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Reportaje:

El trovador rojo

El británico Billy Bragg combate con su música la presión de la extrema derecha

"¿Cómo has entrado?", gritó el director de la discográfica Charisma Records al desconocido que había irrumpido en su despacho. "El recepcionista me preguntó si venía a arreglar la televisión y me dejó pasar. ¿Escucharás mi maqueta?". Billy Bragg se ríe recordando aquel momento, que resultó ser el principio de su carrera. "Es verdad, tenía el aspecto de un técnico de reparación de televisiones. De hecho, aún lo parezco". La anécdota aparece en el libreto que acompaña a la segunda de las cajas en las que Bragg recopila, 25 años después, todo su trabajo. Ocho discos y un puñado de epés. Fuera han quedado dos de sus álbumes más exitosos, los que grabó junto a los estadounidenses Wilco, con canciones que dejó sin registrar uno de sus mitos: Woody Guthrie, el primer cantautor socialista de la historia. Billy Bragg, que mañana actúa en el festival Primavera Sound de Barcelona (Auditorio, 18.45), es su digno alumno.

"El enemigo de una sociedad mejor no es el capitalismo, es el cinismo"
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Pronto cumplirá 50 años y mucho ha llovido desde que en sus inicios se le llamara el Bob Dylan punk, un tío armado con una fender que parecía Joe Strummer, si sus compañeros de The Clash le hubieran dejado colgado en el escenario. Ha cantado a las luchas de la clase obrera. Y las ha vivido: tocó en la Nicaragua sandinista y en la Unión Soviética. Peleó junto a los mineros y ha estado siempre donde hubiera una causa.

Así, paso a paso, se ha convertido en un referente en el Reino Unido, su país. Muchos de sus compatriotas se sienten representados por este músico de aspecto desaliñado que hizo de uno de sus versos -"si tienes una lista negra, quiero estar en ella"- una declaración de intenciones. Polemista nato, irónico y sin miedo a la autocrítica, acude a la cita en Londres conduciendo su propio coche, un cuatro por cuatro entrado en años. Viene de comprar guitarras para presos condenados a cadena perpetua y por la tarde tiene una lectura de su libro The progressive patriot, no editado en España. "Es una respuesta a que Barking, mi ciudad, en el este de Londres, se ha convertido, tras las últimas elecciones municipales, en el lugar de Gran Bretaña con más concejales del British National Party (BNP), el partido fascista. Y no podía sólo escribir una canción sobre eso. Necesitaba explicar que amo el lugar donde nací. Me rompe el corazón ver cómo los fascistas se hacen fuertes allí".

Barking le obsesiona. Feudo laborista convertido en gueto de la inmigración más pobre, el BNP ha obtenido 12 concejales de un total de 51 y es el principal partido de la oposición. "No son los tontos skinheads a los que combatimos en los setenta, ahora son tíos listos. Tienen políticas racistas que combinan con las actuaciones del laborismo. Dicen: 'Somos el auténtico partido laborista'. Y lo son. Si quitas su política sobre inmigración, son la izquierda tradicional. Más casas de protección oficial, hospitales, escuelas... Son nacionalsocialistas. Da miedo. Las quejas de los trabajadores han de ser atendidas, pero no desde el odio al vecino".

Bragg descubrió la política al tiempo que el punk gracias a The Clash. "Mi percepción del mundo cambió en 1978 en el festival Rock Contra el Racismo. Fui porque los fascistas intentaban que viera a mis amigos negros del colegio como la gente contra la que mi padre luchó en la guerra. Tocaron The Clash y después Tom Robinson, que tenía una canción llamada Sing if you are glad to be gay. En 1978 decir aquello era muy valiente. Y cuando empezó a interpretarla muchos hombres empezaron a besarse. Tenía 19 años, venía de la clase obrera y nunca había conocido a un gay. Tardé dos minutos en darme cuenta de que esa gente tenía mucho que ver conmigo y mis amigos negros. Que los fascistas iban a por todos los que fueran diferentes. Y eso me incluía a mí, que era punk. Aprendí que la música nos unió, pero la fuerza para cambiar las cosas la tiene el público. Eran esos valientes gays los que podían hacerlo. Como artista, no puedo olvidarlo".

Febrilmente activo, está terminando de grabar un nuevo disco, Keep the faith, que editará a principios de año. Casado con la hija de un exiliado de la Guerra Civil española y con dos niños, es de ésos que creen que lo mejor siempre está por venir. "Me he dado cuenta en los dos últimos años de que el enemigo de todo el que quiera construir una sociedad mejor no es el capitalismo, es el cinismo. Y ese cinismo, en su peor expresión, lo representa el BNP, haciendo que la gente odie a su vecino. Suena cursi, más viniendo del punk, pero el antídoto contra el cinismo es el amor". Como decía en una de sus canciones, las decisiones más importantes en la vida las toman dos personas mientras están en la cama. "Por supuesto. Lo sigo pensando. Nadie todavía ha podido demostrarme lo contrario".

Billy Bragg, en una imagen de promoción.
Billy Bragg, en una imagen de promoción.

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