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Reportaje:

Jóvenes, piadosos y reformistas

El tándem formado por Gül y Erdogan ha abierto las puertas de la UE para Turquía

Juan Carlos Sanz

A comienzos de la década de los noventa, Recep Tayyip Erdogan y Abdulá Gül eran dos jóvenes economistas que se abrían camino en la vida. El primero en la Empresa Municipal de Transportes de Estambul, y el segundo en la banca internacional árabe en Arabia Saudí. Los dos proceden de familias humildes originarias de Anatolia, e integran las nuevas clases medias surgidas en el interior y no en las tradicionales castas de Estambul. Son musulmanes practicantes y sus esposas se cubren la cabeza con un pañuelo, una actitud que en Turquía se interpreta como una declaración de activismo islámico.

Hoy, Erdogan (53 años) es el jefe de Gobierno con mayor respaldo en el Parlamento en 20 años y Gül (56) es el único candidato en una conflictiva elección presidencial y el ministro de Exteriores que ha logrado el inicio de las negociaciones de adhesión de Turquía a la Unión Europea. Su Gobierno ha logrado un crecimiento económico medio anual superior al 7% desde su llegada al poder, en 2002, y ha conseguido domar la rampante inflación -que rebasó el 100% en 2001- por debajo del 10%.

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El Ejército turco, guardián de las esencias del régimen fundado por Mustafá Kemal, Atatürk, tras la derrota del Imperio Otomano en la I Guerra Mundial, les ha amenazado veladamente con intervenir para impedir que concentren casi todo el poder político en Turquía: el Gobierno, el Parlamento y, ahora, la presidencia de la República.

No es la primera vez que las Fuerzas Armadas marcan el paso a Erdogan y Gül. A finales de los noventa Erdogan era el alcalde de Estambul. Aunque los sectores laicos le acusaban de restringir la venta de alcohol en establecimientos públicos, nadie dudaba de su eficacia e integridad como gestor público. Gül, que habla inglés y árabe fluidamente, era el portavoz del Gobierno del primer ministro, Necmettin Erbakan, patriarca del islamismo político turco, y secretario de Estado para las relaciones con el mundo islámico.

El llamado golpe posmoderno, por el que los militares forzaron la dimisión de Erbakan en 1997 y la ilegalización, en 1998, de su partido islamista, que había ganado limpiamente las elecciones en las urnas, arrastró a los dos jóvenes políticos a la cárcel y al ostracismo. Erdogan fue condenado a prisión por haber leído en un acto público unos versos islámicos: "Nuestras armas son los alminares de las mezquitas, sus cúpulas son nuestros cascos y los fieles musulmanes son nuestro Ejército". Tras salir de la cárcel, quedó inhabilitado para todo cargo público. Mientras, Gül sobrevió a la purga anti islamista como simple diputado del Grupo Mixto.

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Su regreso al poder, hace cinco años, marcó también su, hasta ahora, irresistible ascensión. Las reformas que han introducido en Turquía no tienen parangón desde que Atatürk abolió el alfabeto árabe, prohibió el fez con el que tocaban su cabeza los otomanos y fundó el Estado laico.

Pero, sin importarle la legitimidad democrática, la tradicional élite turca -respaldada por el Ejército y la judicatura- parece resistirse a dejar las riendas del poder. Se escuda tras el laicismo para cerrar el paso a unos nuevos dirigentes de base islamista que han sido reconocidos por la UE y por EE UU por haber impulsado una transformación de Turquía sin precedentes.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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