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Reportaje:

Cinco meses más echando humo

Las unidades antitabaco de la región son insuficientes y acumulan demoras de varios meses

El Gobierno de la Comunidad de Madrid se felicita por haber alcanzado un 54% de efectividad en sus tratamientos para dejar de fumar. "Más que los demás", subrayan con orgullo de competidor victorioso. Sus responsables dan ruedas de prensa. Exhiben sus estadísticas grapadas en dos folios. Aliñan las tablas con un discurso desdeñoso con las leyes antihumo gubernamentales, "irrelevantes e insuficientes". Los números cuadran, pero no tanto. Ese balance, presentado por la Consejería de Sanidad, esconde un secreto: la lista de espera. Una demora entre cuatro y cinco meses en casi todos los centros médicos especializados. Tiempo suficiente para enfriar los buenos propósitos.

Además, la demora no es estacionaria. "No se debe al comienzo del año y la determinación renovada de la gente. Es un problema que se va acumulando desde hace tiempo", recitan en la pionera unidad antitabaco del hospital Carlos III, de las más importantes de España. Igual sucede en el hospital La Paz, donde el desbordamiento les lleva a citar para finales de abril.

En La Paz, el 40% de los pacientes son trabajadores del centro sanitario
"El retraso no es por el fin de año, es una tendencia", dicen los expertos

En Madrid hay cerca de millón y medio de fumadores entre 16 y 64 años, un 32,7% de la población en esa horquilla de edad. Desde 2004, fecha de inicio de los planes de la Comunidad para atajar este hábito, el montante ha descendido en cerca de cuatro puntos porcentuales. Un descenso muy acusado en el caso de los adolescentes, que han bajado del 21% al 14%. Todo, según la consejería.

En el hospital La Paz, el doctor Alcolea, pone su entusiasmo y sus conocimientos, muchos, al servicio de sus pacientes, muchos también; demasiados para los dos días semanales en los que pasa consulta en la unidad antitabaco. Alcolea roza el 50% de éxito con una clientela que llega a los 32 pacientes nuevos por mes. De ellos, casi el 40% lo compone personal del propio centro sanitario -los funcionarios reciben la atención gratuitamente-. Otro 40% es gente con enfermedades graves y sólo el 20% viene de primaria.

Alcolea cree que el problema en España es que "no se percibe el tabaquismo como una enfermedad" y predice un aumento de la demanda y, sobre todo, de los medios médicos para combatir esta patología. "Va a más. Por mucho que queramos, la demanda aumenta y ya se nos está yendo la lista hasta abril, cuando antes era de dos meses", asegura. Un dato negativo que encierra uno bueno: "Cada vez hay más gente concienciada".

El director de salud pública, Agustín Rivero, elude detenerse en los tiempos de espera. Prefiere mostrar a un fumador real y arrepentido. Más aún, "a un gran fumador", como subraya Carlos Jiménez, médico responsable de la unidad especializada de tabaquismo. El gran fumador es un señor de unos 50 años y un jersey de pico verde que sopla en un pequeño tubo. Su nivel de monóxido es alto. La doctora se lo explica irguiendo el dedo índice. Pero le tranquiliza: "Poco a poco irá bajando hasta límites normales". Todo gracias al tratamiento: un complejo proceso que sólo en fármacos cuesta cerca de 240 euros por sujeto. Un tipo, en este caso, que volvió a fumar por los atentados en Madrid del 11 de marzo de 2004".

Entre los psicólogos especializados en la compulsión hacia el tabaco, hay dos tesis enfrentadas sobre las listas de espera. Unos las consideran positivas. Tienen sus argumentos. Creen que la demora selecciona de manera natural a quienes están verdaderamente convencidos de dejar el hábito, un a priori absolutamente necesario para conseguirlo. Otros, sin embargo, creen que la ayuda debe ser inmediata porque si no el individuo se enfría. Rodrigo Córdoba, del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, se inclina por un término medio. "¡Cinco meses es una barbaridad!", exclama antes de decantarse por "un plazo razonable". De cuatro a seis semanas, calcula.

Pero lo cierto, es que pese a la opinión de los psicólogos, los expertos, entre ellos, Carlos Jiménez, no otorgan tanto peso a los aspectos psíquicos de la dependencia como le atribuye la creencia popular. Lo más duro, según su exposición, es la adicción física. Pura y dura. Por eso, las terapias se basan fundamentalmente en los fármacos. La unidad central de la Comunidad, en un piso antiguo de una calle céntrica de la ciudad, está llena de folletos de empresas farmacéuticas. Las mismas que fabrican los medicamentos que han consumido un total de 964 personas a lo largo del año en la unidad. Dejaron de fumar 576 de ellas.

Muchos de los pacientes que se mueven por el encerado parqué de la consulta tienen problemas de salud graves asociados al tabaco. Insuficiencias respiratorias, problemas cardiacos. Unas circunstancias que les permiten acceder a los programas con más rapidez. El gasto total declarado por la consejería de salud en 2007 es de 2,8 millones de euros. Hay 36 consultas asociadas a la principal unidad antitabaco, la del doctor Carlos Jiménez.

Pero no es suficiente. No, al menos, en opinión de Córdoba: "La estructura en España es insuficiente, los medios son insuficientes y el personal es insuficiente". En consecuencia, el servicio que se da a los ciudadanos es "voluntarista y deficiente". La Comunidad de Madrid ha mantenido varios contenciosos con las leyes estatales antitabaco, desafiando la legislación, poniendo trabas a su aplicación y haciendo la vista gorda con quienes incumplen la norma.

En esa línea, la Sociedad Madrileña de Neumología y Cirugía Torácica pidió el jueves pasado que la ley estatal se amplíe a todos los lugares públicos sin excepción.

Jiménez parece orgulloso de su consulta. Muestra la báscula que calcula el índice de masa corporal con insistente satisfacción. Sirve para controlar que los pacientes no engorden mucho al dejar de fumar. Un aumento de peso que, según Jiménez, se debe, sobre todo, a que la nicotina quema grasa. Y claro, si ya no hay nicotina, pues la grasa campa a sus anchas. Jiménez también esgrime cifras: en 2006 realizó 2.435 cooximetrías y 467 espirometrías. Rivero, a su lado, sonríe. La Comunidad tenía un plan en 2004, "y se ha cumplido".

Aunque sea con un retraso de cinco meses.

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