Kirchner destituye al jefe del espionaje militar
El general Montero conspiró para que relevaran a la ministra de Defensa
A poco más de dos semanas para abandonar la presidencia de Argentina, Néstor Kirchner ha destituido al jefe de los servicios de inteligencia del Ejército, el general de Brigada Osvaldo Montero, después de que los servicios secretos civiles le informaran de que el militar estaba involucrado en reuniones de carácter político para lograr la caída de la ministra de Defensa, Nilda Garré. La destitución de Montero revela que el Gobierno argentino no ha conseguido regularizar la situación del espionaje militar que, de hecho, hasta hace apenas un año y medio ni siquiera respondía de sus actividades ante las autoridades civiles.
El reemplazo en la presidencia del país, que el próximo 10 de diciembre colocará a Cristina Kirchner como inquilina de la Casa Rosada, provocó en las pasadas semanas una verdadera quiniela de nombres sobre las personas que formarían su nuevo Gabinete. Es aquí cuando el general Montero comenzó a jugar sus cartas a favor del reemplazo de la ministra, incluyendo reuniones con consejeros de otros ministros del Gabinete de Kirchner, en un intento no sólo de consolidar su situación, sino de promocionarse para la cúpula del Ejército. Los Servicios de Inteligencia de Estado (SIDE), dependientes de la Presidencia de la República, informaron a Garré de estas reuniones. Días después, Cristina Kirchner anunció que Garré formaría parte de su Gobierno y la ministra, con una llamada de teléfono, adelantó al jefe del Ejército, el general Roberto Bendini, que Montero tenía los días en el cargo contados "por deslealtad".
Aunque desde el Gobierno y el Ejército se ha tratado de quitar hierro al asunto filtrando que, en el fondo, todo se trata de un problema de ambición personal del militar destituido, el escándalo ha vuelto a poner sobre la mesa el papel de los servicios de espionaje argentinos. A nadie pasa desapercibido que la inteligencia de Presidencia de la República seguía de cerca al jefe de los espías del Ejército y queda por saber si no utilizaba sus recursos de vigilancia para reforzar su campaña contra Garré.
Esta política es una de las ministras situadas más a la izquierda del Gabinete de Kirchner cuyo nombramiento, en 2005, causó revuelo en el Ejército. Aunque su gestión no se ha caracterizado por la tirantez con unas Fuerzas Armadas cada vez más pendientes de un proceso de modernización, la ministra se vio implicada en un escándalo el pasado julio cuando fue imputada en un caso de contrabando de armas. Pero, tras la destitución del juez instructor, fue eximida de responsabilidad. Entre las medidas impulsadas por Garré destaca que los servicios de espionaje del Ejército, la Marina y la Aviación tengan que rendir cuentas al ministro de Defensa.
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