Londres prepara la entrega de Basora
Los británicos podrían reducir a 1.500 soldados su presencia en Irak en los próximos meses
¿Misión cumplida o derrota encubierta? La retirada de las tropas británicas del palacio presidencial de Basora y su posterior atrincheramiento en una sola base junto al aeropuerto en las afueras de la ciudad, culminado ayer, tiene algo de misión cumplida y también algo de derrota encubierta. Es, sobre todo, el reconocimiento del Ejército y del Gobierno británicos de que poco más pueden hacer para mejorar la seguridad en el territorio del sur de Irak bajo su responsabilidad desde marzo de 2003.
La retirada británica, realizada a caballo entre el domingo y el lunes, en la oscuridad de la noche y la soledad del toque de queda y que se realizó sin incidentes, ha puesto de manifiesto las diferentes estrategias de británicos y estadounidenses en Irak. Mientras los primeros planean reducir tropas, los segundos las aumentan.
La retirada sigue los planes trazados hace meses. El Reino Unido ha traspasado a las autoridades iraquíes tres de las cuatro provincias que controlaba en el sur de Irak, donde la población es mayoritariamente chií. Al concentrar todas sus fuerzas en una sola base -evitando de este modo el riesgo de moverse por una ciudad donde la milicia chií del clérigo radical Múqtada al Sáder ha causado numerosos problemas-, Londres da el primer paso para traspasar el control de la provincia de Basora.
El Reino Unido llegó a disponer de 18.000 soldados en Irak. Ahora tiene 5.500. Los 500 que hasta la noche del domingo estaban en el palacio presidencial de Basora podrían volver muy pronto a casa. A pesar de las proclamas del primer ministro, Gordon Brown, que ayer mismo se ratificó en sus compromisos de seguir en Irak mientras sea necesario y lo quieran los iraquíes, los expertos creen que Londres reducirá de forma drástica el despliegue.
Robert Lowe, analista de Chatham House, prestigioso foro londinense de debate sobre política exterior, cree que la presencia británica podría reducirse a 1.500 soldados en los próximos meses, quizá antes de que acabe el invierno, que estarían en permanente alerta para intervenir en apoyo de las tropas iraquíes si así se lo piden las autoridades.
La reducción es una exigencia de la cúpula del Ejército británico, que desde hace meses cree que tiene muy poco que hacer en Irak y necesita esas tropas en un frente de guerra que considera mucho más significativo: Afganistán.
La presión de los militares cuenta con la buena disposición de Gordon Brown a marcharse de Irak. Aunque quiere hacerlo sin llamar mucho la atención y sin enfrentarse a EE UU, cuanto menor sea la implicación británica en Irak, mejor para el primer ministro que reemplazó a Tony Blair.
Aunque la entrega a las autoridades iraquíes del palacio presidencial de Basora no ha sido una sorpresa y se esperaba desde hace meses, no ha dejado de provocar algunas chispas. "Ha tenido que haber necesariamente coordinación porque los dos aliados están en contacto permanente; por lo tanto, Estados Unidos está al corriente. Pero también está claro que ha causado cierta incomodidad a los norteamericanos que en un momento en que están incrementando su presencia en Irak sus aliados vayan en dirección contraria", opina Lowe.
Cruce de acusaciones
En los últimos días, ha habido un cruce de acusaciones entre los dos aliados. En una entrevista al diario conservador londinense The Daily Telegraph, el general Mike Jackson, jefe del Alto Estado Mayor del Ejército británico entre 2003 y 2006, calificó el sábado de "muy corta de miras" y de "intelectualmente quebrada" la estrategia de Estados Unidos sobre la posguerra de Irak.
Jackson, que ahora está retirado del Ejército y que ya en el pasado había criticado los preparativos de la invasión -que vivió en primera línea- señaló al entonces ministro de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, como uno de los principales responsables de los errores cometidos, entre los que citó el desmantelamiento de los servicios de seguridad iraquíes tras la invasión.
John Bolton, antiguo embajador de Estados Unidos en Naciones Unidas y uno de los halcones de la Administración de Bush defensores de la intervención en Irak, acusó al general británico de defender "una versión de la historia que simplemente no se apoya en las evidencias". "Sus observaciones son muy simplistas, de alguna manera limitadas por el propio papel que él tuvo", declaró a la BBC.
Otro militar británico retirado, el general Tim Cross, el más alto oficial británico que participó en la planificación de la posguerra de Irak, declaró el domingo al Sunday Mirror que Rumsfeld "ignoró" o "despreció" sus advertencias sobre la necesidad de internacionalizar la reconstrucción de Irak. "No quería oír ese mensaje. Estados Unidos se había convencido a sí mismo de que tras la invasión, Irak se convertiría con rapidez en una democracia estable", declaró.
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