El hombre con el que nadie quería pactar
La corrupción en Andratx, la compra de una casa-palacio a un precio sospechosamente bajo y su obsesión por asfaltar Ibiza liquidaron la carrera de Matas
Jaume Matas es un hombre en fuga tras el 27-M. El poder se le ha roto en las manos, se le ha escurrido inevitablemente como una clara de huevo entre los dedos. El ex ministro de José María Aznar, dos veces presidente de Baleares, abandona de manera precipitada la vida política con un triunfo electoral que se ha vuelto inservible. Ha ganado, pero no ha encontrado a nadie -le basta un solo diputado- que quiera pactar con él y con el PP.
El pasado de Matas comenzó a estropearse con el escándalo de corrupción urbanística del caso Andratx, que no sólo salpicó a ese municipio, sino también a su Gobierno. Su imagen también quedó deteriorada por la compra de su palacete manierista, un piso de lujo de 725 metros cuadrados en el corazón histórico de Palma por el que pagó menos de un millón de euros cuando en el mercado hubiese costado casi cinco.
El ex presidente quedará a la intemperie política: no es parlamentario y no estará aforado
Su futuro inmediato quedó también condicionado por otro exceso: las autovías que proyectó en la pequeña isla de Ibiza. Del rechazo social que motivaron nació la pérdida del escaño de oro que le falta para gobernar en solitario.
Un hombre de 50 años, un profesional con ambición de poder, desaparece de escena por motivos misteriosos. Quedará a la intemperie política porque al no ser parlamentario dejará de ser aforado. En su campaña electoral agigantó su efigie hasta la altura de cinco pisos en las vallas publicitarias en un gesto monumental, de cartel de cine, que casa con su obsesión por coleccionar fotos con vips: contrató por cuatro millones a Michael Douglas y a Claudia Schiffer para que se retrataran con él para promocionar el turismo.
Mientras fue ministro de Medio Ambiente se cuidó mucho de escapar del chapapote del Prestige. Para lanzar el Plan Hidrológico Nacional buscó la complicidad de un paisano ecologista -el ex líder de Greenpeace, Xavier Pastor- y negoció en secreto con el ex presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall (PSC). "A veces cuesta aceptar en el PP lo que hago. Me creo problemas", confesó al lanzar la reforma del Estatuto de Baleares a rebufo y semejanza del catalán.
Pero la grandilocuencia le perjudicó. Formando parte del Gobierno de Aznar, decidió levantar ante su residencia de verano en Sa Colònia un centro de interpretación del Parque Nacional de Cabrera con forma de pirámide de cuatro plantas que costará más de 20 millones, el doble de lo presupuestado. No lo podrá inaugurar.
En plena campaña preparó su instantánea con el arquitecto Santiago Calatrava para otro gran proyecto: un teatro de ópera en el puerto de Palma, de 100 millones. Pero el encargo no está en ningún plan ni presupuesto y se quedará en la maqueta. La junta electoral prohibió su presentación, pero no los actos del candidato con Roger Federer y Rafael Nadal, en un partido de tenis que costó tres millones.
Matas se empeñó en publicitar una apariencia de eficacia y gestión. Desdeñó por "política" una la protesta contra la corrupción urbanística protagonizada por 50.000 personas -el 8% de la población de Mallorca- y la oposición del 20% del censo a sus autovías en Ibiza. "Todos las usarán", se jactó seguro de sí. Poseía la mayoría absoluta y la desparramó por las grietas de los excesos.
Programó sus mensajes electorales con la ayuda de un psicólogo que situó entre sus asesores. Pero su discurso no tapó el eco de los escándalos. Su rostro quedó adherido a su televisión autonómica, IB3, gestionada por jefes de prensa del PP. La cadena es una máquina para el boato de los nuestros que ignora o persigue a los adversarios.
Sin embargo, sus informativos lo han dejado aún más solo. Los telediarios de IB3 no dejaron de atacar a su socia habitual Maria Antònia Munar (líder de Unió Mallorquina) con una supuesta compra de votos. Las noticias cocinadas se produjeron incluso en la jornada de reflexión.
Munar frustró el intento de negociación postelectoral que le lanzó el PP echándole en cara a Matas "la campaña" de IB3. "Munar creyó que querían meterla en la cárcel", confesó uno de sus asesores. El adiós de UM al PP y el giro hacia el PSOE lo precipitó la candidata Rosa Estarás -hoy sucesora de Matas- que zahirió a Munar sin clemencia.
Pero UM comenzó su alejamiento antes, con el urbanismo salvaje y al destaparse el caso Andratx. El presidente confesó que, para él, fue una "experiencia amarga y difícil" ver detener por corrupción a un director general de su Gobierno en el despacho mientras el alcalde de Andratx, Eugenio Hidalgo, que él mismo fichó para el PP, era la primera autoridad balear de la democracia que iba a prisión: vértigo de portadas y telediarios.
Pero Matas no se achantó. En pleno escándalo, echó mano del manual de la conspiración. Aludió a la "desgraciada filosofía del 11-M", cuando "unos terroristas consiguieron cambiar el voto" y cargó contra Zapatero y por extensión contra el PSOE. Él y su consejero de Interior, el secretario del PP balear, José María Rodríguez, intimaron con el protagonista del caso Andratx, maquinaron con el alcalde Hidalgo qué hacer, horas antes de su arresto. El juez y el fiscal consideran "un hecho incontrovertible" que Hidalgo "conocía la acción judicial (secreta) que se desarrollaría poco después". Matas se fue a ver al fiscal general.
El barón del PP dice ser víctima de tácticas para "eliminar o destruir al adversario". Mientras fue presidente y luego ministro, el fiscal general nombrado por Aznar evitó que declarara por el caso Formentera de compra de votos, asunto que el fiscal del Tribunal Supremo consideró "estética y éticamente reprochable".
Matas tiene otro borrón, el del espionaje electrónico al PSOE mediante correos electrónicos desviados a su propio ordenador. El Supremo exoneró a dos de sus secretarios por pinchar los e-mails "de manera ciertamente ilegítima" y afirmó que su actuación no era delito, pero tampoco podía juzgarse "ética ni jurídicamente indiferente".
Cuando se abrieron las urnas, Matas echó en falta un par de miles de votos. Tuvo errores propios en su diseño de laboratorio: dobles listas contra UM y el nuevo Consell de Formentera, que ideó para mermar a la izquierda. Pero los efectos fueron contrarios a los perseguidos. Otra tempestad fue el fichaje de la escritora Maria de la Pau Janer, que se definió "catalanista", lo que lo convirtió en víctima del fuego amigo. Un asesor personal, un diputado y un alcalde del PP agitaron los núcleos anticatalanistas y generaron cientos de votos nulos por haber tachado a Janer de la papeleta.
Poderoso y ofendido antes de su huida, Matas respiraba por las heridas. A un personaje que le criticó por su palacete lo llamó a capítulo y le recriminó por su atrevimiento con reproches del pasado. Tras el portazo se va a EE UU a hacer negocios, "a crecer". El jaque mate a la reina (Munar), fue un fiasco, un tropiezo perdedor. Jaume Matas deja el tablero, y al PP balear a la deriva.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.