Rebeldes con aires góticos
"No me impresionaron demasiado la primera vez que las vi. Fue en Akihabara, el barrio de la electrónica de Tokio. No destilaban violencia ni rebeldía a pesar de sus ropas oscuras, sus pelos de colores y sus cientos de abalorios. Si te acercas, son amables, pero en Japón todas las tribus lo son, incluidos los punkis". Florentino Rodao, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid y doctor por la Universidad de Tokio, admiró la algarabía de formas y colores de esta tribu urbana en 2002. Y aunque en Japón resulta difícil decidir dónde posar la mirada -rascacielos, luces de neón, tiendas atiborradas de juguetes y un trepidante vaivén de chicas y chicos atraen la atención del turista-, las lolitas góticas se las apañaron para encandilarle.
Un hechizo al que también sucumbió Katsuhiko Ishikawa, editor de varias publicaciones juveniles. Durante todo 2006, Ishikawa documentó, junto al fotógrafo Masayuki Yoshinaga, diferentes estilos de lolitas góticas en Tokio y Osaka. "Tras el éxito de Fresh fruits y Fruits [dos libros de Phaidon inspirados en una revista japonesa homónima], que mostraban en fotos la delirante moda tokiota, la editorial me encargó captar la escena de las lolitas", relata este japonés de 43 años que admite haber terminado convertido en una lolita. El resultado: 270 retratos que documentan una moda que presume de haber resistido el embate de lo efímero durante un decenio.
El término gótico desembarcó en Japón a finales de los noventa. Atravesó el océano Pacífico (desde EE UU) y la estepa rusa (desde Inglaterra y Alemania), y abrazó el país asiático con un vestuario glam a lo David Bowie, un maquillaje recargado a lo Robert Smith y una frágil androginia a lo Marilyn Manson. Mana, guitarrista del desaparecido grupo japonés Malice Mizer, reinterpretó el estilo occidental sobre los escenarios en 1996. Le añadió toques del rococó francés y detalles victorianos. Este rockero parió el gosu rori (transcripción de la expresión japonesa lolita gótica). La juventud tokiota no tardó en adoptar su figura lánguida, sus corpiños, sus botas altas, sus blusas de encaje, sus tutús y sus medias por encima de la rodilla. Y si en origen sus seguidores se reunían los domingos en la plaza de Yoyogi de Harajuku, los tirabuzones acabaron inundando los cercanos barrios de Shibuya y Shinjuku, mecas de la moda juvenil y el manga (cómic japonés).
"A la nación japonesa, como a toda sociedad posmaterialista, le preocupa más su aspecto físico que comer bien", asegura Javier Tablero, antropólogo social en la Universidad de Granada y experto en cultura japonesa. Cuidarse, atrapar su físico en el cuerpo de una niña es un ansia que, según él, responde a un deseo de evasión. "Desde la crisis económica de los noventa, que llevó a la generación perdida [término con el que los medios nipones bautizaron a los nacidos después de 1975] a replantearse sus prioridades ante la inestabilidad laboral, muchos japoneses entre los 16 y 21 años huyen de la tiranía de la corbata", ratifica Ana M. Goy Yamamoto, doctor en Economía y Gestión Japonesa de la Universidad Autónoma de Madrid. Una horquilla que, según sus datos, afecta a más de 4,5 millones de japoneses sin empleo estable que sustituyen la empresa ?relacionada con la familia? por amigos de instituto con las mismas aficiones. Lo que ha facilitado la exteriorización de la personalidad. Y es que, como afirma el autor de Gothic & Lolita, los góticos japoneses no son ni introvertidos ni violentos como los occidentales.
El centro de Tokio es un espectáculo teatral, una pasarela por la que desfilan cándidas jóvenes con faldas a cuadros, doncellas con coletitas, muchachas con delantal o dulces campesinas con bolsitos de mimbre. Clases todas ellas de lolitas que suelen tejer sus modelitos aniñados. Y no debemos olvidar que lucir fetiches infantiles, como llaveros de Hello Kitty, o desear la piel de una muñeca de porcelana son actitudes japonesas.
Pero no nos equivoquemos; por muy artística que esta tribu pueda parecer, no deja de ser un producto fabricado. Según datos del Ministerio del Interior, en 1999 los japoneses entre 15 y 34 años dedicaron un 20,8% de sus gastos, es decir, 136.875 yenes (unos 850 euros), a ropa, calzado, accesorios y CD. "El mercado ha devorado el fenómeno y lo ha alimentado con revistas (Gothic & Lolita Bible), películas (Kamikaze girls), marcas de ropa (Innocent World), bandas (Dué le Quartz) o manga (Death Note). Y como otros productos japoneses de inspiración occidental, el fenómeno de las lolitas góticas ha regresado como un bumerán para marcar a diseñadores europeos como John Galliano y a cantantes estadounidenses como Gwen Stefani, que en 2006 dedicó su álbum Love, Angel, Music, Baby a las tortuosas pero románticas Harajuku girls.
'Gothic & Lolita', coordinado por Katsuhiko Ishikawa y con fotografías de Masayuki Yoshinaga, está editado por Phaidon. Más información en www.phaidon.com.
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