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Tribuna:Muere una leyenda de la danza
Tribuna
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La fuerza del baile masculino

Aquel domingo tuvimos ensayo con la Compañía de Antonio Ruiz. En un descanso, uno de los bailarines me comentó que el Ballet del Siglo XX estaba en Madrid y había contratado a varios artistas españoles; lo que no supe en aquel momento es que era para la figuración de Bolero. Ni corto ni perezoso, decidí ir a verle al teatro de la Zarzuela que era donde actuaba. Poseído por el entusiasmo, sin idea de qué hora era, cogí el metro y llegué al teatro empapado en sudor. Allí me encontré con un hombre muy especial, con una mirada de ojos azules que penetraban hasta el alma, que parecían conocerte y analizarte en un simple instante.

Lleno de energía e ingenuidad, le pregunté: "¿Puede usted verme bailar?". Él me contestó: "Ya va a empezar la función, pero sube a la segunda planta (donde había una sala de baile) y si tengo tiempo, iré a verte". Creo que esa mezcla de osadía y frescura llamó su atención, porque a los pocos minutos subió a verme. Me comentó: "¿Qué vas a bailar?". Yo comencé a realizar pasos de baile, como si el espíritu de todos los grandes se hubiera apoderado de mí. De repente interrumpió mi éxtasis de exhibición y dijo: "Para, para... no te canses". Me hizo bajar al escenario, donde estaba a punto de empezar el espectáculo, y repetí mi ansiosa audición. Cuando terminé, los bailarines me brindaron una gran ovación. Así empezó mi larga historia con este genio al que tanto he querido y respetado. Siempre ha sido mi ejemplo a seguir a la hora de dirigir, enseñar o coreografiar, además de enseñarme a valorar el matiz invisible, que siempre hace visible la calidad y profundidad de todo lo que abordas.

Poseía la magia de hacer bailar a todos y elegir el elemento que quería resaltar
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Él siempre tuvo un gran sentido del humor, de vez en cuando contaba algún chiste o una anécdota, era entrañable... pero en otros casos podía ser cruel, sobre todo con los que profesionalmente, por algún motivo (casi siempre justificable), no respetaba.

En cualquier proceso creativo de una compañía, los bailarines compiten por obtener los mejores papeles, siendo muy difícil para el coreógrafo satisfacer a todo el mundo, ya que generalmente es complicado reconocer tanto las propias limitaciones como las virtudes ajenas. Pero él poseía la magia de hacer bailar a todos y de elegir el elemento que quería resaltar en cada creación, en esto residía su gran talento, conseguía sacar lo mejor de cada uno. Era una persona de gran sensibilidad, que sabía cómo hacernos sentir importantes a todos. Cada gesto, cada movimiento tenía que expresar algo, todo tenía su razón de ser.

Con él se ha ido el gran genio de la danza del siglo XX, el que popularizó la danza, que llenó palacios de deportes con sus espectáculos, que creó verdaderos "adictos" a la danza y consiguió que el bailarín masculino adquiriera una nueva dimensión, rompiendo con la tradición de crear partiendo del protagonismo de la mujer, haciéndose innovador y especialista en coreografiar obras donde destacaba el bailarín masculino tanto o más que la mujer, siendo consciente del riesgo que conlleva romper con las tradiciones.

Dicen que cuando una madre muere es cuando realmente perdemos la unión umbilical, sintiendo la soledad a partir de este momento. Esta soledad profesional es la que realmente siento con su pérdida, pues su concepción de la danza, que nos transmitió a sus alumnos, aunque no fuera ni admirada ni compartida por todos, a mí personalmente me sirvió mucho, ya que fue la que hizo que hoy sea yo mismo.

Fue mi maestro, mi padre, mi hermano, mi amigo y alguien al que ahora me cuesta decir adiós. Sin duda ha dejado un gran vacío en mi vida.

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