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El conflicto de Oriente Próximo

Al Fatah se atrinchera en Cisjordania

Los grupos leales al partido del presidente Abbas toman el control de la Administración palestina

Perdida Gaza, y con los dirigentes de Al Fatah en estampida desde la franja, el partido del presidente palestino, Mahmud Abbas, trata de hacerse fuerte en Cisjordania. Para empezar, el primer ministro del Gobierno de emergencia, Salam Fayad, ultimó ayer la composición del nuevo Gabinete. Lo hizo en Ramala, porque en Gaza sólo hay un amo, Hamás, que va a sufrir un cerco económico, militar y político aún más incisivo a partir de ahora.

El choque de trenes -alentado por la comunidad internacional- está servido y el miedo a que se traslade a Cisjordania la violencia que devasta Gaza es palpable.

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El asalto de las milicias de Hamás esta semana a los cuarteles de la Seguridad Preventiva y demás cuerpos policiales en Gaza fue fulgurante. La resistencia con que se toparon, casi nula. Los uniformados leales a Abbas se rendían a las primeras de cambio. No es de extrañar, sabedores de que la determinación de los milicianos islamistas es enorme y conscientes de que sus jefes huyeron cuando las cosas se pusieron calientes. Varias decenas de líderes políticos de Al Fatah y mandos militares y policiales fieles al presidente, varios de ellos con sus familias, escaparon ayer de Gaza a través del cruce fronterizo de Erez. El Gobierno israelí facilitó los permisos para que pudieran viajar a Cisjordania.

Llegaron a Ramala, donde Fayad componía el nuevo Ejecutivo después de que Abbas decidiera la disolución del Gabinete de unidad pactado con Hamás en marzo. Según la legislación palestina, el presidente está facultado para designar un Gabinete de emergencia por un plazo de 30 días. Un periodo que puede prorrogarse, pero con la aprobación de dos tercios del Parlamento. No hay manera de que Abbas y Fayad reúnan esa mayoría en una Cámara dominada por mayoría absoluta por el movimiento fundamentalista.

Ahora todo son prisas. Para empezar, el Gobierno recibió ayer un primer espaldarazo. "Abbas ha sido informado de que la Administración estadounidense levantará inmediatamente el embargo económico una vez que el nuevo Gobierno sea anunciado", afirmó un alto funcionario palestino. La reanudación de las ayudas norteamericanas al nuevo Gabinete de Fayad -a las que seguirían con certeza las europeas- tienen un precio político: la ruptura de toda negociación con Hamás. Aunque la Liga Árabe pidió ayer una reunión inmediata entre Abbas y el líder de Hamás en el exilio de Damasco, Jaled Meshal, asesores del mandatario rechazaron esa posibilidad. "El presidente no negociará con asesinos", declaró Yasir Abed Rabbo, consejero de Abbas.

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Todo es incertidumbre. Las batallas del miércoles y jueves son un episodio más de la campaña para derribar al Gobierno de Hamás, que se inició inmediatamente después de su abultado triunfo en las elecciones legislativas de enero de 2006. A esa campaña -encabezada por EE UU, Israel y la UE- se sumó Al Fatah. Su vieja guardia, los veteranos que acompañaron a Yasir Arafat al exilio de Jordania, Líbano y Túnez, fueron incapaces de asumir la derrota en las urnas, la pérdida de sus privilegios y emprender la renovación en el partido, que todos consideran imprescindible para su supervivencia. Gaza está ya perdida. Y la ansiedad se apodera ahora de los 2,4 millones de habitantes de Cisjordania.

El temor es que los milicianos de Al Fatah traten de vengar la afrenta sufrida en Gaza. Es una incógnita la verdadera fuerza militar de Hamás en Cisjordania. Pero existe la certeza de que no se van a arredrar. La primera advertencia no se ha hecho esperar. "Si prosigue la caza de brujas de islamistas en Cisjordania, no nos quedaremos de brazos cruzados. Ciento cincuenta simpatizantes de Hamás ya han sido secuestrados. Tomaremos las medidas necesarias", dijo el portavoz fundamentalista Sami Abu Zuhri.

Un joven palestino pasa delante de milicianos de Al Fatah desplegados en  la ciudad de Ramala, en Cisjordania.
Un joven palestino pasa delante de milicianos de Al Fatah desplegados en la ciudad de Ramala, en Cisjordania.ASSOCIATED PRESS

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