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"Los animales no sufrirán efectos secundarios tras la vacunación"

"Dicen que la vacunación es lo mejor, pero..." Juan Irastorza, al igual que otros ganaderos guipuzcoanos, se muestra preocupado por los posibles efectos sobre el ganado ovino del fármaco que se les suministra desde ayer para evitar que se contagien por el brote de lengua azul. Las ovejas se hallan en época de gestación y temen que puedan sufrir abortos o que las crías nazcan con malformaciones. "Los animales no sufrirán efectos secundarios tras la vacunación", replicó ayer tajante el jefe del Servicio de Ganadería de la Diputación de Guipúzcoa, Carlos Boix.

Mientras Boix trataba de tranquilizar a los ganaderos, el veterinario Xabier Iradi y su ayudante, Patxi Otegi, vacunaban a las 40 ovejas que pacen en la granja escuela Fraisoro, ubicada en Zizurkil y dependiente del Gobierno. La Diputación iniciaba así de forma oficial la campaña de vacunación contra la lengua azul, que durante las próximas tres semanas alcanzará a las 165.000 ovejas censadas en el territorio. El coste correrá a cargo de la Administración.

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La inoculación se repetirá tres o cuatro semanas después para reforzar la inmunidad, indicó Boix. Insistió en que las dosis no causarán problemas a las reses. "Es una vacuna muerta, y las vacunas muertas no producen efectos secundarios. El único efecto que puede provocar es un nódulo en la zona de inoculación", explicó.

Campaña anual

Boix subrayó que el hecho de que muchas de las ovejas estén preñadas únicamente obliga "a todos, tanto a los pastores como a los equipos de vacunación, a manejar el rebaño con mucho cuidado", a fin de evitar a las reses "situaciones de estrés".

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Quince equipos de trabajo, compuestos cada uno por un veterinario y un ayudante, se encargarán de la vacunación. Esta semana tienen previsto desplazarse a Oiartzun y Rentería, donde se detectaron los primeros casos de fiebre catarral ovina, para luego actuar en otras zonas. Antes de ir a las explotaciones, se ponen en contacto con los dueños para citarles. Irastorza tiene su caserío en el barrio Ergoien de Oiartzun, donde a principios de mes saltó la alarma. Una de sus ovejas falleció de lengua azul. A mediodía de ayer todavía no le habían llamado para vacunar a su rebaño. Eso sí, respiraba algo más tranquilo, porque los análisis a sus reses tras la muerte de una de ellas han determinado que están sanas.

La Diputación quiere vacunar cada año al ganado ovino hasta que se produzcan dos ejercicios consecutivos sin nuevos focos, con lo que se dará por erradicado el mal. De momento, 86 reses están enfermas o quizá afectadas y 40 han muerto.

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