Chechu, en el diluvio
La fiesta de los toros tiene estas cosas: muchos espectadores podían haberse ido libremente a casa y evitarse el diluvio y el frío, pero no quisieron: había un torero toreando. Muy bien, por cierto.
Con esa magia especial que produce la lluvia conjugada con la iluminación de Las Ventas, Chechu se estaba jugando probablemente la última oportunidad de tomar el tren rumbo a una alternativa con proyección.
Lo cogió por los pelos, enrabietado y toreando de verdad por los dos pitones a un bravo animal que tuvo una muerte nobilísima, y que a punto estuvo de hacer perder a Chechu el trofeo que se tenía merecido, viéndose obligado a descabellar.
El tiempo se eternizaba y el toro no acababa de doblar. Al fin lo hizo; menos mal, porque en su primer enemigo dio la impresión de que se iba a quedar en tierra, compuesto y sin sueños.
Montealto / López, Jiménez Caballero, Chechu
Novillos de Montealto, bravos 2º, 5º y 6º y encastados los restantes. Ismael López: pinchazo y estocada atravesada (silencio); estocada y dos descabellos (silencio); Jiménez Caballero: pinchazo sin soltar y estocada (ovación y saludos); estocada (aplausos); Chechu: estocada caída y tres descabellos (silencio); estocada (oreja). Plaza de Las Ventas, 30 de abril. 2ª corrida de la Feria de la Comunidad. Un cuarto de entrada.
Coger el tren
Ismael López tiene que aplicarse mucho si quiere coger ese mismo tren. Alguien recomendaba, en esa magnífica escuela y metáfora de la vida que es el toreo, que había que ser más duros con los novilleros que con los matadores de toros: "Los desengaños", decía, "cuanto antes. Es el mejor favor que se les puede hacer".
Lo único que se puede decir a su favor es que estuvo voluntarioso en sus dos novillos y poco más. Ojalá haga malo el pronóstico.
A Jiménez Caballero le falta el brío que ornó a su homónimo literato. Sobre todo en su primero, mostró buenas maneras y temple, aunque su toreo pareció un tanto distante, despegado.
Recuerda en el estilo a su paisano Serafín Marín, con quien puede formar una suerte de frente catalán de toreros, caracterizado por el temple y una cierta frialdad en la manera de entender el toreo.
En su segundo trató de echar también toda la carne en el asador, con arrimón incluido, aunque la voluntad de enmendarse le llegara un poco tarde.
Está con un pie en la estación y con el otro en el estribo del vagón.
Babelia
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