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Entrevista:Pervez Musharraf | Presidente de Pakistán

"La mayoría en Pakistán es antiamericana"

El general-presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, es el ejemplo del militar incesante; el atuendo civil sin llegar a impostura, es sólo cuestión de moda; la cuadratura de la espalda, hasta el montículo que sobre los hombros han marcado las charreteras, parece estar ahí, bajo la chaqueta de ejecutivo. Todo en él es un porte, una convicción salvacionista que sólo el Ejército suele dar. El hombre que tomó el poder en un golpe de Estado en 1999 y ha realizado ímprobos pero insuficientes esfuerzos por legitimar ante el mundo su mandato, hizo un rentable negocio geopolítico con el 11 de septiembre de 2001 y la guerra contra los talibanes en Afganistán.

Islamabad se convertía, así, en un aliado vital en la lucha contra Al Qaeda y su líder, Osama Bin Laden, verosímilmente aún escondido entre el Waziristán paquistaní y la frontera afgana. Pero no por ello su papel es cómodo, pillado como está entre una opinión hostil a Estados Unidos, en la que no falta algún apoyo al terror islamista, y las exigencias de Washington. El general se halla hoy en España para hablar de la Alianza de Civilizaciones, tan cara al Gobierno español, así como de cooperación en la lucha contra aquella insania. Musharraf recibe a EL PAÍS en una destartalada estancia de un famoso hotel, con baldaquino y todo.

"Mienten los que dicen que los servicios de inteligencia son un Estado dentro de Pakistán y que ayudan a los talibanes"
"Los que no hacen nada contra el terrorismo, como [el presidente afgano] Karzai, son los que critican a los que luchamos, como nosotros"

Su mandato expira el 15 de noviembre y confirma que se ofrece, más que se presenta, a la reelección -hacia septiembre-, que cumplirá como un rito un Parlamento en el que varios partidos sostienen mayoritariamente su candidatura. Y para asegurar que el camino está expedito, hace unas semanas Mohamed Chaudry, presidente del Supremo, que no consideraba constitucional el movimiento, se ha sometido a una investigación -enquiry- de la que difícilmente saldrá engrandecido. Musharraf, sin embargo, siempre se atiene a la legalidad. La que él ha instaurado. "Yo no he despedido a nadie. Todo es según la legalidad. El Consejo Judicial admitió un dossier-acusación contra el señor Chaudry, y el asunto se está investigando, pero no es un juicio. Sólo que mientras dure el procedimiento verá restringidas sus funciones". Pero en la calle ha habido quien se lo ha tomado tan a mal como para desatar una oleada de protestas. "Pakistán tiene 150 millones de habitantes, y sólo dos o tres mil se manifestaron. ¿Qué es eso?". Lo bastante como para que la policía se viera obligada -como se decía en tiempos del franquismo- a actuar con contundencia.

Entre las bichas del presidente está su homólogo afgano, el hombre de las capas más voluptuosas de Asia, Hamid Karzai, otro aliado privilegiado de EE UU. "Los que no hacen nada contra el terrorismo, como Karzai, son los que critican a los que luchamos como nosotros, que tenemos a 80.000 hombres en 2.600 kilómetros de frontera. Y los que dicen que el ISI [la Información Militar paquistaní y muchos afirman que un Estado dentro del Estado] ayuda a los talibanes porque queremos un Afganistán débil, mienten. No queremos gobernar Afganistán, no queremos ejercer un protectorado sobre Afganistán, queremos un Afganistán estable y democrático. Así hablan para cubrir sus vergüenzas, porque están perdiendo la guerra contra los talibanes, y quieren salvarse condenando a los demás. No tienen ni idea de lo que dicen y lo que dicen carece de ideas". El asunto le hace tomar carrerilla.

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"Bin Laden y el mulá Omar [jefe de los talibanes] probablemente se hallan escondidos en Afganistán; no creo que hayan pasado nunca a Pakistán. Pero nadie lo puede asegurar. Todo es un juego de adivinaciones. Y tampoco es verdad, como se ha publicado, que hayamos firmado un acuerdo con los talibanes en Waziristán [cada vez que pronuncia el nombre veo a Kipling y a Michael Caine en El hombre que pudo reinar]; firmamos un acuerdo con jefes tribales y religiosos de la zona, para que negaran santuario a los talibanes. Porque ésta es una lucha no sólo militar, sino política. Y ésa es la guerra que está perdiendo Karzai".

Hablando de guerras perdidas, ¿qué pasa en Irak? Musharraf, siempre moderado en el tono sino a veces en la expresión, no desmiente ni admite que la aventura iraquí del presidente Bush sea un cataclismo, pero repite que no hay más camino que el de la negociación, una conferencia con Irán y Siria, que permita "traspasar la seguridad [la violencia] a los propios iraquíes, lo que llevaría a una menor visibilidad de las tropas estadounidenses". Una retirada inmediata sería para el militar, sin embargo, totalmente impensable, porque "se formaría un remolino de inestabilidad que se extendería como una marea por Oriente Medio".

Un tsunami imparable si Irán es el objetivo siguiente. Musharraf no descarta que "si la confrontación sigue" haya una intervención estadounidense contra Teherán y su programa nuclear. "Y eso sí que nos afectaría a todos. Tendría una influencia también sobre Pakistán con implicaciones de sectarismo religioso, la operación contra el chiismo iraní, que los suníes [gran mayoría en Pakistán] sufrirían igualmente. La mayoría de mi pueblo es antinorteamericana, y ese sentimiento se acrecentaría. Pero la opinión no por ello deja de entender el carácter de nuestra alianza estratégica con Washington; una política que ha servido bien a Pakistán durante décadas".

Los paquistaníes no debieron, sin embargo, apreciarlo tanto cuando el año pasado por estas fechas Bush firmó en Nueva Delhi un acuerdo de cooperación nuclear con India que legitimaba la bomba hindú, mientras que la bomba islámica, la de Pakistán, único país mahometano que la posee, está tolerada más que homologada. Asiente en silencio, pero su discurso juega al regate. "Nunca fueron tan buenas como hoy las relaciones con la India. Y yo mismo he hecho propuestas para solucionar el problema de Cachemira. Se trata de hacer irrelevante la linea de alto el fuego [que data de la primera guerra con India en 1948] y establecer la cogestión de los dos países sobre todo el territorio". Musharraf habla, sin embargo, de management, con preferencia a soberanía.

¿Y España dónde está en todo este piélago de posibilidades nunca plenamente satisfechas?

"España tiene una misión especialísima, que está íntimamente conectada con la situación de Asia central. Nadie tiene tanto crédito ante la opinión palestina como España, y eso ha de utilizarse para que la UE se persone de manera mucha más directa en el conflicto. Eso equivaldría al comienzo de la solución de los restantes problemas del área. Porque Palestina es el conflicto del conflicto, el corazón de todos los conflictos que afectan al mundo islámico -nótese, no sólo árabe, sino también islámico- y eso se notaría en Irak, Líbano, Afganistán, el terror de Al Qaeda. Para pacificar la zona hay que atender primero a los derechos de los palestinos. Otra cosa sería poner el carro delante de los bueyes".

El presidente no dejará el Ejército, como había prometido, lo que tendría que hacer, según la Constitución, a fin de año. Musharraf lo dice sin palabras, no es sólo jefe de Estado, sino general-presidente, y si hubiera que apostar a qué es lo que mejor le define, no cabría duda. Aunque hoy no la lleve, por el cuello de la camisa se le adivina la guerrera.

Pervez Musharraf, durante la entrevista.
Pervez Musharraf, durante la entrevista.GORKA LEJARCEGI

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