En el infierno de los totalitarismos
Una nueva traducción de 'Vida y destino' muestra la grandeza de la obra de Vasili Grossman
Se sabe que lo inconcebible puede ser cierto. Desde que se descubrieron los campos de concentración donde los nazis se aplicaron en exterminar a los judíos, ya se tuvo noticia de que la imaginación más truculenta está lejos de concebir lo peor. También se conoce el infierno del Gulag, donde el comunismo soviético se deshizo de sus enemigos. Todo eso forma parte de la historia del siglo XX. Lo que hace Vasili Grossman en Vida y destino (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores) es mostrar ese horror cuando se encarna en la experiencia concreta de las víctimas. Lo contó con tal maestría que su novela es una de las mayores piezas literarias que dan cuenta de los excesos de los totalitarismos.
Hombres y mujeres corrientes que se ven atrapados en el marasmo desquiciado del fanatismo
Hay sitio para la ignominia y la indiferencia, pero también para la bondad y la alegría
Vasili Grossman nació en Berdíchev en 1905. Sus padres se separaron. Su madre era judía y murió en manos de los alemanes en 1942 sin que su hijo pudiera hacer nada. Vida y destino está llena de referencias científicas -Grossman trabajó como ingeniero químico en una mina-, como está llena de comentarios literarios y de observaciones sobre la producción artística de aquellos años. Cuando el ejército de Hitler invadió Rusia en 1941, Grossman se presentó para alistarse voluntario en el Ejército Rojo: lo rechazaron por enclenque. Unos meses después lo aceptaron como corresponsal de guerra. Salió de inmediato para el Frente Central, luego acompañó al 50º Ejército, le tocó contar lo que pasaba en Stalingrado y fue el primero en dar cuenta del horror del campo nazi de Treblinka. Las notas que Beevor y Vinogradova rescataron de sus cuadernos permiten conocer de cerca el prodigioso y detalladísimo trabajo que hizo durante aquellos años.
Vida y destino está construida con el material de aquel tiempo desgarrador. Se presentó ayer en Madrid. Xavier Antich, Luis Mateo Díez, Antonio Muñoz Molina y Marta Rebón celebraron la novela como una de las obras que con mayor lucidez y profundidad han retratado el siglo XX.
Una obra maestra, sin embargo, casi desconocida en España. En los años ochenta se tradujo del francés y se publicó en Seix Barral, pero pasó inadvertida (en la reseña del libro que se publicó entonces en este diario, Valentí Puig señalaba que Grossman muestra Stalingrado como "el espejo" donde Hitler y Stalin se asemejan). La nueva versión de Marta Rebón que aparece ahora se convierte así en un acontecimiento. Cuando el historiador británico Antony Beevor, con Luba Vinogradova, recuperaron los cuadernos de notas que Vasili Grossman había escrito durante la Segunda Guerra Mundial mientras acompañaba al Ejército Rojo y el libro se editó en España -Un escritor en guerra (Crítica, 2005)-, nadie sabía dar noticias de Vida y destino.
Son más de mil páginas. Por ellas pululan centenares de personajes, pero lo asombroso es poder penetrar en los minúsculos movimientos de conciencia que viven sus protagonistas. Hombres y mujeres corrientes que se ven atrapados en el marasmo desquiciado del fanatismo totalitario. Grossman cuenta con una precisión de entomólogo cómo en un campo de concentración soviético en la lejana Kolyma un prisionero común asesina a un compañero ante la indiferencia del resto de los reclusos: "Había apoyado un clavo grueso contra su oreja y entonces, con un golpe enérgico, se lo hundió hasta el cerebro".
Ese clavo grueso atravesando la piel de la víctima es una de las tantas imágenes a través de las que Grossman reconstruye la atmósfera enloquecida en la que se convierte la vida cotidiana cuando los totalitarismos imponen sus condiciones. La novela se desarrolla en escenarios diferentes: un campo de concentración nazi y un campo de trabajo soviético, la prisión de Lubianka, la retaguardia y el frente durante la batalla de Stalingrado, las ciudades de Kazán (donde se refugiaron algunos moscovitas) o de Kuíbishev... En todos ellos viven y sufren hombres y mujeres, y hay sitio para la ignominia y la indiferencia, pero también para la bondad y la alegría. Es en el círculo íntimo de la familia o de los amigos donde queda sitio para la humanidad frente a la ciega fuerza de la destrucción.
Grossman escribió Vida y destino en la década de los cincuenta. Tiene puntos de contacto con Tolstói, Dostoievski y Chéjov y se dice que es la Guerra y paz del siglo XX. La terminó en 1960. Un año después los funcionarios del KGB confiscaron todas las copias del manuscrito. "Saquearon los apartamentos de Grossman y su mecanógrafa, llevándose hasta el papel carbón y las cintas de la máquina de escribir", cuenta Beevor. El escritor murió en 1964 sin tener noticia de su obra. Hubo suerte: le había regalado una copia a un amigo, que la colgó de una percha bajo unos abrigos en su dacha. Se dice que fue Andréi Sájarov el que la descubrió. Consiguió que pasara en un microfilme a Suiza, donde se publicó por primera vez en los años ochenta.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.