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Columna
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Caracas bajo cero

¿Qué quiere decir congelar relaciones? Hugo Chávez, con su bulimia de la palabra, ha anunciado que las relaciones de Venezuela con Colombia y España quedaban congeladas. En el primer caso, porque el presidente Uribe había decidido retirar el placet a la mediación de Caracas con las FARC, y en el segundo, porque los Reyes de España no se disculpan.

Entre Colombia y Venezuela había un equívoco. Uribe entendía que los contactos de Chávez con la guerrilla estarían teledirigidos desde Bogotá; que habría unas 'líneas rojas' infranqueables si no mediaba consentimiento. Chávez, muy al contrario, estaba gozando de su nuevo protagonismo latinoamericano, que a través de amigos petrolíferos quiere hacer planetario. Con España no pasaba nada excepto que el Rey mandándole innecesariamente callar en la cumbre de Santiago, le brindaba una oportunidad inmejorable de propagar su mensaje anticriollo -luego, antiespañol- y marcar puntos de orgullo nacionalista ante el referéndum del 2 de diciembre sobre reforma constitucional, cuyo resultado no parece que vaya a ser un paseo militar, como consultas democráticas anteriores.

El conflicto con España tiene menos base material y no parece que la sangre vaya a llegar al río

Las relaciones económicas bilaterales son importantísimas para Bogotá porque, con el barril de crudo a casi 100 dólares, Venezuela entra a saco en los anaqueles de mercancía colombiana, y para Caracas, porque la sobreabundancia de recursos crea un mercado glotón que ha de recurrir fuertemente al exterior en bienes fungibles y suntuarios. Pero, aunque congelar no quiera decir suspender, la pelea va en serio. Hasta ahora todos habíamos aceptado de mejor o peor grado que Uribe y Chávez se parecían tantísimo, con su manera impaciente y poco institucionalizada de actuar, pero hemos vuelto a la realidad; el colombiano es un señor campesino -gentleman farmer dicen en inglés- criollo entre los criollos, mientras que el venezolano desciende de víctimas de la conquista; y ante ello, 200 años no son nada. Uribe acusa a Chávez, no sin razón, de pirómano continental, y Chávez a Uribe de mentira e indignidad.

El conflicto con España tiene menos base material, pero tanta o más antropología. Aunque no parece que la sangre vaya a llegar al río, como con paciencia de benedictino explica el embajador venezolano, el politólogo Alfredo Toro, la incomodidad que genera la catarata de improperios emanada de Miraflores dificulta la política española de no tomarse en serio los arrebatos bolivarianos. Pero España jamás puede ignorar a Venezuela. Pese a algunas aparentes demostraciones en contrario del propio presidente, el país no es una dictadura; la Prensa escrita es más que libre y, aunque hay menos voces críticas que ayer, el poder siempre puede argumentar que va convenciendo paulatinamente a los incrédulos.

La semana pasada el director de Últimas Noticias, Eleazar Díaz Rangel, defendía en Madrid con mesura e inteligencia una Prensa ni chavista ni antichavista sino profesional, y aunque no desmiente que él tira a oficialista, todos coinciden en que su diario -el de mayor difusión del país- es muy decente en lo informativo. En televisión, el retroceso de las fuerzas de oposición es más patente, pero hay cuando menos una cadena ferozmente contraria al Gobierno, y éste puede argumentar que no está escrito en ninguna parte que la mayoría de los medios de comunicación tengan que ser antioficialistas para que reine la democracia. Determinados servidores del chavismo se empeñan, sin embargo, en sembrar a su paso la sospecha. La primavera pasada, la embajadora venezolana en Damasco, una dama de origen árabe-levantino, con ocasión de que estuviera a punto de salir al aire una radio-televisión muy popular por sus culebrones a la que el Gobierno no renovaba la licencia, cuando un periodista español calificó de "error" ese cierre, replicó a voz en cuello que "había que cerrarlas todas". Ser revolucionario tiene esas cosas.

Chávez está tratando de reinventar un país sobre la base de una fortísima crítica a la identidad europea de América Latina, no como una segunda Cuba, pero acotando cada vez más los espacios de libertad. Y en lo exterior, si hasta hace poco los truenos eran sólo para el presidente Bush -sin duda, sobrado de méritos- se percibe en el venezolano una nueva voracidad planetaria, un intento de abarcar con su verbo el mundo; una analista colombiana dice que parece como "si ya no supiera qué hacer con su personaje". En todo ello, la zapatiesta con España no pasa de género chico. Veremos qué ocurre en el referéndum sobre la reelección presidencial indefinida. ¿Se deberá a esa incógnita el Chávez en versión 'agit-prop' universal?

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