Visita fugaz de un genio
Desde que llegó a Madrid, en una meteórica estancia de menos de 24 horas para recoger la medalla de oro del Círculo de Bellas Artes (hoy a mediodía tiene que estar de vuelta en París para ensayar con su Ensemble InterContemporain), Pierre Boulez no dejó de sonreír. Hacía muchos años que no visitaba la capital española pero ayer aprovechó el tiempo. Visitó la exposición de Klossowski, comió un arroz con habichuelas y preguntó desde los primeros compases de su visita por compositores como Luis de Pablo o Tomás Marco.
La visita sirvió para constatar que su cultura es impresionante. Boulez cita invariablemente a Dreyer, Bergman, Michaux, Mallarmé, Baudrillard, Balthus o Verdi. La sensación de paz espiritual y conocimiento profundo que transmite hace que parezca un extraterrestre utópico.
Tiene 82 años y vive entre París y Baden-Baden. Es compositor, en primer lugar, y obras suyas como El martillo sin dueño, La tumba de Couperin, Pli selon Pli y sus últimas Sonatas para piano han entrado en la historia de la música, pero Boulez es mucho más. Como director de orquesta ha divulgado a los grandes clásicos del siglo XX, desde Bartok, Schoenberg y Berg a Debussy, Stravinski o Messiaen, pero además ha aportado una nueva luz sobre algunos monstruos del XIX como Wagner o del cambio de siglo como Mahler.
Boulez es, además, unos de los últimos grandes teóricos de la música. Un libro como Puntos de referencia es, en ese sentido, ejemplar. Ha creado grupos simbólicos de difusión de la música de las últimas décadas como el Ensemble InterContemporain y ha dirigido o dirige academias de música como las de Aix-en-Provence y Lucerna.
No se agota Boulez y su papel en la cultura de nuestro tiempo tiende un puente con los humanistas del Renacimiento, aunque con la dimensión que el paso de los siglos otorga. Gérard Mortier afirmó en cierta ocasión que el recuerdo más querido que se llevaba de su década al frente del Festival de Salzburgo era el encuentro de dos mundos tan diferentes como los que representaban la Filarmónica de Viena y Boulez.
Las mejores orquestas, desde la Filarmónica de Berlín a la Sinfónica de Chicago, se lo rifan. Los grandes teatros de ópera aspiran a su mirada sobre Janácek, Debussy, Berg, Wagner, Falla o Schoenberg. Tiene cheques en blanco en todo el planeta para componer, dirigir, escribir o enseñar.
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