Eva Yerbabuena recopila su arte
La bailaora reúne sus mejores coreografías en 'Santo y seña', su nuevo espectáculo, que presenta como una sinfonía flamenca
Sus pies se ensamblan con el escenario mientras el resto de su cuerpo efectúa movimientos contundentes, vibrantes, llenos de intensidad que emocionan mientras música y baile se entremezclan en un todo en Santo y seña, el último espectáculo que Eva Yerbabuena (Francfort, Alemania, 1970) presenta durante tres días en el teatro Albéniz en el marco del programa Madrid en Danza. Se muestra sencilla, sin tapujos, con ciertas dosis de ironía cuando habla y sin ocultar algunos signos de timidez que le atormentaron durante la infancia. "Qué chica soy, en todos los sitios en los que me siento me cuelgan las piernas, salvo en Japón. Ahí todo está a mi medida", comenta cuando se calza unos espectaculares zapatos de lino bordados. Después, se recoge la melena en un moño y comienza a moverse sobre las tablas mientras la bombilla que ilumina su rostro la envuelve de magia.
"El flamenco es mi modo de descubrir mi carácter y expresar dulzura o ira"
Santo y seña es una mirada al pasado con todo lo aprendido a lo largo de los últimos años -el Ballet Flamenco de Eva Yerbabuena fue creado en 1998-, un espectáculo que reúne las mejores coreografías de la bailaora -Eva, 5 mujeres 5 o El huso de la memoria- a las que se han unido unos tientos-tangos. A lo largo de 90 minutos, los 15 artistas que se sitúan sobre el escenario ofrecen una sinfonía de flamenco. En la obra colaboran los cantaores José Valencia, Enrique Soto, Pepe de Pura y Jeromo Segura, y como en todas las obras de Yerbabuena, la música es de su compañero, el guitarrista Paco Jarana. "La escenografía es muy sencilla, somos los propios músicos y bailarines. Una bombilla y pequeños atrezos, muy pocos". Ella muestra un flamenco clásico, profundo, sencillo e inundado de elegancia.
Ha triunfado como bailaora en los escenarios de medio mundo; sin embargo, resalta una de sus grandes carencias, no saber cantar. "Soy cantaora frustrada, es lo que más me hubiera gustado ser en esta vida. El cante en el flamenco es la madre. En mis espectáculos, la música tiene su sitio y un lugar muy importante porque mediante la música y el cante expresamos nuestros sentimientos. Siempre pienso que con los pies y el resto de mi cuerpo hago lo que no puedo hacer con la garganta. Para crear con mi baile tengo que escuchar el cante y a partir de ahí comunicar lo que siento. Mis pies son mi guitarra, es la parte de mí que hace música. Canto en mi casa, con mis amigos, porque me hacen cantar, pero sé que lo hago bastante mal".
Habla de lo que es para ella el flamenco: "Mi modo de descubrir mi carácter y expresar dulzura o ira. Para nada, una fiesta, es algo mucho más profundo: es un arte que encierra sentimientos vividos y que se va transmitiendo de generación en generación. Es parte de nuestra cultura y de nuestra historia". Recuerda entonces a los hombres y mujeres, grandes estrellas del flamenco: Carmen Amaya, Pilar López, La Argentinita o Gades, que triunfaron fuera de España y tuvieron que pasar largas temporadas en el extranjero para que se reconociera su arte.
¿Cómo crea un nuevo espectáculo? "Pienso en la gente que puede entrar en el teatro para asistir a una actuación. Me sitúo en el patio de butacas vacío y entonces imagino lo que a mí me gustaría ver y empiezo a trabajar con Paco Jarana". Se entusiasma y apasiona cuando habla de su profesión. "Me lo ha dado todo, pero también me ha quitado mucho. He perdido una parte muy importante de mi vida, la infancia. A partir de los 11 años no sé que es jugar o salir en una pandilla. Esa parte de mí se quedó en un estudio. Y he perdido muchas horas de estar con mi hija, que es lo más importante". Frente a esto, sus recuerdos. "Me impresiona ver a un japonés en Tokio llorando después de verme bailar o esa voz que escuché en Buenos Aires cuando el teatro estaba en silencio y grito: 'No te mueras'. Después de eso bailas y te preguntas: ¿cómo he podido hacer que broten esos sentimientos?".
Babelia
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