Cuba y el turismo
Con la pérdida de las subvenciones soviéticas y de países de Europa del Este, a fines de los años ochenta, al Gobierno cubano no le quedó más remedio que aceptar el turismo como una de sus principales fuentes de divisas. Hasta esa fecha había vetado el desarrollo de esta lucrativa actividad, a pesar de las notables condiciones de Cuba para desarrollar la llamada industria sin humo.
Las consideraciones para rechazar el turismo se basaban en el miedo a la "contaminación ideológica" que vendría con los visitantes procedentes de países democráticos. Hay que recordar que en la mentalidad de los líderes totalitarios cubanos el ideal de sociedad sería una Cuba absolutamente aislada, libre de cualquier contaminación y ejemplos que pudieran poner en peligro el poder absoluto. No por gusto su fobia a Internet, la telefonía celular, el DVD, las viodecaseteras, y sus razias para perseguir a quienes subrepticiamente ven y escuchan la televisión extranjera.
En el caso del turismo internacional, aunque tomaron la amarga medicina de permitirlo a regañadientes, siempre tuvieron en la mira dar marcha atrás, y si no acabar totalmente con la actividad por lo menos detener su desarrollo o reducirla a un porcentaje que les permitiera manejar a los visitantes con más facilidad mediante paquetes turísticos llevados a lugares con poco contacto con los cubanos en cayos o regiones como Varadero, donde los nacionales sólo están presentes como sirvientes. Una versión caribeña de apartheid.
Lo anterior pudiera explicar ahora la considerable baja en las personas que visitan la isla y la poca propaganda que se ve nacionalmente sobre la actividad que durante unos años fue llamada la locomotora de la economía cubana. Así, las cifras muestran una considerable reducción en los últimos tiempos. En 2006 hubo una contracción de las llegadas de un 3,6%, tendencia que se mantuvo en enero y febrero de 2007 con caídas del 7,0% y el 13,0%, respectivamente; son meses decisivos en la temporada alta del turismo en Cuba.
Para explicar esa situación los operadores internacionales señalan falta de inversión en publicidad e infraestructura. A ello pudiera agregarse una absurda revalorización del peso convertible en aproximadamente un 20% en relación con el dólar estadounidense, teniendo en consideración el gravamen del 10% y el margen de compra y venta impuesto por el Banco Central de Cuba contra esa moneda, así como la afectación a otras monedas en 8,0%, entre ellas el euro. Todo ello hecho de forma arbitraria y sin tener en cuenta reales consideraciones económicas, como el encarecimiento de la oferta turística.
Estos factores no son los únicos. Habría que agregar la recentralización acaecida en la economía cubana en los últimos años, con vista a reforzar el papel del Estado, lo cual ha redundado en falta de agilidad en la toma de decisiones de las empresas y, en consecuencia, en el incremento de la ineficiencia al no disponer las entidades, entre otros elementos, de recursos propios en moneda convertible.
Ciertamente todas estas medidas no han sido dirigidas solamente contra el turismo. Las empresas mixtas con capital extranjero han sido reducidas drásticamente. A fines del 2006 sólo quedaban 236 frente a las 313 que había en 2004, de acuerdo con informaciones oficiales. En el mismo sentido se ha actuado contra el trabajo por cuenta propia; se cancelaron muchos de los oficios permitidos, no dándose nuevos permisos para varios de los autorizados o a través de prohibiciones y nuevas imposiciones a las personas con licencias; todo lo cual ha redundado en la disminución de los cuentapropistas, incluidas personas arrendadoras de apartamentos y habitaciones a extranjeros.
Toda esta política es consecuencia de que, habiendo aparecido una nueva Unión Soviética por las subvenciones de Venezuela, el totalitarismo se siente más seguro económicamente y quiere aprovechar esta coyuntura para cerrar los pequeños espacios abiertos en los años 90, incluido el para ellos peligroso turismo internacional; estrategia dirigida a asumir nuevamente el control político absoluto sobre la sociedad.
En estas circunstancias, resultan contraproducentes e incomprensibles los mecanismos establecidos por las autoridades norteamericanas encaminados a aislar la sociedad cubana de contactos con sus ciudadanos, e incluso con cubano-americanos. En los hechos, se coincide con la política siempre propiciada por el Gobierno cubano de mantener a las personas dentro de la isla aisladas de cualquier contacto con el exterior. Lo único sensato que pudiera ayudar al pueblo cubano es lo realizado en Europa del Este y luego en China y Vietnam, donde se propiciaron y se siguen propiciando, con indudable éxito, los vínculos entre los pueblos.
Es de esperar que con la nueva correlación de fuerzas en el Congreso y el Senado de Estados Unidos haya más comprensión sobre este asunto, y se haga un radical cambio de la política hacia Cuba, en especial porque las relaciones cubano- estadounidenses son vitales para la transición democrática en el país. Un clima de tensión y recelo en el Estrecho de la Florida siempre ha sido muy útil a los intereses del sector más inmovilista del Gobierno cubano.
Por ello, son de esencial importancia para los cubanos las propuestas hechas en los últimos tiempos por los congresistas Jeff Flake, Bill Delahunt, la señora Emerson y Charles Rangel, entre otros relevantes legisladores norteamericanos; todas realizadas con gran sentido común y que, de aprobarse, beneficiarían notablemente los esfuerzos por una Cuba democrática y reconciliada, donde sean respetados los derechos humanos.
Óscar Espinosa Chepe es economista y periodista cubano.
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