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Columna
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Fumar con Esperanza

Vicente Molina Foix

El diseño no es bonito, pero sí muy claro: un cigarrillo encendido envuelto en un círculo; debajo unas letras: "En este local está obligado fumar". ¿He leído bien? No, no he leído bien.

Lo que todos los cafés, bares y restaurantes de mi barrio, por no decir de todo Madrid, dicen visiblemente en su puerta es otra cosa: "En este local está permitido fumar". Pero la sensación que produce entrar en cualquiera de estos establecimientos es la misma que tenía el forastero desarmado que entraba en un saloon de pistoleros del Viejo Oeste; desde la barra y las mesas te miran con recelo, cuando no con desdén, y de un momento a otro esperas que desenfunden (el mechero) contra ti. Si vas mucho a estos sitios eres hombre muerto.

El fumador impenitente fue recobrando la seguridad en sí mismo y ganando terreno

La ley antitabaco lleva dos años dictada en España pero no desde luego implementada, como dicen los horteras a la violeta. Al principio, el fumador recalcitrante se desconcertó por la prohibición, y hubo -durante unas pocas semanas- locales públicos donde se pudo estar tomando una ensaladilla rusa en la barra sin recibir en la cara la nube bacteriológica de la nicotina, mucho más nociva que la salmonella latente en las mayonesas.

Poco a poco, el fumador impenitente fue recobrando la seguridad en sí mismo y ganando terreno (o espacios), y al cumplirse a principios de 2007 un año de la ley desimplementada todo volvió a ser más o menos como era antes, con el agravante del cartelito en las puertas de los establecimientos de hostelería: una descarada invitación al delito.

La venta de cigarrillos y el índice de fumadores han bajado levemente desde la ley (las ventas descendieron en 2007 a 4.119 millones de unidades, frente a los 4.131 millones fumados en 2006), pero eso no nos concierne a los no-fumadores, o al menos a mí.

Yo no quiero que la gente (algunos muy buenos amigos míos entre ellos) se quite del vicio, uno de los pocos no perseguidos por la Conferencia Episcopal y el Santo Oficio de la Inquisición, organismos que ahora, todo parece indicarlo, han hecho fusión.

Lo único que modestamente se pide es que no se fume contra ti, y con más motivo en aquellos locales donde estás comiendo un salmón a la plancha sin ahumar y bebiendo un buen licor.

El fracaso en la práctica de la ambiciosa y juiciosa ley que preparó y dejó aprobada la ministra Elena Salgado coincide además con la restricción obligatoria impuesta desde el pasado 1 de enero en otros tres países de la Comunidad Europea, Francia, Alemania y Portugal, que se suma a las ya existentes en Italia, Irlanda y Reino Unido. Me llamó la atención lo de Portugal, pues lo tenía como uno de los países más fumadores de Occidente; recuerdo en ese sentido que el gran fotógrafo de cine Néstor Almendros, uno de los hombres más refinados e inteligentes que he conocido, solía bromear con sus amigos fumadores, y en particular delante de Terenci Moix, cada vez que encendían un cigarrillo: "Ça fais portugais", decía Néstor en su perfecto francés. Alguno muy sensible (o muy orgullosamente francés) apagaba el pitillo, no queriendo quedar como un fumador portugués.

En las informaciones que hemos leído respecto a esas nuevas leyes que han entrado en vigor en los tres países comunitarios desde primeros de este mes se habla, naturalmente, de la prohibición no sólo en los centros de trabajo y de salud, sino en restaurantes, bares y discotecas. A estas últimas, paraíso de los consumidores de tabaco, he dejado de ir drásticamente, no sólo por edad; la humareda que en ellas flota las asemeja a fumaderos de opio de un Lejano Oriente visto por el Hollywood clásico, pero sin el morbo de que pueda aparecer de repente Marlene Dietrich con su boquilla en la boca.

Encuentro de un oportunismo sangrante que los madrileños de izquierdas fumen impunemente allí donde la ley lo prohíbe amparándose en Esperanza Aguirre. Madrid está en cabeza de las llamadas "comunidades rebeldes" (todas gobernadas por el PP), donde la ley estatal no se aplica ni se controlan las infracciones ni se investigan eficazmente las denuncias, setecientas en los últimos seis meses. Conocemos el historial de la presidenta de la Comunidad: derechista, golfista, liberalista a ultranza, privatista de todo lo que huela a arte y cultura. Su única rebeldía será la tabaquista.

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