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La visita del Dalai Lama pasa factura a Alemania

Los negocios del presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, en China dejan en evidencia a la canciller federal alemana, la democristiana Angela Merkel (CDU), y dan munición a los que critican su política exterior. Merkel ha dado un giro completo en la política exterior alemana hacia los gobiernos que atentan contra los derechos humanos.

Su antecesor, el socialdemócrata Gerhard Schröder, mantenía una posición pragmática y beneficiosa para la industria alemana: hacer la vista gorda ante los atropellos. Schröder, que ahora actúa como cabildero del presidente ruso, Vladímir Putin, no vacila en calificarlo de "impecable demócrata".

Desde que llegó a la jefatura de Gobierno de Alemania, Merkel, de 53 años, colocó como prioritario la defensa de la democracia y los derechos humanos. Quizá por haber vivido 35 años bajo una dictadura. No dudó Merkel en reclamar al presidente de EE UU, George W. Bush, la puesta en libertad de un joven turco-alemán preso en Guantánamo, en denunciar ante Putin la detención de opositores o en recibir al Dalai Lama.

Este último gesto tuvo una inmediata repercusión negativa en China, que suspendió casi todos los contactos y reuniones con Berlín. Esto provocó que Schröder se mofase de Merkel y comentase con ironía las críticas de la canciller a China con un "el Gobierno chino se ha echado a temblar". A Schröder se han unido representantes de la industria alemana que ven en peligro sus negocios y sobre todo el nuevo vicecanciller del SPD, el ministro de Exteriores Frank-Walter Steimeier. "No creo que la realidad china se rija por el aplausómetro de la prensa", afirmó.

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