Olmert pone nuevos obstáculos a la conferencia de paz de Bush
Rice inicia una gira por Oriente Próximo para impulsar el proyecto
"No hay fechas sagradas", dijo el primer ministro israelí Isaac Rabin en 1993, y 14 años después Ehud Olmert aplica idéntico patrón, con un añadido: "Una declaración conjunta con la Autoridad Palestina no es condición para la conferencia de Annapolis" prevista para finales de noviembre, advirtió ayer. Justo lo contrario de lo que exige el presidente palestino, Mahmud Abbas, que reclama un documento previo lo más detallado posible sobre las fronteras, Jerusalén y los refugiados palestinos. "Sin un documento para resolver este conflicto, no podemos acudir", amenazó el ministro de Información, Riad Malki.
Condoleezza Rice, la jefa de la diplomacia estadounidense, se topa con nuevos obstáculos cada vez que aterriza en Tel Aviv. "No espero ningún avance importante en lo que se refiere al documento", reconoció ayer. Y es que las posiciones no pueden ser más distantes. Abbas afirmó la semana pasada que exigirá la devolución total de los 6.502 kilómetros cuadrados de Cisjordania y Gaza y un frenazo total a la expansión de los asentamientos. Olmert -acosado por partidos de su coalición de Gobierno que suman 23 de los 81 diputados que respaldan al primer ministro israelí- rechaza toda concreción en el documento que debe servir de punto de partida para las negociaciones definitivas. Con los líderes de estos partidos, el ultraderechista Avigdor Lieberman y el ultraortodoxo sefardí Eli Yishai, sostuvo Rice sendas entrevistas.
A sólo mes y medio, abundan los que dudan de que la cumbre llegue a celebrarse
Trata Rice, en su duodécima visita a la región, de que Olmert -partidario de una declaración conjunta imprecisa y que valga para contentar a todos en su Ejecutivo- ceda aunque sea un ápice. De momento, la enviada de Washington ha fracasado. "Olmert está buscando una conferencia de relaciones públicas que le permita la normalización de relaciones con los países árabes. No le ayudaremos en ese objetivo", apuntó Malki. A sólo mes y medio de la cita, abundan los diplomáticos que dudan de que llegue a celebrarse la conferencia, un asunto que abordan los políticos y los medios de comunicación. Entre la gente de a pie, tanto israelíes como palestinos, casi nadie concede relevancia al evento.
En todo caso, se ha entrado en la fase decisiva. El jefe del Ejecutivo israelí nombró a su ministra de Exteriores, Tzipi Livni, para que encabece la negociación con el veterano Ahmed Qurei, ex primer ministro palestino. Sin embargo, aunque ambas partes pactaran un texto, el cúmulo de obstáculos a superar es impresionante. ¿Podrá la Autoridad Palestina frenar a las milicias islamistas en Cisjordania y Gaza? Israel está convencido de que será incapaz. ¿Podrá el Ejecutivo hebreo mantenerse unido si se decide a negociar los temas cruciales del conflicto, algo que rechaza la mayoría de la población israelí?
Nadie ve todavía la luz al final del túnel, entre otros motivos porque mucha gente no ve siquiera que exista ese túnel. En Ramala, en Nablus, son legión los palestinos desengañados y desesperados que afirman: "¿Hablar, para qué?". En las colinas de Cisjordania, los colonos israelíes se burlan de la negociación. Simplemente no entra en sus mentes que el Gobierno pueda desmantelar los asentamientos en una tierra que consideran propia por derecho divino. El temor al advenimiento de una tercera Intifada si el diálogo fracasa o a una furibunda reacción de los colonos si prospera está en boca de muchos.
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