El pesimismo de los expertos
El Ministerio de Educación teme que PISA 2009 sea otro varapalo para España
Pasó el huracán. El Informe Pisa 2006, que mide a instancias de la OCDE la preparación de los escolares de 57 países, ha resultado demoledor para España, el país del mundo que más retrocede -hasta 32 puntos- en comprensión lectora en los últimos seis años. Ahora, los expertos reflexionan sobre las causas del desastre y los responsables educativos buscan soluciones para que el próximo muestreo global, PISA 2009, no suponga otro varapalo.
"Es indecente que la pública cargue con todo", lamenta un profesor
El texto de prueba de lectura ha sido un folleto sobre zapatillas deportivas
¿Es razonable esperar un repunte en la educación española para entonces? La mayoría de los consultados lo duda. Hasta el número dos del Ministerio de Educación, Alejandro Tiana, reconoce que sería el primer sorprendido si tal recuperación se produjese de forma notoria en tan corto espacio de tiempo. Los frutos, señala, se recogerán a medio plazo.
Así que, mientras llega el segundo jarro de agua fría, poco más puede hacer la comunidad docente que ahondar en el análisis. "Es indecente que la enseñanza pública cargue en solitario con los chicos conflictivos", comenta Enrique Casado, profesor de matemáticas del instituto Averroes de Córdoba, con 23 años de experiencia como enseñante. "En el extrarradio cordobés la mitad de los alumnos procede de familias cuyos progenitores están en la cárcel, o son de otra etnia, o sus madres son prostitutas, o vienen de otro país y no entienden español, o simplemente se han quedado huérfanos porque sus padres han muerto de sobredosis. Se convierten en una lastra para sí mismos y para sus compañeros. ¿Cuántos de estos chicos asumen los colegios concertados? Ni siquiera el 1%". Para Casado, el fracaso menguaría si la Administración, en este caso, la andaluza, obligara a los centros concertados a cumplir la ley y repartir equitativamente la carga. Es una crítica compartida por otros docentes, como Ana Méndez, que lamenta que en su instituto de Madrid el 80% del alumnado es inmigrante. Pero los centros concertados también se estampan ante los evaluadores de PISA.
¿Estará entonces la explicación en el "bajo nivel socioeconómico de los padres" apuntado por la ministra Mercedes Cabrera y el presidente Rodríguez Zapatero? José Manuel Lacasa, director del Instituto de Investigación Educativa Forma, no lo cree. En su estudio El efecto LOGSE y otros cuentos se pregunta. "¿Por qué, si el nivel de vida y de estudios de los padres crece vertiginosamente, no mejoran al mismo ritmo los resultados de la educación? ¿Por qué se ha interrumpido la mejora continuada de los indicadores educativos cuando la distancia que nos separa de la UE en otros campos se ha reducido a pasos agigantados?".
Para la oposición y los sindicatos se trata en buena medida de falta de inversión. España está a la cola de los países de la OCDE en inversión por alumno, sólo por delante de Japón y Turquía. Esta cicatería presupuestaria sí explicaría, por ejemplo, no figurar al nivel de Finlandia, paradigma en PISA del éxito escolar -0.5% de abandono frente al 30% español-, donde no se superan los 15 alumnos por aula o cuentan con un docente de apoyo por cada siete profesores para atender a los menores rezagados. Pero tampoco se requieren grandes inversiones económicas para modificar la selección final del profesorado. En España cualquier licenciado puede impartir clase, tras superar una oposición basada en la memoria. En Finlandia, en cambio, la Universidad veta a los que no saben enseñar, aunque hayan obtenido el grado de cum laude. Alejandro Tiana recuerda que Educación exigirá a partir de 2009 un máster de un año que ayudará a los licenciados a transmitir mejor sus conocimientos. A medio plazo, estos profesores sustituirán a los actuales, tanto a los que saben enseñar como a quienes, carentes de ese don, convierten su asignatura en un tormento para el alumnado.
Y entre tanto, Eduardo Vidal, catedrático de Psicología Educativa de la Universidad de Valencia y representante español en el comité de expertos del Informe PISA, apunta un remedio urgente: acercar los contenidos educativos españoles a los contenidos educativos que PISA evalúa y que, en su opinión, son los únicos válidos para que los adolescentes sepan desenvolverse en el mundo que nos rodea.
Menos memoria y más comprensión; menos gramática y más atención a lo que se lee; menos álgebra y geometría y más cálculo aplicado a la vida cotidiana. PISA camina en esa dirección: interpretar mapas, gráficos, saber buscar información propia, entender qué se cuenta en los periódicos, rebatir con argumentos ideas contrarias, enterarse de lo que explica un folleto sanitario.... Uno de los ejercicios del último PISA para medir la comprensión lectora no ha sido un poema ni el texto de algún clásico, sino un folleto que explica cómo deben ser unas buenas zapatillas deportivas.
"Creamos monstruos, pequeños filólogos analfabetos"
Son muchos los expertos que critican el exceso de tecnicismos de la gramática aplicada en primaria y secundaria, por entender que ello genera, en primer lugar, una escasa simpatía de los estudiantes hacia la lengua, y, por tanto, hacia la lectura, pero también porque el valioso tiempo empleado en cazar hiperónimos e hipónimos en un texto seleccionado con dudoso sentido práctico o siquiera estético podría emplearse en transmitir a los alumnos de que leer es algo útil, además de una fuente de placer que irán descubriendo a lo largo de su vida.
Pero no parece que la realidad camine en esa dirección. La literatura como tal ha desaparecido del plan de estudios. Sólo figura como optativa al final de la secundaria y no puntúa para la selectividad. Y la lengua que se enseña ahora persigue en 4º de ESO objetivos como descifrar los "marcadores discursivos" de un texto, buscar los vocativos y las conjunciones y reseñar los "complementos oracionales". Tres cursos antes, estos mismos alumnos habrán estudiado a los 11 años a los "narradores omniscientes", pero ya desde primaria habrán tenido que lidiar con ejercicios como éste, extraído de un texto de lengua de 3º (ocho años), de la editorial Anaya: "Descubre la silaba tónica de la palabra maquinista y construye con ella otra palabra en la que dicha sílaba tónica sea en esta ocasión la sílaba átona".
"Hay preguntas en los libros de texto que no las entiendo ni yo, que soy filólogo", dice el escritor Luis Landero, cuya obra literaria ha sido traducida a numerosos idiomas y lleva dedicado a la docencia desde 1978, los primeros 14 años en lengua y literatura. El multipremiado autor de Juegos de la edad tardía no recurre a eufemismos a la hora de diagnosticar: "Estamos creando algo monstruoso", dice. "Estamos formando un ejército de pequeños filólogos analfabetos, chicos que distinguen la estructura morfológica de una frase pero no comprenden su significado".
Los mismos chicos que hunden a España en PISA. Las primeras víctimas de un sinsentido que, en su opinión, arranca cuando, en la década de los ochenta, "unos pedagogos iluminados toman las riendas de la educación sin contar con los profesores y empiezan por llamar al recreo segmento de ocio. En lugar de simplificar, complican la enseñanza hasta crear un mastodóntico edificio gramatical que no sirve para nada".
Landero se refiere a las primeras leyes educativas de los Gobiernos de Felipe González, que arrastran hasta la LOE la supremacía de lo que denomina "tecniquerías", antídoto de todo cuanto nos reconcilia con el léxico. "Si no hay música no hay sintaxis, ni orden en el lenguaje", reflexiona. "¿Qué aprendíamos de pequeños al leer en voz alta o al recitar un poema? Música, aprendíamos la música de las palabras. La llave que nos abre las puertas".
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