Sarkozy incorpora a su nuevo Gobierno más figuras de la izquierda
La fundadora del movimiento Ni Putas ni Sumisas, nombrada secretaria de Estado
Nicolas Sarkozy ha tardado 24 horas en reaccionar y retomar la iniciativa. A los mediocres resultados obtenidos el domingo por su partido, el presidente francés respondió con una atrevida remodelación del Gobierno que preside François Fillon. Sarkozy rompe de nuevo moldes: sitúa por primera vez a una mujer, Christine Lagarde, la anterior titular de Agricultura y Pesca, en el Ministerio de Economía, Finanzas y Empleo, y añade un socialista más -y son tres- a la cúpula de la diplomacia francesa.
Jean-Louis Borloo, el hombre que desveló las intenciones del Ejecutivo de subir el IVA, deja la cartera de Economía, Finanzas y Empleo, pero pasa a ocupar el superministerio de Ecología, Ordenación del Territorio y Desarrollo Sostenible que Alain Juppé ha tenido que abandonar tras perder su escaño en las legislativas del pasado domingo, lo que le convierte en el número dos del Ejecutivo. El senador socialista y alcalde de Mulhouse, Jean-Marie Bockel, blairista declarado, ocupará la Secretaría de Estado de Cooperación y Francofonía bajo el mando de Bernard Kouchner.
El presidente, que se dirigirá hoy a los franceses por televisión para detallar el calendario de las reformas, no ha cumplido su promesa de paridad hombre-mujer. Entre los 32 miembros del Gabinete (15 ministros, 16 secretarios de Estado y un Alto Comisionado) hay 11 mujeres. Pero ha aprovechado la ocasión para aumentar la visibilidad de las minorías en el Gobierno. A la ministra de Justicia, Rachida Dati, de origen magrebí, se le unen ahora otras dos mujeres de origen inmigrante. Rama Yade, de 30 años y de origen senegalés, muy activa durante la campaña presidencial, formará parte también del equipo de Kouchner como secretaria de Estado de Exteriores y Derechos Humanos.
Pero la guinda del Gobierno Fillon-2 es Fadela Amara, la fundadora del movimiento feminista Ni Putas ni Sumisas, procedente de una familia argelina de 12 hermanos de los suburbios de Clermont-Ferrand, claramente de izquierdas, muy cercana a la organización SOS Racismo, que fundó este movimiento para defender la dignidad de las adolescentes de las barriadas. Amara, que ayer aseguró que no olvida lo sucedido en los suburbios en 2005, se ocupará de Política de la Ciudad en el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, de Christine Boutin, uno de los elementos más conservadores de la Unión por un Movimiento Popular (UMP); opuesta al aborto.
Y por si faltara otra guinda, Sarkozy ha metido en el Gobierno a un amigo personal, con el que practica el deporte en vacaciones: el entrenador de la selección francesa de rugby, Bernard Laporte, de 42 años, como secretario de Estado para la Juventud y el Deporte, si bien, no ocupará su puesto hasta finales de octubre, cuando acabe la Copa del Mundo de Rugby que se celebra en Francia.
Pero el único ministro nuevo que entra en el Gobierno es Michel Barnier, uno de los hombres con mayor experiencia política del Ejecutivo. Ministro de Ecología bajo Édouard Balladur, comisario europeo con Romano Prodi, titular de Exteriores bajo Jean Pierre Raffarin, Barnier, de 56 años, salió del Gobierno tras el no francés al Tratado Constitucional europeo y se pasó al campo de Sarkozy. Su nombre sonó para varios puestos importantes, pero ha sido la salida de Juppé la que le ha permitido tener una cartera. Su primera misión será defender las subvenciones agrícolas francesas en las difíciles negociaciones de la Organización Mundial de Comercio.
El nombramiento de Borloo ha sorprendido a más de uno, y especialmente el hecho de que su cartera conserve la condición de ministro de Estado. No son pocas las voces dentro de la UMP que le atribuyen buena parte de la responsabilidad en la resurrección de la izquierda el pasado domingo en la segunda vuelta de las legislativas. Fue Borloo quien admitió en televisión que el Gobierno contemplaba una subida del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) de hasta cinco puntos, entregando a la oposición un arma que resultó tener una gran efectividad. Su trabajo en Bercy -sede del Ministerio de Economía- también había sido objeto de duras críticas. Algunos analistas señalan que ésta ha sido una manera de quitarle Economía a este político muy popular a quien se considera el rostro social del Ejecutivo.
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