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Reportaje:El conflicto colombiano

Colombia grita basta

La sociedad se moviliza contra las condiciones de vida de los secuestrados

Francisco Peregil

La ex diputada del Partido Liberal Consuelo González de Perdomo ha traído desde la selva unas cartas que han hecho llorar a todo el país. Son las misivas en las que varios rehenes en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han enviado a sus familiares. Periodistas, lectores de periódicos, políticos, telespectadores..., miles de personas han llorado con estas noticias que hablan de cadenas, desesperanza y desolación.

Pero Consuelo, que fue secuestrada el 10 de septiembre de 2001, cuando los medios no hablaban de otra cosa que de las Torres Gemelas y Bin Laden... Consuelo, a cuyas hijas les tocó llamar a muchas puertas sin que casi nadie les hiciera caso al principio... Consuelo, cuyo marido murió en 2003 a los 69 años de una enfermedad cardiaca tras asistir a decenas de programas de televisión rogando por su liberación... Consuelo González, de 57 años, no lloró al reencontrarse con sus hijas en Caracas el 10 de enero, seis años y cuatro meses después del secuestro. Ni siquiera lloró el viernes pasado al abrazar a su madre, que la esperaba en Pitalito, el pueblo sureño de 120.000 habitantes donde viven ambas.

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Sin embargo, a pocos metros y minutos de abrazar a su madre, en cuanto la subieron en un coche y observó los retratos de su propio rostro en manos de sus paisanos y vio cómo la gente le lanzaba besos, coreaba su nombre y la palabra libertad..., de pronto, Consuelo rompió a llorar y siguió sonriendo y llorando durante las tres horas que duró su marcha.

Algo parecido sucede con Colombia. El país vivió tiempos mucho peores, con más asesinatoss de las FARC que ahora. Con más paramilitares. Con muchos más rehenes. Sin embargo, Colombia ha roto a llorar. La sociedad vive un momento de inflexión, de solidaridad con las víctimas, parecido al que experimentó España con el secuestro y muerte de Miguel Ángel Blanco.

Una de las gotas que ayudó a colmar el vaso fue la carta que escribió desde la selva Ingrid Betancourt, divulgada el 30 de noviembre, en la que decía que vivir allí era estar muerta. Otra ha sido la caminata de medio año que emprendió Gustavo Moncayo, padre del cabo Pablo Emilio, secuestrado hace 10 años, desde Sandoná, un humilde municipio en la frontera con Ecuador hasta Bogotá, donde fue recibido hace pocas semanas por más de un millón de personas, y desde Bogotá hasta Caracas, adonde llegó el viernes, para solicitar la ayuda del presidente venezolano, Hugo Chávez.

Pero han sido las cartas que ha traído Consuelo las que han terminado de conmocionar al país al reflejar las terribles condiciones de vida de los rehenes. "Me tocaba arrastrarme por el barro para mis necesidades, únicamente con la ayuda de mis brazos porque no podía levantarme", relata el teniente coronel Luis Mendieta, que lleva nueve años secuestrado.

El periodista colombiano Jorge Enrique Botero, uno de los que más acceso tiene a las FARC, hasta tal punto de que fue el primero en informar de que la rehén Clara Rojas había engendrado un hijo con un guerrillero, sostiene que la imagen de la guerrilla ha quedado seriamente dañada. "Incluso aunque liberasen a los presos canjeables. Se va a instalar en el imaginario colectivo una idea de crueldad que para una organización que aspira a ser un partido político es un obstáculo muy grande", señala.

Los familiares de las víctimas han convocado una manifestación para el miércoles en Pitalito, otros ciudadanos han iniciado una campaña de recogida de un millón de firmas en Internet, y los medios de comunicación repiten imágenes del reencuentro de Consuelo y Clara con sus familias mientras se oye la canción que dice: "Sólo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente".

Pero Consuelo teme que toda esa solidaridad se diluya en el aire: "Estas pruebas de supervivencia han causado horror. Pero ojalá que la solidaridad que hoy estamos viviendo no se disipe con un partido de fútbol o cualquier evento".

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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