'Turquías', sorpresa y desazón
Con sorpresa y desazón he leído la extensa nota publicada en el suplemento Domingo del pasado 3 de junio, titulada Turquías y firmada por el reconocido escritor Juan Goytisolo; sorpresa por cuanto Goytisolo es un escritor comprometido con su tiempo y conocedor del problema armenio desde sus tiempos de exilio en Francia, pero más aún fue la desazón al comprobar con qué superficialidad y desconocimiento se ha referido a hechos de la historia que desembocan en el genocidio armenio y su expulsión de sus territorios ancestrales.
Dado lo acotado del espacio mencionaré brevemente sólo algunas de las inexactitudes en que cae Goytisolo.
Desde antes de la irrupción de Rusia en la región, los armenios eran sometidos a matanzas y saqueos constantes, situación que fue contemplada por las potencias en los Tratados de San Stefano y Berlín (1878), que exigieron a Turquía la introducción de reformas en las provincias armenias, reformas jamás concretadas.
Los armenios que habitaban el Imperio, fueron convocados a las armas al inicio de la I Guerra Mundial, y fueron exterminados en la retaguardia, dejando totalmente indefensos a niños, mujeres y ancianos, que fueron deportados y exterminados en caravanas cuyos recorridos fueron prolijamente premeditados para desembocar en los desiertos de la Mesopotamia. El "plan de exterminio" se elaboró en 1911, en la ciudad de Salónica, por los Jóvenes Turcos ya en el poder. No hubo intercambio de poblaciones, los pocos sobrevivientes lograron alcanzar la Armenia Oriental o llegaron a las costas del Mediterráneo.
En la "Anatolia Oriental", como llama Goytisolo, o sea, en Armenia Occidental, no sólo hay cientos de iglesias abandonadas, hay una civilización milenaria, que los sucesivos Gobiernos turcos, desde Kemal Attatürk en adelante, han procurado hacer desaparecer. El negacionismo de un crimen de lesa humanidad es la etapa final de la ejecución del crimen aún impune. Bernard Lewis es un reconocido negacionista sancionado por la justicia francesa años atrás. Historiadores e insospechadas organizaciones como Arnold Toynbee, Johannes Lepsisus, las Naciones Unidas (1985), el Parlamento Europeo (1987), Noam Chomsky, Yehuda Bauer, Leandro Despouy o Louis Joinet, entre otros, han corroborado la existencia del genocidio armenio.
El Tratado de Lausana (1923) no fijó la frontera oriental de Turquía. Fue el Tratado de Kars en 1921, cuyo mandato ha expirado y ha sido renovado de facto entre Turquía y Armenia. Por el contrario, en Lausana, Turquía se comprometió a respetar a las minorías de su territorio, cosa que no ha hecho.
El fervor de Juan Goytisolo para con Turquía no debería hacerle perder de vista que la mejor forma de contribuir a la verdadera modernización y democratización de ese país pasa por ayudarle a revisar su pasado, asumir sus responsabilidades de lo que lamentablemente el autor "entrecomilla", el genocidio armenio.
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