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Crítica:Feria de San Isidro
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Marrajos

Una tarde de domingo. Aún hay girones negros de nubes rebeldes que se disputan con lienzos blancos el azul del cielo. Gris plomo, espuma de mar y celeste visten el firmamento madrileño como una terna de gala acicalada para la feria. El oro lo pone el sol que aparece y desaparece como las sorpresivas evoluciones de un torero. La otra terna iba de arreboles: lila, grana y celeste. Un trío moderno, con dos Ivanes. Los que, por nuestro trato profesional con adolescentes, hemos visto la conversión, en el último cuarto de siglo, de los Juanes en Ivanes, podemos certificar que también la modernidad ha llegado al toreo. ¿Se imaginan a Iván Belmonte, el pasmo de Triana? Toreros modernos para toros antiguos. Herederos del Conde de la Corte, venidos del encaste de Mora-Figueroa, marqués de Tamarón: la madre de todas las ganaderías. No es lema militar ni salmodia religiosa: lo decía el programa.

Conde Corte / Barrera, Vicente, García

Toros de Herederos del Conde de la Corte y 6º de María Olea. Mansos y descastados. No embistió. Flojeó el 1º. Antonio Barrera: pinchazo, media y dos descabellos (silencio); dos pinchazos y media -aviso- (silencio). Iván Vicente: gran estocada -aviso- (vuelta); pinchazo, pinchazo hondo y seis descabellos -aviso- (silencio). Iván García: pinchazo, media atravesada y dos descabellos -aviso- (silencio); dos pinchazos y descabello (silencio). Plaza de Las Ventas, 27 de mayo. 17ª corrida de abono. Lleno.

Más información
La precisión, el aire, el vuelto de la muleta y la queja de Barrera

Salió el primero, Langostino, muy parado, como venido de otro siglo. Y a otro siglo hubiera ido el penco si vistiera como entonces. Se llevó un quite lento y, como en otro siglo, estuvieron El Niño de Santa Rita y Juan Reyes que se acercaron a sus altos balcones y parearon con salero y sin acoquinarse. En la muleta mugía, se dolía, se arrodillaba y, con plomo en las patas, dificultaba la muleta que, pese al aire, Barrera le bajaba cumplida. No le gustaba este siglo.

Levantó el cornalón Blanquito, el cuarto, una ráfaga de aire en su salida que nos trajo a la memoria versos hernandianos: "y al cuello llevo un vendaval sonoro". Cumplió en varas, y seguimos recordando: "como el toro me crezco en el castigo". Le cambió por detrás, pese al viento, para recibirlo, y allí mismo lo embarcó, aunque saltaba. No le dejaba irse, le seguía, cortando su huida hacia las tablas, aguantando, torero: "la lengua en corazón llevo bañada". Qué lástima que matara tan indeciso.

El segundo diestro era un madrileño de Soto del Real, población demasiado conocida por su prisión, pero menos por sus campos y cerros, donde pastan libres los mejores corderos y cabritos de la sierra baja madrileña. Iván Vicente empezó en su primero templando con la capa, pero el toro se hizo mármol al segundo lance, y mármol siguió en la vara trasera que se llevó. Nada bueno auguraba. Quieto en banderillas, corrió hacia chiqueros mientras, en el punto opuesto del diámetro, Vicente empapaba en Font Vella su muleta. En las tablas del sol, bajo la manecilla montada de las ocho menos veinte, le consiguió sacar con meritoria cadencia algunos derechazos sin despeinar la muleta. En el de pecho, descubierto por el aire, se le vino encima, y aún consiguió un par de naturales al paso fatigado del morlaco. Toreo generoso para toro cicatero y desganado, que se llevó una gran estocada de las que antes valía una oreja. Media plaza la pidió y la otra media protestó la vuelta. Cosas.

Noche-seria se llamaba el quinto. Y la cara era de eso. A nosotros nos daba miedo, pero no a Ángel Rivas, el picador, que lo sujetó perfecto. Perfecto también lo quiso llevar el diestro a la muleta, que el toro, mansote, dudaba y acometía de improviso. No era fácil adelantarla y ponérsela en la cara, pero era trago más seguro que esperar y esquivarlo. No se atrevió el torero a intentarlo y, a cambio, aguantó el arreón con dignidad, apeado del trayecto y acompañando el viaje.

Desbarajuste

Tampoco el lote de Iván García fue fácil. El tercero, Fumador, corrió de caballo a caballo con predilección por el reserva, y, aunque la cuadrilla hizo un primer intento de quitarlo, terminó por convertir la lidia en desbarajuste y desconcierto. Pareó Iván García, bullanguero, alegre y fácil, pares "a la algarabía", en cuyo embroque el toro no vio en ningún momento al torero de frente. Y salió un sol eléctrico a competir con los focos. El toro, tras los trasteos rodilla en tierra, en la muleta empezó a quedarse y lo que fueran carreras en banderillas ahora eran peligrosas miradas y giros de cuello a pase iniciado. No bajó la cabeza, ni el mostoleño la guardia. Pero no hubo un pase. Tampoco lo hubo en el sexto, que, sin un capotazo y vara en la paletilla, vio acercarse la noche mientras sentíamos cierta admiración por el público que llenaba la plaza y aun aplaudía detalles como la impavidez de los diestros cuando el toro, saliendo del caballo, pasó por detrás de ellos. El torero aguantó como pudo las quedadas y gañafones del último manso de la tarde que ahora le tocaba en suerte. Nada más reseñable ocurrió, pero allí estábamos todos, felizmente ajenos a la tediosa letanía de los resultados electorales.

Iván García no tuvo ayer un lote fácil.
Iván García no tuvo ayer un lote fácil.CRISTÓBAL MANUEL

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