Maestro de la luz
Hay pocos arquitectos españoles vivos que gocen de nombre internacional, y Juan Navarro Baldeweg es uno. Además de su trabajo de arquitecto, como pintor ha realizado importantes exposiciones y como profesor ha impartido docencia en prestigiadas instituciones internacionales. Varias obras suyas pertenecen ya al canon de la arquitectura de finales del siglo XX.
En la tercera edición de mi libro La arquitectura moderna desde 1900, incluí su magistral Palacio de Congresos de Salamanca, con el asombroso espacio central cubierto por una cúpula que parece flotar en medio de la luz. Es de los pocos arquitectos que han logrado ese tipo de monumentalidad democrática en los edificios públicos.
Sus edificios combinan el sentido práctico con el poético, y son sensibles a los lugares en los que se alzan. Son escenarios sociales que están vinculados a la ciudad y celebran las instituciones que albergan. Dan más intensidad a la experiencia de la naturaleza y revelan nuevos espacios de la imaginación al visitante. Encauzan el fluir de la luz natural y dramatizan el movimiento. Ya escribí que sus edificios son "teatros de luz". De hecho, varios de los proyectos que tiene en construcción están dedicados a las artes escénicas. El Teatro del Canal ofrecerá varios auditorios de gran calidad, diferentes entre sí, y el edificio en su conjunto está concebido como un teatro en el que los vestíbulos suspendidos parecerán una especie de escenarios. El público y la ciudad servirán de telón de fondo. Y las fachadas, de cristal coloreado, son como cortinas que se levantan para dejar ver la representación del interior.
Construir edificios de estas dimensiones exige coordinar numerosos talentos, pero es el arquitecto el que los dirige y organiza en un esfuerzo integral. Para hacer su tarea como es debido necesita el respaldo de un cliente que comprenda que unos edificios de este tipo no son operaciones comerciales a corto plazo, sino aportaciones a la cultura pública de la ciudad y hasta del país. La arquitectura, por supuesto, es el marco de la vida social, un elemento esencial en cualquier sociedad civilizada. Si queremos una obra de calidad, el arquitecto necesita el apoyo de una voluntad política capaz de mantener las cualidades fundamentales de un proyecto arquitectónico a través de los altibajos que implica cualquier obra a gran escala. La arquitectura es una inversión duradera que contribuye al tejido de la sociedad y a incrementar la reserva de la memoria colectiva.
William J. R. Curtis es historiador del arte y crítico inglés de arquitectura. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
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