Mahoma, convertido en estrella de un musical
Lars Vilks, amenazado de muerte por dibujar al profeta con cuerpo de perro, ensaya un montaje sobre el mismo tema
La cabeza de Lars Vilks tiene precio. Setenta y dos mil euros. La tasó Abu Omar al Baghdadi, un lugarteniente de Al Qaeda, cuando el dibujante sueco publicó este verano unos dibujos de Mahoma con cuerpo de perro, un año y medio después de que la publicación de una serie de viñetas del profeta en el diario danés Jyllands-Posten desatase una oleada de protestas en el mundo islámico. Aquel incidente marcó uno de los momentos más bajos de la relación entre civilizaciones, así como un dramático replanteamiento de los límites de la libertad de expresión artística.
Vilks, lejos de amilanarse, ha anunciado la preparación de un musical con el profeta como protagonista. A pesar de haber tenido que cambiar de domicilio, y presumiblemente de ciudad, de vivir con custodia policial y de haber recibido hace una semana nuevas amenazas, Vilks asegura que no siente miedo a causa de éstas. "No le doy demasiada importancia y creo que en un 99% se trata de una táctica intimidatoria", afirma.
Su decisión de montar un musical sobre el profeta se debe, explica, a que observa el género como un tipo de teatro "estimulante para la creatividad" pues permite "formas de representación interesantes". En su mente está el montaje de Tim Rice y Andrew Lloyd Webber Jesucristo Superstar. "Mahoma es también, en cierto sentido, una superestrella", añade.
Neurobash, un grupo de electrónica de la ciudad meridional de Lund, será el encargado de la parte musical del montaje. Vilks escribirá el texto. La obra está concebida para 10 actores y el título será Dogs. Todavía está por decidir si Mahoma será representado por uno o por varios actores. Y no sólo habrá referencias al profeta. "También estarán representados", cuenta Lars Vilks, "el primer ministro sueco, el presidente de Irán y la organización terrorista Al Qaeda".
Con todos estos ingredientes, el autor está convencido del éxito de su proyecto, cree que el ritmo y la música van a conquistar rápidamente al público. Si el musical añadirá leña al fuego y contribuirá a la escalada de amenazas, no entra en sus cálculos. Considera que las reacciones no van a ser más fuertes que la vez anterior. "La gente va a comprender que se trata de estimular un debate positivo", dice. "Lo que ha faltado hasta ahora es humor. No tengo ninguna intención predeterminada, ni pretendo agredir a nadie", remata.
La solidaridad de la cultura sueca con Vilks después de resultar amenazado no ha ido mucho más allá de defender de manera genérica el derecho a la libertad de expresión que ampara a todos por igual. Los más críticos consideraron que su intervención fue una provocación deliberada para llamar la atención sobre su persona. Hay otros que cuestionan la calidad de sus propuestas artísticas. De hecho, algunas galerías se han negado a exponer sus obras, debido al miedo a las represalias. Vilks pretende recoger todas estas cuestiones en el musical."Otros personajes serán el primer ministro sueco y el presidente de Irán"
La torpeza danesa y la moderación sueca
La tormenta que se produjo alrededor de los dibujos, en los que Lars Vilks representó a Mahoma con cuerpo de perro, se desató cuando aparecieron publicados el pasado 19 de agosto en el diario Nerikes Allehanda, de la ciudad sueca de Örebro. La respuesta de quienes se sintieron gravemente ofendidos no se hizo esperar y la organización terrorista Al Qaeda, a través de un representante en Irak, difundió un mensaje en el que ponía precio (72.000 euros) a la cabeza del artista, con un macabro plus de 50.000 dólares si la muerte se producía por degüello. También se hacía extensiva la condena al redactor jefe del diario Ulf Johansson.
El asunto adquirió notoriedad internacional y en todas partes se recordaron las violentas reacciones que surgieron en el mundo musulmán contra el diario danés Jyllands-Posten y el Gobierno de Anders Fogh Rasmussen, cuando aparecieron allí las célebres viñetas del profeta. En medio de aquella crisis, Rasmussen se negó a recibir a los embajadores de los países árabes acreditados en Copenhague. Y además de acciones violentas contra intereses daneses en países árabes, se decretó un boicoteo a productos de sus empresas.
Cuando los dibujos de Vilks desencadenaron las primeras amenazas, el Gobierno sueco mantuvo una actitud más conciliadora y los embajadores árabes fueron convocados para explicar que la "libertad de expresión" era un principio consagrado por las leyes y las costumbres del país, y que el Gobierno "no podía limitar" de ninguna manera. También en este caso, las empresas transnacionales suecas fueron amenazadas, pero no se tuvo conocimiento de que ninguna de ellas se hubiera concretado.
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