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Reportaje:

Garci confiesa sus límites

Con 'Luz de domingo', película de amor y caciquismo, el director asegura que aún no ha llegado a su gran obra

Maribel Marín Yarza

Acaba de concluir el pase de su última película, Luz de domingo, que se estrena hoy, y José Luis Garci (Madrid, 1944) se sienta frente a la prensa para defenderla. Supuestamente. Porque entre halagos a Paula Echevarría, Carlos Larrañaga, Alfredo Landa y otros de los actores del reparto, le dio por confesar: "Yo sé que -y no lo digo con la boca pequeña- todavía no he hecho, ni sé si la haré, una buena película. Crear filmes como Plácido o El verdugo, de Berlanga, o El espíritu de la colmena [de Víctor Erice] es muy complicado. Pero sigo con pasión y con ganas, porque ésta es una profesión de tener fe. Me mantiene en ello la esperanza de llegar a hacer algún día una gran obra".

De momento, Garci, guionista, crítico, productor y presentador, ha puesto en imágenes una historia que obsesionó durante años a Ramón Pérez de Ayala y que acabó convertida en un libro: la violación múltiple de una joven en una aldea asturiana en un acto de simple demostración de poder. La película, ambientada en la aldea imaginaria de Cenciella -donde se reparten el poder Chorizos y Becerriles-, no es una adaptación fiel del texto del escritor. Era demasiado intelectual para funcionar en la gran pantalla, según Garci y Horacio Valcárcel, así que prescindieron de ese poso reflexivo y poético. Pero película y libro hablan exactamente de lo mismo: el amor en tiempos de caciquismo, la familia, la amistad, los celos... Luz de domingo transcurre en 1911. Pero asegura Garci, autor de Asignatura pendiente y El abuelo, que "es un filme bastante contemporáneo". "Cuando manejas eso que llaman los temas universales, como el amor, el odio o la venganza, siempre estás hablando de cosas que palpitan en la actualidad".

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Lejos quedan aquellos años en los que el cineasta -ganador de un Oscar por Volver a empezar- situaba sus filmes en el escenario de la transición. Lejos, aquel empeño suyo en ser testigo de su tiempo. Últimamente -ahora rueda otra vez con Echevarría, Larrañaga y Enrique Villén Dos de mayo, sobre la sublevación contra Napoleón- lo que le interesa es contar historias de época.

"Después de Canción de cuna no es que haya perdido ganas de reflejar el presente, pero sí creo que para hacerlo es conveniente, como los pintores, tomar perspectiva". Y añadió: "Hoy por hoy no me atrae ningún tema, salvo el 11-M". En todo caso, "no creo que esto vaya más allá de buscar historias que puedan conmover. Y después de 30 años me he dado cuenta de que lo más importante son los intérpretes y el texto", sentenció.

Alfredo Landa y Enrique Villén, en un momento de <i>Luz de domingo.</i>
Alfredo Landa y Enrique Villén, en un momento de Luz de domingo.
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