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DVD | Qué pequeño es el cine
Columna
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Se acabó el verano, se acabó el amor

Patricia Gosálvez

Uno de los besos más famosos del cine ocurre en una playa. Es un beso desesperado, infiel y abocado al desastre. Él, Burt Lancaster, es un sargento; ella, Deborah Kerr, la esposa del capitán. Abrazados y apiernados se besan una noche de verano en una cala de Hawai. Muy cerca, en el espacio y en el tiempo, está Pearl Harbour y el 7 de diciembre de 1941. El beso está preñado de desgracia, pero es eterno. Tanto, que la playa de Oahu se convirtió en un lugar de peregrinación para turistas y pasó a llamarse Eternity Cove, por el título de la película De aquí a la eternidad (Fred Zinnemann, 1953). Decía Oscar Wilde que la diferencia entre un affaire y un amor para toda la vida es que el affaire dura más. El cine está plagado de inolvidables rollos veraniegos que lo corroboran.

- Una comedia romántica: 'La tentación vive arriba' (Billy Wilder, 1955). Cuando Tom Ewell se queda de rodríguez en el caluroso Nueva York, fantasea con darse el beso de De aquí a la eternidad con la mejor amiga de su esposa. Entonces aparece Marilyn Monroe y ya no puede fantasear con nadie más. Es comprensible. En su primera aparición, la vecinita de arriba confiesa que guarda las bragas en el congelador. Luego se refresca con la brisa que surge del metro y nace un icono del siglo XX.

Marilyn, cuyo personaje no tiene nombre, sólo besa en dos ocasiones al hombre casado, pero consigue que éste recupere el ímpetu perdido en siete años de matrimonio. En inglés, la película se titula El escozor de los siete años, que es cuando se supone que las parejas entran en crisis, aburridas de ver siempre la misma cara sobre la almohada. En el filme, el marido vuelve a los brazos de su legítima mujer supervitaminado por la rubia. Ella le hace volver a creer en el amor y en que los milagros existen y visten de blanco vaporoso.

- Un clásico: 'Un verano con Mónica' (Ingmar Bergman, 1955).

Dos adolescentes abandonan sus opacas vidas en Estocolmo para embarcarse en un verano de amor por los fiordos. Instantánea de la felicidad: Mónica en pantalones cortos, camisa abierta, tumbada al sol en la proa de la barquita que conduce Harry. Allí viven sin padres, obligaciones ni nada que lo estropee. "No quiero volver nunca", dice la chica. Pero el verano acaba, escasea la comida y ella se queda embarazada. Rodada a los 37 años con sensibilidad de maestro, el filme adora a sus personajes en toda su contradicción. Fue una de las primeras películas europeas que se vio en Estados Unidos. La vendieron como un filme sexy, porque Mónica se baña desnuda y tiene una mirada incendiaria. Además, es una fábula sobre el desamor y la pérdida y aquel verano imborrable en el que a todos nos rompieron el corazón por primera vez.

- Un dramón: 'Brokeback Mountain' (Ang Lee, 2005).

Cuando Jack y Ennis bajan de la montaña de Wyoming donde han pastoreado juntos se despiden con un lacónico "ya nos veremos por ahí". Pero el verano que pasaron allá arriba les cambió para siempre. A partir de entonces están condenados a repetirlo en furtivos viajes de pesca, paréntesis en sus vidas oficiales de hombres casados. "Ojalá supiera cómo dejarte", le recrimina Jack a Ennis en el enésimo verano en la montaña. Han pasado muchos más de siete años desde su primer encuentro, pero el famoso escozor no ha llegado. Es el peligro de alargar la intensidad de un affaire veraniego al resto de una vida: tampoco funciona. Olvídense, el calor no dura para siempre y a veces septiembre es el mes más cruel.

Harriet Andersson, en <i>Un verano con Mónica.</i>
Harriet Andersson, en Un verano con Mónica.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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