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Columna
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El desnudo de los alcaldes

A lo mejor ha sido un efecto imprevisto de la contienda electoral, pero los alcaldes de las tres capitales vascas (los tres tenores, los tres trisílabos tenores: Alonso, Azkuna, Elorza), han decidido hablar de propiedad. Sí, por fin un tema serio. La apuesta partió de Elorza, que hizo público su sueldo y aseguró que sus únicas propiedades son un apartamento de 70 metros cuadrados, una cuenta corriente y un plan de pensiones. Lógicamente, eso no podía quedar así; los vascos, cuando apuestan, pueden llegar muy lejos. Tomó el relevo Azkuna, que reveló su sueldo y además se dijo propietario de un piso de 120 metros y beneficiario de una pequeña herencia. Alfonso Alonso tampoco reparó en barras: sin coche ni piso propios, el alcalde de Vitoria vive de alquiler, si bien tiene una casa rural en la Llanada. La casa se la compró a su madre, y además con hipoteca. Hasta aquí el striptease fiscal.

Conocer a fondo el patrimonio de nuestros alcaldes principales me sume en la perplejidad más absoluta: ¡mi hacienda es mayor que la de ellos! (tomados de uno en uno, claro). Al igual que Azkuna, he recibido una herencia, pero aún así no entiendo por qué alguien como yo, de escaso talento para las cosas del dinero, ya ha aquilatado un patrimonio mayor al de esas gentes. ¿A qué se debe que todos tengan una hacienda raquítica, después de trayectorias tan dilatadas en el tiempo? ¿Son descuidados? ¿Manirrotos? ¿Administran mal su patrimonio? Y si es así, ¿administrarán mejor el que es de todos?

Sin quererlo, nuestros alcaldes se han metido en una trampa, una trampa que hará las delicias de demagogos, ecologistas, animalistas, videntes, teólogos de la liberación y otras dislocaciones del alma, pero que disgustará al contribuyente en ejercicio. Vamos a ver, ¿cómo pueden presumir de poca hacienda los que aspiran a gestionar la nuestra? ¿Qué es eso de no tener ni una acción bursátil ni una plaza de garaje ni un pisito de verano? ¿De verdad despiertan confianza unos gestores que muestran tan escaso celo con lo suyo? No quiero ni pensar qué habría hecho mi abuela, la de Gallarta, si hubiera ingresado durante décadas el sueldo de un político: habría aquilatado una fortuna, ella que sacaba duros de las pesetas. Y no como nuestro trío de trisílabos tenores, cuya desidia en el gobierno de su hacienda, más que elogios, debería despertar incómodas sospechas.

Sin duda en esto del patrimonio de los alcaldes habrá elementos de impostación, deriva mediática, confusión periodística y a lo mejor hasta fiscal, pero la ostentación de tanta austeridad (permítase el oxímoron) resulta en su caso perdonable, porque los políticos, todos ellos, soportan una persecución cerril, de raigambre preindustrial. Por eso (y no porque sean más pobres que yo) estoy dispuesto a salir en su defensa: los alcaldes también tienen derecho a un palmo de tierra. A todo político se le debe exigir que no robe al erario público, pero no que viva como un ermitaño. La vida eremítica es respetable, pero no es obligatoria. Un político debe ser honesto, pero no necesariamente pobre. Yo mismo, visto con mucha perspectiva, no soy pobre, pero declaro algo aún peor: que no tengo ninguna gana de serlo. Pues bien, del mismo modo, pienso que los alcaldes tienen derecho, más allá de su cargo, a vivir como les venga en gana y a disfrutar, además, de lo ganado.

En lo personal y en lo institucional, aprecio y respeto a nuestros tres burgomaestres; admiro su trabajo, pleno de sinsabores y vigilias, y admiro su notoria capacidad de sacrificio, pero espero que de ahora en adelante tengan algo más de fundamento en la gestión de su patrimonio privado. Dijo Winston Churchill: "Que tener ganancias sea reprochable es un concepto socialista: yo considero que lo verdaderamente reprochable es tener pérdidas". Ojalá Alonso, Azkuna y Elorza, el trío de trisílabos tenores, tenga a partir de ahora un poco más de suerte en sus asuntos. Con todo lo que trabajan por nosotros, bien merecen llegar a la vejez con una hacienda decorosa. Y si empiezan a consolidar su patrimonio (que ya va siendo hora) tendremos un indicio inmejorable de que también gobiernan con acierto el de la ciudadanía.

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