejado del mexicano con el que hablan los compinches de Antón Chigurh, el personaje que interpreta en No es país para viejos. Samuelsohn es un conocido experto en Estados Unidos, que ha realizado su trabajo en filmes como Moulin Rouge, Descubriendo a Forrester o Piratas del Caribe.

Más largo, dos meses, fue el proceso para convertir la voz de Marion Cotillard en el peculiarísimo tono de Edith Piaf en La vida en rosa, filme por el que es candidata a mejor actriz protagonista. Fue el francés Pascal Luneau, entrenador de actores en Nikita o Farinelli, il castrati, quien trabajó con Cotillard no sólo en el acento, sino también en los gestos y movimientos tan característicos de la cantante francesa.

Caso aparte es el de Daniel Day-Lewis, que se preparó por su cuenta el especial acento que emplea en Pozos de ambición, que ensayó durante un año. Todo lo contrario que Viggo Mortensen en Promesas del Este, que trabajó con dos entrenadores: el veterano británico Andrew Jack, con más de 50 filmes a sus espaldas, que ya había colaborado con el actor norteamericano en El señor de los anillos, y el ruso Olegar Fedoro, con el que ensayó el acento ucranio que utiliza en el filme.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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