Un buen precedente
Internet es un magnífico instrumento de comunicación e información, pero también un medio potencialmente peligroso de abuso a la intimidad del individuo. Lo que ha sucedido a una familia de la madrileña localidad de Móstoles ilustra bien esto. Unos desalmados colgaron al menos cuatro vídeos de uno de los miembros de esa familia, un esquizofrénico paranoico al que disfrazaron de indio y del que se mofaron repetidamente. Las imágenes aparecieron por primera vez el pasado año en YouTube, el portal del que es propietaria la multinacional Google. La familia protestó sin demasiado éxito. Tres de los vídeos fueron retirados, pero uno de ellos se mantuvo hasta el pasado miércoles. Sólo fue suprimido después de que el Defensor del Pueblo y la Agencia de Protección de Datos requirieron la intervención del fiscal de Móstoles.
Tanto YouTube como Google afirman no considerarse directamente responsables de tal fechoría, lo cual resulta bastante paradójico. Explican, además, que los afectados deberían haber rellenado un formulario electrónico de protesta. Incluso aunque así fuese, este grave hecho refleja las dificultades con que se topa cualquier persona indefensa si es víctima de imágenes robadas suyas colgadas luego en la Red. A veces no resulta sencillo descubrir quién puede ser el autor de un vídeo. Con todo, un suceso tan miserable como éste ha permitido recordarle al usuario las armas legales que dispone para defenderse de un abuso semejante. De no ser posible identificar al responsable deberá poner el caso en manos de la Agencia de Protección de Datos y de la policía. Parece además muy oportuna la idea de que la propia agencia planee impulsar una norma internacional para proteger la privacidad.