"La muerte no me asusta"
Mercedes Salisachs (Barcelona, 1916) acaba de publicar otra novela de esas que le han dado un público numeroso y leal. Un seguimiento continuado desde que en 1975 obtuviera el premio Planeta por La gangrena. Su última obra, Entre la sombra y la luz (Ediciones B), cuenta los esfuerzos de un prestigioso cirujano que, después de fallecer en un accidente, acaba peregrinando por un lugar llamado el "Valle de los perdidos" (especie de limbo por donde deambulan las almas vagabundas y desorientadas que, como la suya, no merecen del todo alcanzar el cielo). Allí, intenta recuperar el amor de su viuda, que podría redimirle y conducirle al descanso definitivo.
"A mí la muerte no me asusta", afirma Salisachs. "Estoy preparada. Lo que quisiera es irme ya [risas]... Mira, mentalmente estoy bien, lo que no funciona es el cuerpo. Esta mano izquierda está muerta, debido a la médula. Cuando me levanto, todo me da vueltas. Tengo 91 años, estoy sorda como una tapia. Porque me han dado tantos antibióticos cuando empecé a estar enferma que me han destrozado. Y cada seis meses tienen que llevarme a la clínica para cambiarme un aparato que llevo en el riñón...".
A sus 91 años, ha publicado 'Entre la sombra y la luz', una novela de fantasmas
Pese a los achaques, la señora Salisachs mantiene una presencia admirable y una lucidez absoluta que le permite seguir componiendo novelas como ésta, de dificultades técnicas notables, sin resignarse a rebajar la ambición especulativa. El bienestar material en el que vive, que es obvio y extraordinario, contribuye a paliar las ofensas y fastidios de la edad. Habita el mismo edificio donde pasó la infancia y donde le atiende un nutrido y uniformado servicio doméstico, en el paseo de Gracia de Barcelona. Salisachs desciende de una familia barcelonesa acaudalada. Su padre vendió la fábrica de harina familiar y compró varios edificios en el Ensanche. Ahora la novelista vive de las rentas, además de los beneficios de sus libros.
Según aclara una nota al principio del libro, la protagonista de Entre la sombra y la luz, la viuda Juana, se inspira en "una gran escultora que fue una amiga inolvidable". Salisachs la recuerda con afecto: era una mujer modesta, apocada, mayor que ella, muy guapa, y en toda fiesta de la alta sociedad de su tiempo solía sentarse en un rincón. "En la novela la pongo un poco distinta porque hago que sea una escultora de vanguardia. No, ella era clásica. Le guardo un buen recuerdo...".
La novela de Salisachs tiene la curiosa y rara cualidad de ser a la vez y con naturalidad una novela realista y de fantasmas. No se nota cesura entre las andanzas de las almas en pena y los asuntos de notaría. Es natural, bien pensado, que las personas de edad avanzada, no sólo las novelistas nonagenarias, dialoguen con los muertos tanto o más que con los vivos. Más aún si creen en el ultramundo. Mercedes Salisachs recuerda diversas manifestaciones fantasmagóricas a las que ha asistido a lo largo de su vida, varias de las cuales, ligeramente transformadas, las ha incorporado al argumento de su libro. Gustosa cuenta al interlocutor algunas experiencias pavorosas a las que ha asistido, y entonces los sillones pacíficamente alineados al lado de la mesa ya no parecen tan inocentes cuando uno sabe que participaron en una especie de noche de Walpurgis...
Esta novela es la última, por el momento, de la larga trayectoria de una autora que, empujada por un desasosiego que no sabía interpretar, empezó a escribir, en 1921, en un cuaderno con tapa de hule en la que había encolado una etiqueta donde decía La vida.
"Yo quería hablar sobre la vida, pero no sabía expresar lo que veía, lo que me molestaba y lo que me dolía... Luego compuse cuentos y novelas enormemente tontas... Vino la guerra... La pasamos en San Sebastián, porque aquí nos iban a matar y tuvimos que exiliarnos, y sobre nuestro domicilio en la calle de San Marcial, en San Sebastián, y todo lo que nos pasó allí escribí un libro que se llamaba San Marcial, 42. Yo era muy joven, tenía veinte años. Cuando volvimos a Barcelona, Editorial Juventud lo publicó. Pero era malísimo, igual que mis siguientes libros. Yo me daba cuenta y estaba preocupada... Cuando se la llevé al corrector de Juventud, me dijo: 'Su libro es importante, pero tiene defectos. Véngase usted a mi casa, que mi mujer entiende mucho de literatura y le ayudará a pulirlos'. Y estuve cuatro o cinco años yendo a su casa y aprendiendo de ella".
-¿Y cómo se llamaba esa señora?
-¿Tú has oído hablar de El Coyote?
-Claro. Don César de Echagüe, El Coyote, el héroe de las novelas de José Mallorquí...
-Pues ella era la suegra de Mallorquí. Se llamaba Julia Abril del Corral. Estaba casada con un corrector de editorial Juventud, Carlos del Corral. Su hija se llamaba Leonor, la pobrecita murió de cáncer. Y luego su marido, Mallorquí, se mató porque no podía vivir sin ella...
Amor y fantasmas; ni Salisachs en su cuaderno infantil La vida, ni nadie en ninguna parte escribe de otra cosa, ¿no?
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