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Columna
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Con mucha, mucha calma

Soledad Gallego-Díaz

El presidente del Gobierno quiere que se abra una reflexión tranquila sobre la eventual reforma de la ley del aborto, en concreto sobre si hay que ampliar los tres supuestos de despenalización que se contemplan hoy (violación, malformación del feto y peligro para la salud física o psíquica de la madre). La idea es que, dado el difícil diagnóstico del daño psíquico, la ley ha provocado numerosos incidentes con los médicos y, lo que es peor, demasiadas situaciones de injusticia, incluso peligrosas, para las mujeres afectadas, que se ven, en muchas ocasiones, convocadas a los tribunales. Ver ante un juez a una mujer que ha abortado en una clínica autorizada para ello, sea como testigo o como imputada, es una imagen del siglo pasado que debería provocarnos una gran vergüenza.

El PSOE reflexiona sobre el aborto con mucha calma; desde hace unos 15 años, más o menos
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Lo asombroso de este llamamiento a la reflexión es el desconocimiento que supone de la historia de su propio partido, porque a todas las mujeres interesadas en este problema nos consta que el PSOE ha reflexionado mucho sobre él y que lo ha hecho con calma, con mucha calma, dado que empezó, como mínimo, hace 15 años. Se diría que el PSOE tiene sobre este asunto una amplia memoria histórica, documental y personal.

Hace nueve años, por ejemplo (con un Gobierno del PP) el Grupo Socialista lo analizó ya, con tanto detalle que presentó ante el Congreso de los Diputados una proposición de ley para incluir el llamado cuarto supuesto. Se trataba de despenalizar el aborto realizado como consecuencia de un "conflicto personal, familiar o social", lo que permitiría acabar con la ambigüedad del diagnóstico médico actual y, de paso, dejar establecidos los plazos en los que es posible interrumpir el embarazo.

El tema había sido reflexionado, debatido y aprobado por los diputados del PSOE y si finalmente no resultó aprobado fue porque se produjo, en tres ocasiones, un empate que permitió al Gobierno de Aznar dejar la ley como estaba. Quede para la memoria que la votación no prosperó, simplemente porque faltaron 11 diputados, entre ellos cuatro socialistas, incluido Felipe González ("Nadie me avisó a tiempo para votar", alegó).

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El cuarto supuesto y la ley de plazos quedó, pues, incorporado al programa electoral del PSOE, no como una ocurrencia de última hora de un pequeño grupo de militantes socialistas y feministas, sino como el resultado de una seria ponderación, respaldada con los votos de, al menos, la mitad del Congreso y el 95% del grupo socialista. Cuando el PSOE volviera al Gobierno, promovería el cambio de la ley, contando además con el apoyo, no sólo de IU sino de muchos diputados de CiU, PNV y de otros grupos que, cuando votan en conciencia, sostienen la ley de plazos.

Volvió el PSOE a La Moncloa y decidió, sobre la marcha, que la reforma no era una prioridad. Está en su derecho. Los Gobiernos deben establecer un orden de urgencia en sus compromisos. Lo que no se comprende es por qué dice ahora que va a pensar en ello y que será una prioridad en la próxima legislatura. ¿El qué será prioritario? ¿La reflexión, la reforma de la ley o el volver a meterlo en el programa electoral para 2014, sobre todo si para entonces cabe la posibilidad de que se vislumbre un Gobierno del PP?

Si el problema es que el debate sobre la ley de plazos está demasiado próximo a las elecciones de marzo, la solución no es evitarlo, sino haberlo planteado antes. Y si lo que se teme es que el cuarto supuesto sea utilizado desde los púlpitos para restar votos al PSOE, quizás se debería recordar que ese mismo argumento no tuvo ningún peso a la hora de legalizar los matrimonios entre homosexuales, que se consideró, además, prioritario. ¿Por qué va a tener tanto peso en un asunto que afecta a las mujeres?

Y, finalmente, si lo que se quiere es evitar que se asocie la propuesta electoral con los casos que, hipotéticamente, se han producido en Barcelona de abortos fuera de plazo, la realidad es que la mejor manera de evitarlos es, precisamente, cambiar la ley. La libertad de la mujer a decidir si quiere tener un hijo o no (sin necesidad de mentir y de jurar que tiene un problema mental) es compatible con la protección de la vida fetal a partir de un cierto número de semanas, tal y como ha establecido el Tribunal Constitucional.

Karl Kraus, al que algunos califican de misógino, pero a quien, sin duda, le irritaba mucho que se le aplicara a la mujer una moral distinta que al hombre, decía una frase tremenda que va a terminar por hacer fortuna entre las mujeres: "Hay que pasar la mitad del tiempo resistiendo y la otra mitad, indignándose". Qué cansancio. solg@elpais.es

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