Rebelión de ONG en Suráfrica por la caída de la directora del plan antisida
Los activistas temen un frenazo en el país con más personas infectadas del continente
Menos de un año ha durado la alegría de las ONG que luchan contra el sida en Suráfrica. El aplauso por que la polémica ministra de Sanidad, Manto Tshabalala-Msimang, había dejado de dirigir los planes contra el VIH ha cesado ante la destitución de la responsable del programa, Nozizwe Madlala-Routledge. Esta última había sido recibida con los brazos abiertos por una comunidad harta de Tshabalala-Msimang. Los activistas, que encadenan las protestas, temen que se frene la lucha contra el sida. La revista científica The Lancet les apoya.
Las causas de la destitución de Madlala-Routledge no están claras. Fuentes del Gobierno lo atribuyen al gasto de más de 22.000 euros en un viaje no autorizado por el presidente del Gobierno, Thabo Mbeki, a España para asistir, con su hijo y un asesor -algo usual en esta administración-, a una reunión sobre sida, a principios de este mes, una desautorización que la afectada dice que desconocía. Desde los sectores más activos en la lucha antisida en el país se considera que Madlala fue víctima de una encerrona por parte de un presidente, Mbeki, intolerante a las críticas.
Y la cara amable de la lucha antisida en el Gobierno de Mbeki se había tornado demasiado deslenguada para su gusto: aprovechando la ausencia por enfermedad de la ministra de Sanidad (que tuvo que someterse a un trasplante de hígado), Madlala-Routledge ocupó las portadas de los medios de comunicación junto con la vicepresidenta del gobierno, Phumzile Mlambo-Nguka, al reactivar el Consejo Nacional Surafricano para el sida, enfatizó la importancia de los retrovirales (y no la nutrición, como la ministra) y exhortó a los dirigentes de la nación a hacerse la prueba del sida, lo que se interpretó como un reto al mismísimo presidente, quien prefiere alternar con paracientíficos amantes de teorías conspiratorias y que niega la vinculación del VIH con el sida.
La gota que colmó el vaso de la paciencia presidencial fue un nuevo encontronazo entre Madlala y la ministra por las condiciones de un hospital del Este del país. Mientras la primera las definió como una "catástrofe nacional" por la elevada mortalidad de bebés, la segunda las situó en la normalidad.
Suráfrica es el segundo país del mundo donde más personas viven con VIH o tienen sida (más de 5,5 millones, de una población de 44 millones), por detrás de India. Pero aparte del peso de la infección, es un ejemplo para toda África. Su riqueza le permite afrontar campañas como la de dar antivirales a todas las mujeres embarazadas infectadas, y llegar a una cobertura del 100% en el tratamiento de personas enfermas.
Ajo, patatas y aceite
Este objetivo podría haber sido alcanzado por Suráfrica, pero la política de Tshabalala-Msimang lo ha impedido. Ésta se hizo famosa cuando defendió que para frenar el VIH bastaba con comer "ajo, patatas y aceite de oliva", lo que le costó feroces críticas de los responsables mundiales de la lucha contra el VIH. Para ONG como TAC, que abandera la lucha por el acceso a los tratamientos en Suráfrica, la destitución de Madlala-Routledge, cuyas causas nadie ha explicado, es una pésima noticia; temen que la política de la ministra se reafirme y que el plan nacional para el sida, diseñado mientras Tshabalala se recuperaba en el hospital, quede en agua de borrajas. El plan pretende reducir las nuevas infecciones en un 50% y suministrar retrovirales al 80% de la población que los necesite en 2011.
Las críticas a la ministra siguen arreciando; no sólo por el despido arbitrario de Madlala-Routledge, sino también por la publicación de su historial clínico en el Sunday Times, que revela que obtuvo un tratamiento preferente al recibir el trasplante y que éste tuvo su origen en una cirrosis alcohólica.
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