Todos los candidatos demócratas prometen sacar a EE UU de la guerra de Irak
Hillary Clinton admite que votó a favor de la intervención, pero insiste en retirar las tropas
El primer debate entre los candidatos del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos no resolvió, por supuesto, las dudas sobre cuál de ellos es el claro favorito, pero dejó dos cosas bastantes claras: una, que el viejo partido del asno cuenta con una gran plantilla de posibles presidentes; y dos, que cualquiera de ellos que llegue a la Casa Blanca sacará a su país de la guerra de Irak. El conflicto en este país consumió más de la mitad del tiempo de este debate, una primera serie de esta especie de playoffs electorales que se alargarán hasta las primarias de principios del próximo año.
Cinco de los ocho aspirantes declararon que tenían armas de fuego en sus casas
El jueves por la noche había ocho aspirantes sobre el escenario de la South Carolina State University, en Orangeburg. Y, aunque toda la atención estaba centrada en los dos candidatos que han monopolizado el interés en estas últimas semanas, Hillary Clinton y Barak Obama, éstos se trataron con cortesía, mostraron sus coincidencias y evitaron en todo momento el cuerpo a cuerpo. Todo es cuestión de tiempo, pensarán muchos, pero ninguno de los dos desenfundó primero en esta ocasión.
Hubo tibias llamadas al combate cuando el senador John Edwards dijo, en aparente alusión al verbo brillante de Obama, que "sólo con retórica no se pueden ganar unas elecciones", y cuando recordó que Clinton, como él mismo, votó en su día a favor de la guerra de Irak. Clinton enseguida tomó la palabra para responder que, en efecto, votó a favor de la guerra de buena fe y teniendo en cuenta la información de la que disponía en ese momento, pero que no lo haría hoy con los datos que posee. De hecho, precisó, "si Bush no nos saca ahora de Irak, lo haré yo cuando sea presidenta".
La misma promesa hizo el gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, que manifestó que "esta guerra es un desastre que hay que acabar ya". En términos similares se expresó Obama, quien, después de exponer con orgullo que se opuso a la guerra desde el principio -aunque él no estaba aún en el Senado cuando se votó-, propuso que lo que hay que hacer ahora es "conseguir los votos que nos faltan en el Senado para impedir el veto del presidente". Clinton le apoyó inmediatamente. Se refería Obama a los votos que son necesarios para llegar a los dos tercios que impedirían el anunciado veto de George W. Bush a la propuesta de fijar una fecha para el inicio de la retirada de Irak.
Irak es, desde luego, una causa suficientemente poderosa como para mantener unidos a los demócratas en estos momentos. Unidos también en cuanto a los límites que no hay que sobrepasar. Preguntados por el moderador, el periodista de la cadena NBC Brian Williams, si alguno más de los presentes respaldaba la iniciativa de uno de los ocho candidatos, el representante Dennis Kucinich, de solicitar el proceso de destitución (impeachment) del vicepresidente Dick Cheney, ninguno levantó la mano.
Cinco de los ocho alzaron, sin embargo, el brazo cuando se les preguntó si tenían o habían tenido armas de fuego en su casa. Sólo Edwards, Clinton y Obama mantuvieron la mano bajada. Richardson defendió con orgullo sus raíces del Lejano Oeste para explicar por qué es el candidato favorito de la Asociación Nacional del Rifle (NRA). Todos pidieron controles más estrictos de la venta de armas después de la matanza de Virginia Tech, pero ninguno puso en duda, como era de prever, ese derecho constitucional.
Kucinich y Mike Gravel, antiguo senador de Alaska, pusieron el toque radical y a veces divertido en el debate. Ninguno de los dos ha conseguido recaudar más allá de unos pocos miles de dólares y no cuentan para la batalla final. El resto, incluidos los senadores Joseph Biden y Christopher Dodd, certificaron el amplio abanico de opciones con que cuenta el Partido Demócrata en esta ocasión, probablemente la mejor oferta electoral que se le recuerda desde los tiempos de John Kennedy.
Todos ellos se mostraron como firmes comandantes en jefe -Clinton prometió reaccionar con "contundencia y prudencia" si Estados Unidos era atacado, y Obama reconoció que "tenemos enemigos que tienen que ser cazados"- y supieron salir hábilmente de las trampas puestas por el moderador. Edwards admitió que haberse gastado 400 dólares en un corte de pelo había sido un error, que él se pudo permitir porque es millonario, aunque también dijo que está orgulloso de su humilde origen familiar. Obama lamentó haber aceptado dinero de un donante con sospechoso currículum, y Hillary Clinton citó a su marido, el ex presidente Bill Clinton, sólo en un par de ocasiones y después de 40 minutos de debate.
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