Philippe Starck, en la Puerta de Alcalá
RAMSES, tres espacios en uno con el sello del diseñador francés y un proyecto gráfico de Luis Úrculo
Desde la inauguración de Ramses (Life & Food) en Madrid, el pasado mes de diciembre, sus propietarios han pulverizado todos los récords de asistencia. Donde antes se hallaba una galería de arte, ahora triunfa un local de estética deslumbrante que el excéntrico diseñador francés Philippe Starck ha vestido de gala. Con la versatilidad creativa que le caracteriza, ha dejado en evidencia su propensión a lo barroco, y su peculiar habilidad para superponer toques kitsch a detalles vanguardistas. Espacio espectacular, con mesas y barras retroiluminadas, a cuya ambientación contribuye el arquitecto y diseñador Luis Úrculo (www.luisurculo.com), de 29 años, que además de ilustrar algunos techos y paredes, ha diseñado la carta y ha creado la identidad gráfica del local en torno a un personaje imaginario llamado Ramses (un aristócrata supuestamente nacido en Trieste en 1905).
RAMSES
5.- Plaza de la Independencia, 4. Madrid. www.ramseslife.com. Teléfono 914 35 16 66. No cierra. En el Petit, entre 45 y 55 euros por persona. En el Bistrot, entre 60 y 90 euros por persona. Croquetas de berenjena, 12 euros. Hamburguesa de gallina, 14 euros. Costillas de cerdo ibérico, 12 euros. Tiramisú de maracuyá, 5 euros.
Pan ... 4
Café ... 6
Bodega ... 7
Ambiente ... 8
Aseos ... 9
Servicio ... 6,5
No es extraño que los colectivos más fashion se sientan atraídos por un lugar semejante, ideal para dejarse ver o tomar una copa. Igual que sucede en otras ciudades occidentales, incluidas Nueva York, París o Londres, se trata de negocios que suscitan una pregunta inevitable: ¿están reñidas estas inversiones millonarias con la calidad culinaria de sus respectivos restaurantes? No forzosamente. Sin embargo, la realidad demuestra que bajo determinadas circunstancias resulta difícil que destaquen en el apartado gastronómico. Para juzgar la comida de Ramses hay que recorrer diversas estancias. A la entrada, su concurrida barra de cócteles franquea el acceso al restaurante El Petit, el lugar más informal de la casa. Rincón entre fascinante y divertido, con un servicio serio pero demasiado acelerado, sillas aparatosas y grandes candelabros, al que perjudica el alborozo de la barra y el volumen de la música ambiental, que obliga a conversar gritando. Y para comer, recetas predecibles junto a otras surgidas de la imaginación de sus cocinas que agradan o desilusionan, según los casos. Son aceptables sus croquetas de berenjena, y tienen un pase los mejillones al curry y los huevos al plato con setas. Tampoco estarían mal la hamburguesa de gallina en pepitoria y el carpaccio de solomillo, de no ser por la arrasadora presencia del ajo. Peor impresión causan las costillas de cerdo, que, sencillamente, no son de recibo.
UN MINICOMPLEJO
FORZADO POR su prolija nómina, en la que figuran 130 empleados, Ramses ha abierto sus puertas con la necesidad de rentabilizar al límite sus instalaciones. Comienza a funcionar a las ocho de la mañana con los primeros desayunos y cierra de madrugada con las últimas copas.Dispone de un show-cooking, con cocina en directo para una única mesa bajo reserva, y ofrece un vistoso brunch los sábados y los domingos. Además, mantiene en funcionamiento las cocinas de El Petit durante horarios larguísimos. Por si no fuera suficiente, dispone de una sala club, especial para eventos, dotada de todo tipo de recursos audiovisuales. En suma, un gran minicomplejo que corona el Bistrot, restaurante situado en la segunda planta en el que la casa se vuelca en aspiraciones. Un lugar mágico, a través de cuyas ventanas se observa la Puerta de Alcalá y el Retiro, con una ambientación difícilmente superable, dotadode un servicio que se desvive por realizar bien su trabajo y donde casi todo está bien a excepción de su comida.Quizá por falta de rodaje, tal vez porque las materias primas son discretas o porque sus cocinas asumen complejidades innecesarias, sus platos no están a la altura que debieran. La ensalada de perdiz escabechada con humus y granadas, el arroz meloso de conejo a las cinco especias y el rape sobre ragú de mejillones dejan en el paladar una insatisfacción manifiesta. Se salvan, en parte, los chipirones a la plancha y el rabo de toro al vino. El café es bastante bueno, pero no se elabora correctamente.
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