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Reportaje:

Una segunda vida para la tele vieja

En marcha la primera planta andaluza de reciclaje de residuos electrónicos

Si usted tira un electrodoméstico a un contenedor de basura, terminará en un vertedero convencional y se estará desperdiciando toda la energía que ese aparato todavía contiene, por muy viejo que esté. Para aprovechar el potencial que los cacharros en desuso albergan ha entrado en funcionamiento en Aznalcóllar (Sevilla) la planta de Recilec, la primera de reciclaje de residuos eléctricos y electrónicos de Andalucía y única en Europa por su carácter integrado. Se trata de una iniciativa de la empresa pública de gestión medioambiental Egmasa, dependiente de la Consejería de Medio Ambiente, y las firmas privadas Indumental Recycling y Técnicas de Protección Ambiental, filial del Grupo FCC (Fomento de Construcciones y Contratas).

Andalucía genera 45.000 toneladas de restos electrónicos, la mitad peligrosos

Las posibilidades que atesora aquello que un ojo neófito catalogaría como simple chatarra son muchas. Prácticamente todos los componentes de un electrodoméstico -desde un pequeño teléfono móvil hasta un frigorífico industrial o un aparato de escáner médico- pueden ser reutilizados. Sus plásticos, sus metales, vidrios o sus aceites pueden vivir una segunda existencia. Para ello es necesario depositarlos en los Puntos Limpios (centros de recogida de residuos urbanos específicos). De allí partirán a plantas como la de Aznalcóllar para ser tratados.

Desprenderse a la ligera de algunos electrodomésticos, como los frigoríficos o los aparatos de aire acondicionado, no sólo acarrea la pérdida de energía y material, sino que contamina directamente el suelo, el agua y el aire, ya que dichos aparatos contienen algunos elementos que son peligrosos si no se tratan. Elementos como los gases CFC o los derivados de hidrocarburos o los aceites. Aceites que podrían, por ejemplo, ser reciclados como combustible en fábricas cementeras.

Andalucía genera entre 40.000 y 45.000 toneladas de residuos de este tipo al año, aproximadamente un 50% tienen componentes peligrosos. La planta de Aznalcóllar tiene capacidad de absorber la totalidad de estos residuos, si bien en este primer año se quieren alcanzar las 12.000 toneladas. "Es importantísimo que los ciudadanos se conciencien de la necesidad de reciclar este tipo de aparatos para dejar de contaminar. Pero la clave no sólo está en ellos, sino en la existencia de una completa red de Puntos Limpios donde se puedan depositar dichos materiales", explica Leonardo Díaz, gerente de la planta.

Andalucía cuenta con una red de unos 50 Puntos Limpios, una cifra reducida si la comparamos con las de otras comunidades. "Sólo Cataluña cuenta con 265 puntos limpios", destaca Díaz. La Consejería de Medio Ambiente dice que prevé incrementar este número en los próximos meses. La central no sólo se abastece de Puntos Limpios, sino que también ha llegado a convenios con cinco grupos que aglutinan a numerosas empresas fabricantes y distribuidoras de electrodomésticos que recogen aparatos viejos o defectuosos de sus puntos de venta y los trasladan a la factoría.

Una rápida visita a la planta es toda una experiencia. Sus tres líneas de trabajo principales están dedicadas a televisores y monitores de ordenador, lámparas fluorescentes, y frigoríficos, aunque también se trabaja con todo tipo de electrodomésticos. De los televisores se aprovechan los cables, las placas electrónicas, los conos de cobre, la carcasa de plástico... Especial cuidado se tiene con el tubo de radio catódico, que alberga un vidrio con alto componente en silicato de plomo. Este último material, por ser peligroso, será llevado a una planta específica. El resto de componentes son machacados y triturados por separado hasta que estén óptimos para el traslado a las centrales de reciclado. Lo mismo ocurre con las lámparas fluorescentes. En el proceso de pulverizado del vidrio se obtiene polvo de fósforo y mercurio, éste último perfectamente reutilizable, al igual que el vidrio mismo y los componentes metálicos.

Mención especial tiene el procesado de frigoríficos. Tras retirársele parte del gas que almacena, el aparato pasa entero por una máquina de la que saldrá hecho virutas. Pero virutas catalogadas. Por un lado, las de plástico; por otro, las de metal y, finalmente, una tercera vía desprende una especie de corcho inocuo, llamado Pelet, resultado de la extracción del gas CFC o hidrocarburos. Unos gases que, tras almacenarse, se incineran en Bélgica.

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