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Crítica:TEATRO | 'Un hombre que se ahoga'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Si Chéjov fuese Knipper

Javier Vallejo

Imagínense a la actriz Olga Knipper sentada en el despacho de Chéjov, escribiendo Tres hermanas para que su esposo interprete a Masha. Imagínese usted mismo desempeñando un día, por puro juego, el papel de su pareja, mientras su pareja hace de usted. Daniel Veronese propone algo similar en esta versión reducida de Tres hermanas: Olga, Masha e Irina son tres hombres de pelo en pecho; sus pretendientes, mujeres; la vieja Anfisa, un anciano, y así sucesivamente. Sus intérpretes no van travestidos. Actúan con ropa de calle bajo una luz inmutable, con unas pocas butacas por toda escenografía, como si estuvieran ensayando.

Lo novedoso del planteamiento de Veronese, lo que lo distingue de tantos espectáculos en los que, desde el drama isabelino a la ópera china, los chicos hacen de chicas, es que en Un hombre que se ahoga, habiendo adoptado un papel del sexo contrario, cada intérprete conserva su propia identidad sexual. "¿Desde cuándo está así este hombre?", pregunta Natasha al descubrir que Anfisa está enferma.

Un hombre que se ahoga

Versión y dirección: Daniel Veronese. Con Claudio da Passano, Adriana Ferrer, María Figueras, Ana Garibaldi, Fernando Llosa, Marta Lubos, Elvira Onetto, Silvina Sabater, Luciano Suardi y Claudio Tolcachir. Teatro María Guerrero, Madrid. Hasta el 21 de octubre.

Esta obra es puro arte y ensayo. Un experimento en el que se cruzan demasiadas variables como para que el resultado sea neto. Vuelvo a verlo un año después de su estreno en España, y echo de nuevo de menos el calado de la obra original, sin saltos narrativos, el Chéjov jondo que aquí aparece sólo cuando los actores meten tercera: en un monólogo dicho a público por Vershinin (Malena Figó), en otro de Natasha (Pablo Messiez), en ese final hecho a saco... Prefiero el Veronese de Mujeres soñaron caballos, que dispara con pólvora propia. Cuando se usa la ajena, cabe temer comparaciones: aquí vimos no hace mucho unas Tres hermanas rusas que lo tenían todo. Al público estrenista, compuesto mayoritariamente por gente del espectáculo, el experimento le encantó, y lo hizo notar al final.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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