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La cruz roja, el cocinero de Perejil y la medalla de Madrid

Miguel González

"Cuando yo sea presidente del Gobierno, esas medallas serán con distintivo rojo", le espetó Mariano Rajoy a José Luis Rodríguez Zapatero al término del agrio debate que ambos protagonizaron el pasado miércoles en el Congreso. Se supone que, para conceder la Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo a los seis militares españoles muertos en Líbano, Rajoy modificará el decreto que regula este tipo de condecoraciones, aprobado por el Gobierno que él mismo vicepresidía en agosto de 2003.

Según ese decreto, el distintivo rojo recompensa aquellas acciones en las que se acrediten "dotes significadas de mando, serenidad o iniciativa". Una característica de los métodos terroristas -del coche bomba al tiro en la nuca- es que priva a sus víctimas de la posibilidad de defenderse. Nadie puede acreditar valor (o cobardía) si ni siquiera se le da la ocasión de hacerlo.

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Es verdad que el PP no fue muy escrupuloso con la legislación sobre recompensas militares. En 2003, el ministro Federico Trillo-Figueroa concedió 65 cruces con distintivo rojo por la toma de Perejil. Fuentes militares aseguran que la generosidad llegó al punto de condecorar al cocinero de un buque. Este extremo no está confirmado, pero resulta imposible, dado el tamaño del islote, que todos los héroes de Perejil pusieran el pie en él. Y, desde luego, ninguno disparó un solo tiro.

Quienes sí dispararon, hasta agotar el cargador, fueron los siete agentes del CNI muertos en Latifiya (Irak), frente a un enemigo mucho más numeroso y mejor armado. Pese a ello, el PP les otorgó el distintivo amarillo, que ahora tanto denosta, y que premia aquellos hechos que, "comportando una especial conducta meritoria, tengan como consecuencia el fallecimiento en acto de servicio".

Ni el distintivo rojo ni el amarillo conllevan recompensa económica alguna. Su valor es meramente moral. Otorgar el distintivo rojo a quien no le corresponde o el amarillo a quien no lo merece no hacen sino devaluarlos.

Cuando el PP intenta asociar el distintivo rojo a la guerra olvida que su propia reforma acabó con esta identificación porque, como decía el preámbulo del decreto, las guerras ya no son lo que eran.

Peor aún es hacer partidismo con los muertos. Como la Comunidad de Madrid, que ya ha dado su medalla de oro a los seis soldados fallecidos en Líbano y, en cambio, ha negado cualquier reconocimiento a los militares madrileños muertos en el accidente del Yak-42.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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