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Reportaje:

El hombre que mató a Bush con su videocámara

Magnicidio fingido en 'Muerte de un presidente'

19 de octubre de 2007. El presidente de la nación más poderosa del mundo, George W. Bush, cae abatido a tiros en el hotel Sheraton de Chicago, después de pronunciar su última conferencia sobre economía y libertades. En la calle, miles de manifestantes furiosos gritan consignas pacifistas como no se oían desde la guerra de Vietnam y se enfrentan a los antidisturbios, tratando de llegar al hotel. Todos son sospechosos potenciales, pero sólo uno ha burlado los sistemas de seguridad hasta encontrar el lugar perfecto desde el que disparar.

Con este punto de partida, el cineasta británico Gabriel Range (autor de The Day Britain Stopped) hace lo que nadie se había atrevido hasta ahora: poner fecha al magnicidio en formato de falso documental, Muerte de un presidente, que juega con la mente del espectador hasta el punto de convencerle de que aquello realmente sucedió. Detrás del filme, que se estrena el próximo miércoles, subyace la crítica demoledora a la estrategia de exportar libertad a golpe de bombardeos o detener alegremente a cualquier ciudadano por el hecho de ser árabe.

"Me impactó la forma cínica de Bush de aprovechar el clima de miedo"
"Habría sido imposible rodar si hubiéramos dicho de qué se trataba"

"En 2003, yo vivía en Nueva York y me impactó la forma tan cínica que tuvo la Administración de Bush para aprovechar el clima de miedo y preparar la guerra de Irak. Esto hizo que me planteara tratar el asesinato del presidente y las consecuencias o daños que provocaría", explica Range.

Su película, que a modo de intenso thriller describe la investigación policial del asesinato, sirve además de demostración de la manipulación mediática. "Cuando leemos un periódico somos conscientes de que es la interpretación del periodista, pero olvidamos que la televisión también puede mentir. Lo impactante de esta película es que la distorsión se consigue por la edición y no tanto los efectos especiales", advierte el director.

El rodaje de Muerte de un presidente, construido con entrevistas a falsos agentes del FBI, personal de seguridad e incluso familiares de los acusados, rozó la clandestinidad para evitar la censura previa.

"Fuimos muy discretos. Sólo decíamos que estábamos rodando una pequeña producción británica, por sus siglas en inglés, D.O.A.P., que podría ser Donkeys on a plane", bromea. "Y después de ver las reacciones que ha provocado, creo que habría sido imposible hacerlo si hubiéramos dicho de qué se trataba".

Las airadas críticas por parte de los sectores conservadores de Estados Unidos no se han hecho esperar: la Casa Blanca no quiere opinar "para no dignificar la película", algunas distribuidoras se han negado a proyectarla e incluso Hillary Clinton ha mostrado su horror, a pesar de que no se ve una gota de sangre ni se recrea en la muerte del presidente.

"Mientras hacíamos la película, la gente pensaba que estábamos cruzando la línea de la decencia y el buen gusto, que era como celebrar ese asesinato. Pero no se trataba de eso, sino de por qué hacerlo y cómo hacerlo, con un trasfondo emocional", señala Range.

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