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Reportaje:FOTOGRAFÍA

Retrato de la Generación FIB

Carmen Pérez-Lanzac

Más de cien grupos de música repartidos en tres días, 40.000 visitantes diarios, un pueblo de Castellón y un impacto económico de 14 millones de euros. El Festival Internacional de Benicàssim es la principal batalla de la música independiente en España. Y cada verano se plaga de jóvenes. El 90% de los asistentes tiene entre 18 y 35 años. Jóvenes españoles, pero cada vez más extranjeros: cerca de la mitad de los asistentes a la última edición lo eran, la mayoría llegados del Reino Unido, donde ya es famoso. Todos entregados a la causa. Y sí, sucede el tercer fin de semana de julio, en pleno verano, y hace un calor asfixiante. Apenas se duerme. Los váteres acaban infectos. Hay que compartir las duchas al aire libre con otras mil personas, y el cámping es un calvario. El de la tienda de campaña de la izquierda ronca, y el de la derecha no se cansa de tocar los bongos. La gente bebe y tiene resaca. Se droga y tiene resaca. Y no es barato. El abono de tres días cuesta 145 euros, a los que hay que sumar comida, transporte y lo que cada cual quiera meterse en el cuerpo. ¿A santo de qué tanto sufrimiento?

Por los conciertos. De grupos independientes que no suenan machaconamente en la radio. Músicos como Nick Cave & The Bad Seeds, Iggy Pop, Björk, Morrisey, The Strokes, Pixies, Sonic Youth, PJ Harvey, Wilco, The Artic Monkeys, The Chemicals Brothers… El FIB es una de las citas imprescindibles de los amantes de la música. Y es el festival más internacional del sur de Europa. Glastonbury (Reino Unido) y sus 180.000 asistentes sigue siendo el líder. Pero siempre acaban embadurnados en barro. En Benicàssim hace sol, hay playa. Otras citas son más multitudinarias, como el Viña Rock. O más modernas, como el Sonar. Pero el FIB es otra cosa. Se ha hecho un nombre. No sólo entre el público. También entre los músicos.

"Habíamos oído hablar de la fama de este festival, y no es broma que fue el primero en el que consideramos actuar (…). Ha sido un privilegio, sobre todo por la acogida del público y de los organizadores, aunque no podía diferenciar entre unos y otros, y eso está muy bien. (…) Nos da confianza para tocar en más festivales y viajar a más sitios. Pero en mi corazón sé que la experiencia en Benicàssim ha sido única, por eso quería escribiros y daros las gracias antes de bajar a tierra. Os deseo muchos festivales con éxito". Que el líder de un grupo le escriba una carta a los organizadores del festival en el que acaba de actuar desde el avión de vuelta a casa, muy normal no es. Stuart Murdoch, cantante de Belle & Sebastian, lo hizo tras actuar en el FIB.

Todo empezó a fraguarse en 1994, de la mano de cuatro amigos: los hermanos leoneses José y Miguel Morán, el también leonés Luis Calvo y el gallego Joako Ezpeleta. Entre los cuatro sumaban una discoteca de culto entre los aficionados a la música indie, la Sala Maravillas; una discográfica, Elefant; un programa de Radio 3, Viaje a los sueños polares, y una revista, Spiral. Echaban de menos un festival donde ver los grupos que les gustaban. Que hoy ha cambiado mucho el panorama, pero quien pueda que haga memoria… El viernes 4 de agosto de 1995 abría las puertas el velódromo de Benicàssim, su primer recinto. Por él pasaron 25 grupos (The Charlatans, Ride, The Pastels...) y 7.000 espectadores. Invirtieron 78 millones de pesetas y perdieron 14 millones. Pero ha llovido mucho desde entonces. Y no sólo por la tromba de agua que cayó sin piedad en 1997. Calvo y Ezpeleta se bajaron del carro hace tiempo. Pero se han sumado grandes patrocinadores (Heineken, Vodafone, Red Bull...) y un socio inglés.

Durante la última edición, la decimotercera, seis fotógrafos que nunca habían pisado el festival (y que no tenían intención de hacerlo) se infiltraron con un encargo: retratar con sus cámaras su esencia. El pasado 19 de julio arrancaba el evento. Tenían cuatro días por delante. Ni uno más. A disparar.

La idea surgió de Rafael Doctor, director del Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (Musac), y de Nacho Santos, director ejecutivo del FIB. "Queríamos retratar lo que supone la vivencia de un festival", explica Doctor. "No se trataba de hablar de música, sino de la experiencia. Porque un festival es una experiencia. Yo los relaciono con las peregrinaciones antiguas. Es lo mismo, sólo que ahora vamos a centros de ocio, de música o de cultura". Doctor se encargó de seleccionar a los fotógrafos: "Buscábamos a fotógrafos complementarios. Massimo Vitali, por ejemplo, tiene una visión muy topográfica de la fotografía; Ángel Marcos analiza los espacios; Carmela García crea un universo muy particular, mirando exclusivamente a las chicas; Cristina García Rodero se ha centrado en el éxtasis, en el momento álgido del público; Villarrubia se mueve como pez en el agua entre los artistas, e Immo Klink ha buscado los límites del festival, como a la gente que intenta colarse".

Ahora se publica un libro y se estrena una exposición, Benicàssim. El festival, en el Musac, el multicolor museo de León. La ciudad, por cierto, tiene cierto protagonismo en esta historia: los hermanos Morán son de San Facundo, un pueblo de la provincia. Un homenaje castellano-leonés al festival que ha conseguido que nos aprendamos que Benicàssim se escribe con doble ese y acento grave en la a.

La exposición 'Benicàssim. El festival' estará en el Musac del 26 de enero al 2 de marzo.

Generación FIB
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Sobre la firma

Carmen Pérez-Lanzac
Redactora. Coordina las entrevistas y las prepublicaciones del suplemento 'Ideas', EL PAÍS. Antes ha cubierto temas sociales y entrevistado a personalidades de la cultura. Es licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de El País. German Marshall Fellow.

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