Andrógino, industrial, frío y pragmático
Había un chiste del cómico Eugenio en el que un personaje de los suyos, inocentes y resacosos, leía un artículo en el diario en el que ponía "mujer enseña búlgaro". "Llamé", contaba, "¡y era un idioma!". Más allá de futbolistas, políticos sátrapas, zares, algún literato y, sobre todo, atletas femeninas de robusta complexión, la exportación de grandes nombres búlgaros es más bien limitada.