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Tribuna:EUSKADI Y EL CAMBIO CLIMÁTICO
Tribuna
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Cumplir con el compromiso de Kioto

Antxon Olabe

Diez años después de la aprobación del Protocolo de Kioto, 1997, la comunidad internacional ha aprobado en Bali las bases para el acuerdo internacional que lo ha de sustituir al finalizar 2012. El acuerdo ha sido muy positivo por tres razones. En primer lugar, porque ha incorporado a Estados Unidos, principal emisor de gases de efecto invernadero del planeta. En segundo lugar, porque las grandes potencias emergentes, China e India, han aceptado reducir sus emisiones o su ritmo de crecimiento, bajo supervisión de las Naciones Unidas. Sin ellas, no hay solución al problema del cambio climático. En tercer lugar, porque se ha aprobado pagar a los países en desarrollo por la conservación de sus selvas tropicales. La deforestación causa más emisiones en el mundo que el transporte.

La deforestación causa más emisiones en el mundo que el transporte
Para alcanzar el objetivo el plan se ha centrado, con buen criterio, en el sector de la energía

En ese contexto, el Gobierno vasco ha aprobado un importante plan de lucha contra el cambio climático. Su filosofía, objetivos, análisis técnicos de soporte, así como su preparación entre diferentes departamentos del Gobierno, son positivos. En el nivel más estratégico, el plan propone, en sintonía con la reciente política energética y sobre cambio climático de la Unión Europea, una ambiciosa visión de Euskadi para 2020: avanzar hacia una economía poco dependiente del carbono, lo que significa apostar por un modelo energético menos basado en el carbón, el gas y el petróleo.

Teniendo en cuenta que disponemos de apenas 12 años para realizar esa importante transición, salta a la vista la envergadura del reto económico, tecnológico y social planteado. La actualización de la estrategia energética vasca en el año 2010 será el momento de comprobar cómo se hace operativa esa apuesta para el 2020.

El plan se ha fijado el objetivo de situar las emisiones de gases de efecto invernadero en el año 2012 en el +14% respeto al año de referencia, 1990. En la actualidad las emisiones son un 22% superiores a las de aquel año. Este es el gran objetivo del ambicioso plan, su núcleo central. A modo de contraste, hay que señalar que en España las emisiones actuales son un 49% superiores a las de 1990 y el Gobierno central va a tratar de situarlas en el +37% en el período de cumplimiento de Kioto, 2008-2012. Para alcanzar el objetivo de mitigación de emisiones el plan se ha centrado, con buen criterio, en el sector de la energía y, específicamente, en el subsector de la generación eléctrica. Alcanzar el objetivo del 14% depende de un puñado de actuaciones precisas. La primera, que la producción termoeléctrica sea generada en al menos un 95% por centrales gasísticas de ciclo combinado.

Eso significa que las obsoletas y altamente contaminantes centrales de carbón y fuelóleo de Pasaia y Santurtzi queden prácticamente inactivas. En ese sentido, sería de agradecer que Iberdrola, titular de ambas centrales, hiciese público su compromiso de colaborar al logro de ese objetivo. Esta medida supone el 25% de la mitigación de emisiones del plan.

La segunda, situar la producción de renovables en 3.750 Gwh/año, lo que implica multiplicar por cinco la actual potencia instalada de energía eólica en el País Vasco. Concretamente, se trata de pasar de los 145 Mw actuales de potencia eólica instalada a los 650 Mw que contempla la Estrategia energética vasca 3E-2010.

En mi opinión, ese despliegue de la energía del viento en los próximos cinco años sólo es posible si viene acompañada de un pacto a nivel de Euskadi entre el Gobierno vasco, las tres diputaciones forales y los municipios, y es explícitamente avalado por las principales fuerzas políticas parlamentarias.

El precedente de la paralización del parque eólico de Ordunte en Vizcaya y las dificultades que se han manifestado en el territorio de Álava para la puesta en marcha de los nuevos proyectos allí previstos indican el alcance de las dificultades con que se va a encontrar el desarrollo de la eólica, si no viene precedido por un acuerdo al más alto nivel de las instituciones y fuerzas políticas vascas. Del desarrollo de las renovables depende otro 25% de la mitigación de emisiones.

La tercera medida que soporta el éxito del plan es el avance en el consumo de biocombustibles. Se trata de conseguir que el 12% del consumo total de biocarburantes en el año 2012 proceda del biodiésel y el bioetanol, objetivo muy ambicioso teniendo en cuenta que su grado de penetración actual en el consumo de carburantes en Euskadi es del 0,5%. A favor de la medida está que la reciente normativa europea y estatal contempla que las propias refinerías incluyan en las mezclas de combustibles líquidos porcentajes crecientes de biodiesel y bioetanol. Supondrá el 12% del logro en la reducción de emisiones. Resumiendo, las tres acciones mencionadas aportan las dos terceras partes de la mitigación de emisiones que contempla el plan.

No hay duda de que llevar a cabo esas actuaciones en los plazos previstos va a ser difícil. Sobre eso no cabe engañarse. El éxito del plan sólo estará garantizado si la lucha contra el cambio climático se convierte en un objetivo de país, si Euskadi a través de sus instituciones representativas -Parlamento, Gobierno, diputaciones, ayuntamientos- lo hace realmente suyo. En ese sentido, es una buena noticia saber que el lehendakari va a presentar el día 19 de diciembre los programas y actuaciones del plan, corrigiendo así una falta de protagonismo ante un problema que lleva acaparando titulares y eventos internacionales desde hace meses.

El cambio climático es una de las más graves amenazadas de nuestro tiempo y todos hemos de contribuir a su solución. Actuar como free riders ante este reto global que enfrentamos como humanidad sería impropio de un país desarrollado y solidario como el nuestro. Supondría una actitud mezquina, egoísta, cortoplacista que nos dejaría fuera de juego ante uno de los grandes desafíos del siglo XXI.

Euskadi se ha propuesto cumplir con el protocolo de Kioto. Ahora se trata de demostrar con los hechos que seremos capaces de lograrlo.

Antxon Olabe es economista ambiental y analista de Naider.

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