"En cuanto vi sus iniciales en la prensa, supe que yo la tenía"
"Ahora ya no tenemos que hablar de él como el presunto autor del contagio, ya podemos decir que Juan Maeso nos contagió". Consuelo Granell, administrativa de 56 años, suelta la frase de entrada, vaciando la rabia contenida a lo largo de los últimos nueve años. El virus le ha dejado molestias reumáticas de por vida con las que tendrá que acostumbrarse a convivir.
Su historia comienza con un lifting de cuello en la Casa de la Salud en noviembre de 1995. "A los tres meses empecé a encontrarme mal, como si tuviera gripe y me dieron antibióticos". No le sirvió de nada porque en su cuerpo no había bacterias que combatir, sino un virus, el de la hepatitis C.
Lo supo en agosto de 1996, tras unos análisis y año y medio antes de que saltara el caso Maeso. Por entonces apenas había tratamientos y los médicos daban pocas esperanzas. "Como la evolución de la enfermedad es lenta, te remitían a un trasplante en 15 o 20 años. Se me cayó el mundo encima", recuerda. "Me preguntaba constantemente cómo podía haberme infectado". "Sólo se sabía que la transmisión era parenteral y yo no tenía ninguna conducta de riesgo". Consuelo no entendía nada de lo que pasaba. En marzo de 1998 irrumpe la noticia. "En cuanto vi las iniciales del anestesista en la prensa, puse nombre y apellidos a la hepatitis que yo tenía". Todo encajaba: Maeso la había contagiado.
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