"Hay que ofrecer expectativas de trabajo"
Los licenciados en Veterinaria cuestionan que su carrera tenga suficientes salidas como para ser ofertada en más de las 11 universidades en que ahora se puede estudiar en España. Jorge Amedo, quien tras licenciarse trabaja en una empresa cárnica en Vitoria, cree que "hoy sobran veterinarios, y los que ya lo son lo pasan fatal para encontrar empleo". Por ello, cree que "no tiene sentido" incluirla en las universidades vascas. "No se trata de poder presumir de ofertar todas las carreras. Hay que dar expectativas de trabajo y aquí no hay empleo ni para los que han estudiado fuera", recalca.
Iñigo Gómez quien, pese a estudiar esa carrera en los años ochenta ha terminado dedicándose a la comunicación, comparte esa opinión: "En su momento me parecía mal no poder estudiar aquí. Sería estupendo ofertarla, pero no hay empleo para tantos estudiantes. Es una carrera minoritaria que además debe competir con cada vez más títulos en su área de conocimiento".
La Diplomatura de Óptica presenta una situación opuesta, indica Gorka Lauzirika, quien se ha mudado este año a Madrid para completar con esa carrera su formación como audioprotesista. "Hay tan pocos ópticos en Euskadi que los gabinetes se los rifan y les ofrecen condiciones laborales muy buenas", afirma. Opina que es una carrera minoritaria y desconocida en la que se matricularía poca gente, "sólo quien tenga vocación o haya estudiado algo relacionado". Aunque considera que con el tiempo y suficiente publicidad, la carrera se podría consolidar, no esconde que a quienes estudian fuera de Euskadi como él no les conviene que haya más titulados vascos con los que competir. "Ahora nos reclaman a quienes hemos estudiado en Madrid como si viniéramos de Harvard", apostilla.
Sistema de becas
Los tres coinciden en que, más que implantar sus carreras en Euskadi, lo fundamental es contar con un sistema de becas efectivo. "En otros países se pueden solicitar créditos blandos y así inviertes en tu formación", destaca Gómez. Así, quienes no tengan recursos no tendrían que renunciar a su vocación, apuntan, conocedores del esfuerzo económico que supone estudiar fuera de la comunidad de origen. Gómez, cuya familia podía permitirse costear sus estudios, recuerda los pisos ratonera en los que algunos de sus compañeros de clase tenían que alquilar en Zaragoza.
Mientras que Amedo vivió su estancia en Zaragoza como "una aventura", Lauzirika concluye que no es el dinero el único sacrificio que conlleva estudiar lejos: "Para mí estar en Madrid supone un esfuerzo económico, pero también familiar y sentimental".
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