Los asentamientos, otra vez
El primer ministro israelí, Ehud Olmert, y el presidente palestino, Mahmud Abbas, se comprometieron en Annapolis a "hacer todos los esfuerzos" para alcanzar un acuerdo (que no a aplicarlo) sobre la creación de un Estado palestino en 2008. El primero nada contra la corriente de 40 años de desprecio -el propio Olmert, como alcalde de Jerusalén y dirigente del Likud, impulsó los hechos consumados- a la legalidad internacional. El segundo, desprestigiado entre los suyos, da manotazos ante el torrente de Hamás, dueño de la franja de Gaza, aunque en la clandestinidad, por ahora, en Cisjordania.
Un diplomático europeo con dilatada trayectoria en Oriente Próximo explica una regla de oro en esta región: "Me piden informes en el ministerio porque quieren saber qué va a suceder en los próximos meses. Y yo les digo que eso es una temeridad. En Oriente Próximo sólo hay que observar las tendencias consolidadas". Unas tendencias ignoradas por la comunidad internacional, que ha cerrado los ojos. Nadie puede excusarse con el pretexto del efecto sorpresa. Ariel Sharon, ya dijo en 1973: "Haremos un sándwich de pastrami con los palestinos. Insertaremos una franja de asentamientos judíos en medio de los palestinos, y otra franja de colonias a través de Cisjordania, y así en 25 años, ni Naciones Unidas, ni Estados Unidos, nadie, podrá destrozarlos".
Parece asumido que las colonias quedarán bajo soberanía israelí
Efectivamente, parece asumido -jamás por los islamistas- que los grandes bloques de colonias, protegidos por el muro de hormigón y vallas eléctricas, vivirán bajo soberanía israelí, y que el Gobierno de Olmert presentará en la Kneset una ley para compensar económicamente a los 75.000 colonos que deseen abandonar los asentamientos al este del muro que Israel desea convertir en frontera.
La iniciativa no es más que llevar a la práctica lo que George Bush escribió, en 2004, al primer ministro Sharon: habrá que tener en cuenta la "nueva realidad demográfica" para cualquier pacto. Es decir, considerar que los bloques de Ariel, Maale Adumim y Gush Etzion, donde viven 120.000 personas, quedarían bajo soberanía israelí. La resolución de la ONU que en 1967 ordenó la retirada israelí de los territorios ocupados ha pasado a mejor vida. En Annapolis, ni Bush ni Olmert la mencionaron.
No ha sorprendido que a las primeras de cambio, sólo dos semanas después de la conferencia en la base naval de Maryland, brotara el escollo inaugural a las negociaciones que comenzaron ayer. El Ejecutivo hebreo ha anunciado la construcción de 307 viviendas en la colonia de Har Homa, en Jerusalén Este, ocupado en 1967. La historia se repite. En 1997, cuando se había forjado un acuerdo para transferir a la Autoridad Palestina gran parte de la ciudad de Hebrón, el Gobierno de Benjamin Netanyahu -con el apoyo del alcalde Olmert- decidió alzar esta colonia de Har Homa en una colina coronada por un bosque. Todo se fue al traste. Hoy, se ven las grúas desde Belén. Y el general al mando en Cisjordania advirtió el martes que los permisos para construir cientos de casas más en este territorio ya están aprobados. "Es un asunto interno. Har Homa se halla en el término municipal de Jerusalén", aducen los funcionarios israelíes. "Son argumentos ridículos. Nadie en el mundo acepta la anexión de Jerusalén Este", replicaba el editorial del diario Haaretz.
Los ceremoniosos apretones de manos -Sadat-Begin-Carter en Camp David, o Arafat-Rabin-Clinton en Washington- tuvieron lugar tras arduas negociaciones, incluso guerras mediante. En esta ocasión, Olmert, Abbas y Bush escenificaron el triunfo antes de iniciar el camino. Puede ser la razón de que 15 días después de Annapolis casi el 90% de los israelíes desconfíen de la negociación, y que sea imposible toparse con un palestino que no se ría ante la pregunta: ¿Qué piensa usted que nacerá de Annapolis?
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