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Reportaje:

Valiente con causa

Jodie Foster vuelve al ataque. La actriz y directora más reputada de Hollywood regresa con un papel a su medida. Una mujer sola, a la vez fuerte y vulnerable, en lucha por su libertad. La ex niña prodigio planta cara a sus 44 años al miedo que corroe a la sociedad.

"He podido hacer cine en los 70, los 80, los 90 y ahora. Haber estado en la era dorada del cine americano es una fortuna"
"He tenido lecciones muy duras. Compartimento mi vida para que no me la quiten con el circo que es la fama"
"Como directora aún soy joven. Sólo he hecho dos películas, me quedan muchas maravillas y desilusiones"

Si Jodie Foster sabe que su chaqueta de lino crudo es de los diseñadores Graham and Spencer es porque mira la etiqueta. Lo mismo con sus zapatos de tacón de aguja de Prada, que no le importa quitarse así, en medio del pasillo, para ver de quién son. Es la misma naturalidad con la que viste esas otras etiquetas que la acompañan desde que tenía tres años. La Foster brillante, estrella de Hollywood graduada en Yale, niña prodigio capaz de hacer como nadie la transición al cine de adultos. La ganadora de dos oscars y otras dos candidaturas en su haber que no tiene preparación artística formal, pero que tampoco le teme a nada, al menos en la pantalla. La musa de locos como John Hinckley Jr. y el ejemplo de madurez que todas las jóvenes actrices citan como modelo en sus carreras aunque luego no siempre sigan.

Todo eso además de ser una de las figuras más enigmáticas de Hollywood, tras cuatro décadas delante de las cámaras, capaz de proteger con ferocidad y amabilidad su vida privada sin que ello la convierta en una reclusa de su propia fama. Una lista a la que ahora suma su habilidad de convertirse en un Charles Bronson, un Clint Eastwood, incluso un Robert de Niro, la única mujer en esta nómina de hombres duros y solitarios de la pantalla. Tipos que físicamente no pueden estar más lejos de esta rubia brillante y menuda, incluso con tacones, de complexión atlética en un cuerpo pequeño en el que toda la energía emana de su mirada, de esos clarísimos ojos azules que saben lanzar amor o puñales, pero, eso sí, siempre con cortesía y sin una palabra fuera de lugar.

En La extraña que hay en ti (The brave one), su último estreno, Jodie Foster mata a ocho personas. Es fácil llevar la cuenta porque todas mueren con la misma frialdad con la que Foster dispara, una forma de empuñar el arma propia de los filmes de Eastwood o Bronson y fiel al mensaje de "yo vivo, tú mueres". La californiana de 44 años se convierte en su último trabajo en el mismo monstruo que inmortalizó De Niro en la década de los setenta, el justiciero de Taxi driver dispuesto a limpiar las calles de Nueva York de escoria utilizando sus propias armas para rescatar a la joven prostituta que Foster interpretó con sólo 13 años. "Es maravillosa la comparación entre estas dos películas aunque no sé si le gustará a Neil Jordan porque, para qué engañarnos, estamos hablando de uno de los grandes clásicos del cine americano y está claro que uno no quiere compararse con Martin Scorsese", arranca Foster sin preocuparle que su nueva película es la que sale perdiendo con sus palabras. En una industria acostumbrada a los falsos halagos, Foster se ha mantenido íntegra, y un estreno más en su carrera no le va a hacer cambiar.

No la entiendan mal, Foster adora su trabajo y dentro de su férrea intimidad nunca escatima tiempo para hablar de sus estrenos. "Promociono todo lo que hago sin necesidad de que le guste a la gente. Ni siquiera es necesario que me guste a mí, siempre estoy dispuesta a apoyar mis filmes porque es mi trabajo. Pero en este caso además me encanta el papel", asegura en referencia a la figura de Erica Bain, comentarista radiofónica que sobrevive a un asalto en Central Park en el que su novio es brutalmente asesinado, una experiencia que la lleva a comprar un arma como forma de superar el miedo. "La película tiene una semilla que me enganchó", reconoce. "Porque las mujeres no asesinan. Matan a aquellos que aman, matan a sus esposos, a sus hijos. Se suicidan o se alcoholizan de por vida. La furia que sienten la internalizan, pero lo que yo me pregunto es qué pasaría si un día esa mujer se levanta y dice: '¿sabes qué? No voy a seguir destrozándome por dentro. No porque sea mujer me voy a destrozar primero. Antes voy a acabar contigo". Ésta es la premisa de La extraña que hay en ti recitada por Foster como si fuera una frase suya aun cuando en realidad pertenece a otro de los personajes del reparto. No importa. Igual que es capaz de hacer sentir su peso en cada encuadre pese a su ligera complexión, Foster vive en su mente toda la película, no sólo su personaje. Para algo es conocida por ser capaz de memorizar el guión a la segunda lectura. Así ha sido siempre en su carrera.

Exagerando se podría decir que desde los anuncios de Coppertone, en los que mostraba su culito de tres años cuando un perro le tiraba del bañador, pero sobre todo desde su papel como la joven prostituta Iris Steensma en Taxi driver. Como dijo entonces la legendaria crítica Pauline Kael, se trata de una "niña inusual" cuyos diálogos "parecen propios" de lo convincentes que suenan.

Aunque Foster no es de las que disfrutan echando la vista atrás, la memoria de Taxi driver le devuelve la sonrisa, es la película que le recuerda "lo extraordinario" de su carrera. "He podido hacer cine en los sesenta, los setenta, los ochenta, los noventa y en el nuevo milenio. Especialmente en los setenta, la era dorada del cine americano. Haber estado ahí, haber tenido la oportunidad de trabajar con Scorsese, con De Niro, cuando hacían su mejor trabajo, es una fortuna", se regodea. Los tiempos son otros y Foster es más que consciente. De hecho son muchos los que ya veían sus tres años de ausencia entre La habitación del pánico y Plan de vuelo: Desaparecida (a excepción de un pequeño papel en el filme francés A very long engagement) como la desaparición silenciosa de una actriz que acababa de cruzar los 40, daba a luz a su segundo hijo y dejaba atrás una envidiable carrera con papeles como los que le dieron el Oscar en Acusados (1988) y El silencio de los corderos (1991) o los que le dieron el dinero, como Maverick (1994) y Contact (1997).

"Hay mucho menos trabajo para una mujer después de los 40, eso es un hecho", recuerda. También es un hecho lo que afirman sus agentes en ICM, que su cliente rechaza cientos de guiones al año. Por eso cuando encuentra algo que le interesa se agarra al proyecto como lo hacen sus personajes a la vida, con toda la bravura del mundo. Porque sabe que es lo mejor de lo que hay ahora aunque quizá no sean esos guiones a los que se malacostumbró en el momento más álgido del cine americano. "Los tiempos también son otros", repite con tono de justificación. Llevando siempre su conversación al terreno del filme que tiene entre manos, Foster recuerda que incluso con la violencia servida en bandeja y con Nueva York de telón de fondo, las diferencias que marcan las tres décadas que separan a Taxi driver de La extraña que hay en ti son abismales. "Travis Bickle y Erica Bain son dos personas muy diferentes", admite de los respectivos protagonistas de estos filmes. "No es sólo que el primero es un hombre y Bain es una mujer. Es que Bickle es una bestia, es alguien primitivo que no sabe lo que está haciendo, mientras que Erica es una intelectual, alguien cerebral que es capaz de verse en su transformación. Es capaz de ver la bestia que habita en su interior, el extraño que lleva dentro, y su bravura viene de su habilidad de mirarse en el espejo y admitir esta ignominia. No por disparar un arma. Cualquiera puede disparar un arma", disecciona la intérprete, que admite haber tenido una pistola "cuando era demasiado joven para entenderlo", momento en el que se deshizo de ella. Además está ese Nueva York donde Foster vivió durante algunos años y la transformación de la ciudad entre ambos filmes. "Está el Nueva York posterior a la guerra del Vietnam y ese otro que sobrevivió al 11-S. Travis Bickle es un veterano del Vietnam que intenta arreglar en la violenta Gran Manzana lo que no pudo arreglar en la guerra. Ahora, Times Square es Disneylandia, Nueva York nunca ha estado más boyante, nunca ha sido una ciudad más segura y, sin embargo, nunca ha vivido con tanto miedo. Toda la ciudad, toda la nación, vive con ese temor que se esconde bajo la superficie desde los atentados del 11-S".

Frente a este análisis, es absurdo hacer hincapié en la recepción de The brave one entre la crítica estadounidense, más bien tibia en sus comentarios y con punzadas que recuerdan lo que algunos llaman la "banalidad de este filme de género" comparado con la "complejidad" de aquel otro de los setenta. Pero si bien los ataques contra la cinta están dirigidos a los agujeros del guión o incluso contra su título ("a mí tampoco me convenció nunca, pero Joel Silver, nuestro productor, pensó que tiene fuerza y en eso estoy de acuerdo", explica Foster), ninguna crítica dice una palabra contra su protagonista. Muy al contrario, en casos como The Hollywood reporter hasta mencionan la posibilidad siempre presente de que la actriz vuelva a "captar la atención", refiriéndose a los Oscar. Además está la respuesta del público, que hizo del estreno en Estados Unidos el más taquillero de la semana, algo fuera de norma cuando se trata de una actriz protagonista.

Pero Foster es alguien fuera de la norma. Los que aún piensan que entre las actrices, Julia Roberts es la estrella más taquillera de la pantalla deberían pensarlo dos veces porque entre las mujeres, nadie como Foster es capaz de estrenar con mayor éxito de público. Con The brave one son ya tres los estrenos consecutivos con la misma acogida entre los espectadores, dado el éxito en la taquilla mundial de Plan de vuelo? (226 millones de dólares) y La habitación del pánico (196 millones de dólares). En una ocasión, su madre y agente afirmó que el éxito de su hija estaba relacionado con ese aire "nada tradicional" que tiene, un estilo que "personificó desde niña" la revolución de la mujer que acababa de sacudir al mundo.

Neil Jordan, su último director, prefiere explicarlo de forma más cinematográfica, seguro de que su actriz no siente temor y ni se detiene ante ninguna barrera. "Es capaz de situarse sin esfuerzo en el centro del dilema de tal forma que casi todo el mundo puede identificarse con ella. Foster se ve como un instrumento a través del cual la cámara observa, vigila e interpreta". Sea cual sea la razón, lo cierto es que la popularidad de Foster, además de su calidad, supera en recaudación y consistencia a la de muchos de los actores varones de la llamada lista A, de los de a 20 millones por película, aunque Foster sólo llega a cobrar 15 millones de dólares más el 15% de los beneficios. La cifra no es desdeñable, pero no responde al mercado. La actriz tampoco.

Poniendo a su hijo Charlie, de nueve años, como ejemplo, admite que su preocupación es quitarle de la cabeza la idea de que tienen dinero y hacerle consciente de que "para conseguir algo hay que trabajar duro". Foster tampoco entra en la discusión feminista de si existe una discriminación de sexos entre los astros de la pantalla. Ese ronquido que se le escapa al reírse para evadir la respuesta lo dice todo. "Es mi decisión no entrar en discusiones sociopolíticas que no están relacionadas con mi estreno", dice con esa voz de pito que se le pone cuando algo la pone nerviosa. "Tampoco le digo a la gente a quién voto aunque es bastante obvio... No soy quién, y creo que los hay mejores que yo para dar consejos", añade más relajada e incluso pícara de vuelta a la modulación algo rasposa que tiene desde la infancia.

Teniendo en cuenta que su sueño de juventud era ser presidenta de Estados Unidos (luego dijo conformarse con ser directora de cine, algo que ya es), es fácil imaginar que la postulación de Hillary Clinton a este cargo es algo que le interesa, aunque no suelte prenda. Hay más temas de los que tampoco habla, como su sexualidad. Este año le tocó a la revista Out, dirigida al público gay, levantar de nuevo la liebre al publicar en su portada la foto de dos modelos cubriendo sus rostros con máscaras donde se podía ver el rostro de Foster y el del periodista de la CNN Anderson Cooper bajo el titular El armario de cristal: por qué las estrellas no salen (del armario) y juegan. Madre soltera de Charlie y Kit, de seis años, concebidos sin la presencia de ninguna figura masculina en la vida de esta actriz, la sexualidad de Foster sigue siendo un enigma en el que ella no va a entrar. Y la prensa del corazón la ha dejado tranquila, mucho más entretenida con otras sagas como la de Britney, Lindsay o Paris. "En comparación yo soy aburrida", se ríe. "En serio. Estoy a punto de cumplir los 45 y no soy Lindsay Lohan o cualquiera de esas personas jóvenes e interesantes que están despiertas a las diez de la noche cuando yo estoy dormida". Pero Foster es demasiado seria para dejar su respuesta en un comentario frívolo y explica cómo descubrió muy pronto "lecciones muy duras" sobre lo que significa la popularidad y la necesidad de "compartimentar" su vida para asegurarse de que "no te la quitan con esa especie de circo que es la fama".

La lección más dura no la menciona por su nombre, aunque tiene incluso apellido, John Hinckley Jr., un obseso seguidor de la actriz que en 1981 intentó asesinar al entonces presidente estadounidense Ronald Reagan para captar la atención de Foster, a la que acosaba desde hacía años. Desde que escribió en 1982 el artículo Why me? (¿Por qué yo?) para la revista Esquire, la actriz ha evitado siempre este tema, no por miedo, sino por hartura. En las palabras de Foster se nota una mayor preocupación por el estado de la prensa del corazón, por las "persecuciones" de los "paparazzi" que por las obsesiones de un fanático desequilibrado. "Yo crecí en otro tiempo, y cuando tenía 18 años y era estúpida y alocada y vivía en Nueva York y salía hasta tarde, la gente no tenía lentes así de largas ?señala con las manos y alargando sus palabras? ni te seguía ni estabas rodeada de gente que te podía sacar una foto en cualquier momento con su teléfono móvil".

Las cosas también eran diferentes en su vida porque aunque su padre, Lucius Foster, abandonó a su familia cuando la actriz aún estaba en el vientre de su madre, ésta siempre estuvo a su lado. "Mi madre me amaba y me protegía y tenía reglas: cosas como colgar la ropa, nunca me dejaba salir del camerino si no había colgado mi ropa". En su opinión, esa base sólida ha hecho de ella quien es ahora. Por esa misma razón, lo que se le pasa por la cabeza a Foster cuando escucha el nombre de Lindsay Lohan es si es que nadie es capaz de decirle lo que hay que decirle. "Que le diga que el que te traigan cappuccinos 25 veces al día no es el mundo real. Cierto que eran otros tiempos y que entonces, cuando uno tenía 18 años, no hacía el dinero que hacen ahora, y no había la fiebre que hay ahora por las películas adolescentes, pero tiene que haber alguien que le enseñe esos miles de reglas que hacen que te comportes como una profesional y que le dan sentido a este mundo. Y ése es todo mi discurso por hoy", decelera al fin.

A ese respecto, Neil Jordan recuerda que Foster no es de las que se rodean de asistentes ni de las que esperan en su camerino a que el plano esté listo. "Ella espera en la calle, con todos, participando del rodaje", apunta. Las mismas alabanzas salen de los labios de Terrence Howard, su compañero de reparto en La extraña que hay en ti. "Jodie es muy privada incluso cuando te abre su corazón. Incluso entonces se reserva el 90% de sí misma, pero el 10% que comparte contigo es mucho más que lo que cualquier otra persona te puede dar", describe el actor, al que se le llena la boca hablando de la "generosidad" de la actriz, en especial a la hora de enseñarle a este recién llegado a la fama todo lo que ella ha aprendido en estos años de profesión. Entre las cosas aprendidas está su interés cada vez menor por la interpretación en aras de disfrutar más de su tiempo con la familia, "paseando, cocinando, recogiendo su ropa, castigándolos o ayudándolos, en el esquí o cuando vamos a bucear", recita ella acerca de sus actividades junto a sus hijos y su perra Daisy. La cadena de oro que lleva con las iniciales de sus dos retoños, C y K, grabadas en sendas medallas lo dice todo de alguien que por lo demás suele huir de las joyas. Con sólo ocho películas en los últimos 10 años, Foster no necesita explicar que ha encontrado "otra forma de disfrutar de su tiempo".

Eso no significa que piense dejar de actuar, ni tampoco de implicarse en los proyectos desde otros ángulos, como el guión. Cada día disfruta más colaborando para conseguir la historia que busca. En este contexto no le importa hablar de su vida personal, o al menos de la del personaje, cuando explica sin reparos que sí, que le gustan los papeles solitarios. "Me tendrías que ver cómo elimino el resto de los personajes en el guión", dice casi con el mismo placer y frialdad que demuestra su retrato de Erica Bain en La extraña que hay en ti.

Tampoco tiene problema en comentar que muchos de sus trabajos los ha recibido de segundas o de terceras. El caso es que son suyos. Que los ha hecho suyos. Porque a estas alturas es difícil pensar en otra que en Foster en la dura violación de Acusados, papel que iba a interpretar Kelly McGillis. Y es impensable que fuera la segunda opción de Jonathan Demme para Clarice Starling con un director mucho más interesado en Michelle Pfeiffer para El silencio de los corderos. La sustitución de Meg Ryan por Foster en Maverick es mucho más conocida, la única comedia romántica con éxito en la carrera de esta actriz que nunca ha podido disfrutar del talento camaleónico de una Meryl Streep ni cuya carrera sea prolífica en comedias, melodramas o películas de época, géneros a los que no acaba de saber llevar su interpretación.

Foster es también capaz de hacer papeles pensados para un hombre, literalmente, como fue el caso de Plan de vuelo?, donde la actriz llegó tras la marcha de Sean Penn y Denzel Washington. Y a Nicole Kidman ya la ha sustituido en dos ocasiones: la primera, cuando la intérprete criada en Australia sufrió una lesión que la impidió continuar el rodaje de La habitación del pánico, y la segunda, cuando la actriz dejó el campo libre en La extraña que hay en ti, guión al que Foster ya le había echado el ojo y quería hacer suyo. "Jodie estuvo realmente persiguiendo este guión, quería interpretar este personaje y fue la que me involucró en este proyecto porque de no ser por ella yo sólo suelo rodar mis propios guiones", comenta el irlandés Jordan. Mucho interés para alguien que dice no importarle sus largos descansos entre sus trabajos de interpretación. "Mi mayor frustración es no haber dirigido más", comenta en referencia a sus únicos dos filmes detrás de las cámaras, El pequeño Tate y Home for holidays, ambas películas muy diferentes a sus trabajos como actriz, historias intimistas contadas mediante un reparto coral.

La suerte no le ha acompañado en este campo, y pese a ser películas de bajo presupuesto que fueron bien recibidas por la crítica, y a pesar del pedigrí que acompaña a su nombre, son más los proyectos fracasados antes de arrancar que los que ha podido llevar a la pantalla. En el cajón de los filmes que nunca llegaron a nada están Flora Plum, que recibió la última puntilla en la forma de una lesión de Russell Crowe que acabó con el proyecto, y más recientemente Sugarland, película que estaba preparando para realizar junto a Robert de Niro, quien, junto a Meryl Streep, son los dos actores que más admira Foster dentro de la industria. "Estoy segura de que es de lo más normal escuchar cómo los proyectos se vienen abajo por la financiación o por otras razones, especialmente los actores. Es difícil coordinar las fechas de todos. Eso es lo que me ha ocurrido dos veces en 10 años. Pero también debo tener en mente que aunque llevo haciendo películas toda mi vida y para cuando estaba en la treintena ya tenía 35 filmes y dos estatuillas en mi haber, como directora aún soy muy joven. Sólo he hecho dos películas y tengo mucho que aprender y muchas maravillas y desilusiones por delante. Espero repetir pronto la experiencia".

Por el momento, los planes son otros, con el rodaje en Australia de Nim's Island, un filme de aventuras fantásticas basado en el libro del mismo título, y el proyectado filme sobre la realizadora de la Alemania nazi Leni Riefenstahl. "Éste lo estamos preparando y seguro que se hará. Ya tengo a un guionista trabajando en el proyecto, y lo que ocurre es que toma demasiado tiempo preparar una película. Especialmente si estás haciendo un filme importante y que sabes desde el principio que será controvertido. Pero no seré yo quien lo dirija", concluye con los dientes afilados para morder con furia en su próximo trabajo.

'La extraña que hay en ti", de Neil Jordan, interpretada por Jodie Foster, se estrenó el pasado fin de semana.

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